Ceballos, Noel
El pensamiento conspiranoico
Arpa, Barcelona, 2021
El pensamiento conspiranoico (término que resulta de una contracción de “conspiración” y “paranoico”) quedaría definido (según la Fundéu, y tal como recoge el autor del libro que vamos a comentar) como la “tendencia a interpretar determinados acontecimientos como fruto de una conspiración”. No vamos a negar que las conspiraciones (políticas, económicas…) existen. El problema surge cuando, de manera prácticamente patológica por obsesiva y paranoica (de ahí la distinción entre la mera “conspiración”, en tanto algo que es legítimo considerar como verosímil, y la “conspiranoia”), absolutamente todo es interpretado como enmarcable en una conspiración, de manera que son establecidas conexiones entre lo aparentemente más dispar. Eventos supuestamente aislados resultan encajados en una compleja trama, tras la cual existen los intereses de una minoritaria y poderosa elite que ha construido el sistema socio-político-económico en que nos inscribimos según sus intereses particulares, lo cual se pretende ocultar al ciudadano de a pie. Y todo ello se afirma sin evidencias y ni siquiera indicios que justifiquen tal visión de las cosas. La mirada conspiranoica adapta los hechos a las expectativas del sujeto: en primer lugar se establece el marco interpretativo, y, a continuación, todo lo que acontezca será encajado en el mismo a modo de hipótesis “ad-hoc”; incluso, desde luego, las pruebas de que la conspiración en la que se cree no existe, porque, claro, cualquier cosa que se presente como prueba en contra de ello no sería sino una falacia generada por los mismos conspiradores con el fin de ocultar su actividad, y, por tanto, vira en una prueba de la existencia de la conspiración. Con ello, toda conspiranoia se convierte en una de esas teorías no falsables de las que hablara Popper. La conclusión de este modo de interpretar el mundo es la de que ciertos grupos de poder serían los responsables de la mayor parte de lo que le acontece a la humanidad, perpetuándose además a través de los siglos. Hallar semejante explicación de las cosas resulta tranquilizador para determinados individuos ante la alternativa de la ausencia de un sentido último de los acontecimientos. A fin de cuentas, no se trata sino de dotar de orden al mundo, como intenta cualquier religión. Hay que decir que esa inclinación hacia la búsqueda de un sentido y una causalidad en la realidad es algo absolutamente arraigado en el ser humano por meras razones adaptativas; el problema surge cuando desborda determinados límites (lo que da lugar a numerosos sesgos cognitivos; los cuales, por cierto, podríamos identificar sin dificultad como ingredientes del pensamiento conspiranoico… aunque todo esto ya nos daría para escribir nuestro propio ensayo). Además, el conspiranoico disfruta de la sensación de superioridad ante el común de la ciudadanía que le otorga el sentimiento de ser consciente de algo ignorado por una mayoría borreguil, lo cual le convierte en un rebelde ante el sistema. Con respecto a todo esto, nos encontramos en un momento crítico, ya que el reciente fenómeno de la posverdad ha resultado enormemente favorecedor para el pensamiento conspiranoico, hasta el punto de que, como afirma el autor de este libro, se ha producido “un auténtico cambio de paradigma: por primera vez, la conspiranoia no viaja de abajo arriba, sino que ahora empieza a ser instrumentalizada por líderes mundiales” (v. g. Donald Trump), y si a ello le unimos las posibilidades de difusión que otorga Internet, ni que decir tiene que el resultado es muy preocupante. Porque, además, la conspiranoia interpela a elementos muy sensibles en nosotros, por lo que no ha de sorprendernos más de la cuenta que sean tantos quienes sucumben a ella. Como dice Ceballos: “la conspiranoia de cada época, por muy desfasada que pueda parecernos en ocasiones, suele revelar las claves menos evidentes del contexto histórico en que fue formulada. Es un compendio de miedos y ansiedades sociales, un constructo paranoico que da forma concreta a los monstruos (reales o imaginarios) de cada tiempo”.
Noel Ceballos es periodista especializado en cultura, con una amplia trayectoria en numerosos medios escritos y también en algunos audiovisuales. En su tratamiento del pensamiento conspiranoico que nos ofrece en este libro, no esperemos encontrar ningún análisis de orden sociológico, antropológico, psicológico o epistemológico. El fenómeno en cuestión da pie a todo ello, por supuesto (y sería interesantísimo profundizar en tales aspectos), pero no es ese el objetivo de El pensamiento conspiranoico. El punto de vista del autor es meramente el del periodista que decide ocuparse de un tema que, aparte de poseer otras dimensiones, también podemos limitarnos a contemplar a modo de elemento perteneciente a la cultura popular. Nada, por tanto, de sesudos análisis; aunque en más de un momento Ceballos sí apunta brevemente algunas interpretaciones teóricas. Y, por cierto, opinamos que abundar algo más en esto (aunque, como decíamos, no fuese el fin principal del autor) tampoco hubiera perjudicado al texto. Al contrario, le hubiera otorgado un mayor equilibrio al contrapesar la sensación de predominio de frivolidad y superficialidad que nos queda al completar la lectura. También hay que decir que, por lo anterior, resulta equívoco por parte del autor el titular la introducción como “Hacia una teoría de la mente conspiranoica” (dejando a un lado que, además, emplea mal el concepto “teoría de la mente”), generando así una expectativa que no va a cumplirse. Esperemos que, al menos, Ceballos no sea tan ingenuo (o pretencioso) como para creer que efectivamente ha construido tal teoría con este libro.
Ya hemos explicado lo que no es este libro; entonces, ¿qué es? Lo que principalmente hace Ceballos en sus páginas es enumerar y describir diversos casos de conspiranoia que se han dado a lo largo de la historia (aunque prescindiendo de la ordenación cronológica e incluso temática).
Así, a lo largo del texto, van desfilando, entre otros contenidos (muy numerosos, por lo que no los mencionaremos de manera exhaustiva)…
La creencia en que Bill Gates es el responsable en la sombra de la pandemia de COVID-19 iniciada en 2020, con el fin de promover una vacuna que serviría para introducir en sus víctimas un microchip que le permitiría ejercer el control de la población, a modo del clásico supervillano de ficción que tiene como objetivo dominar el mundo.
La aparición en el siglo XVIII de la teoría más tarde denominada “del Nuevo Orden Mundial”, la cual pervive hasta nuestros días, de la mano de diversos autores partidarios del Antiguo Régimen como modo de explicar la Revolución Francesa. Con ello se inauguraría un clásico de la conspiranoria: la idea de que quien realmente gobierna el mundo de manera oculta son sociedades secretas tales como los Illuminati o los masones, a los que pronto serían añadidos los judíos. Así, se genera un relato simplificador y maniqueo del “ellos” contra “nosotros”, según el cual todo lo negativo que acontece responde a la trama de un enemigo oculto, lo cual libera de la propia responsabilidad y la necesidad de autocrítica, e incluso del esfuerzo de analizar fenómenos complejos.
La figura y las actividades de Alex Jones, personalidad de la extrema derecha norteamericana que, desde 1999, dedica su página web InfoWars a difundir bulos de corte conspiranoico. Destacan su teoría de que Donald Trump hubiese sido sustituido por un clon, su obsesión por la llamada “agenda globalista”, consistente en la supuesta pretensión, por parte de los poderes económicos, de transformar el planeta entero en un régimen comunista, o la idea de que el gobierno norteamericano recurre de modo sistemático a los ataques de falsa bandera sobre la población civil de su propio país para promover sus intereses.
La trayectoria histórica a través de la cual se va construyendo el pensamiento conspiranoico antisemita, el cual encuentra su base y fuente de difusión en diversos textos publicados en la Europa del XIX, de los cuales es culmen el célebre Los protocolos de los sabios de Sión, el cual supuestamente registra el maligno plan de los judíos para acabar con los valores de Occidente y dominar el mundo.
El movimiento norteamericano de extrema derecha QAnon, que considera a Donald Trump (quien a su vez se referiría a ellos como “buenos patriotas”) como el salvador contra una trama en la que se mezcla el uso de la “falsa” pandemia de COVID-19 para ejercer el control de la población a través del implante de chips mediante la vacunación (delirio que ya hemos mencionado más arriba), con el tráfico de niños organizado por miembros del partido demócrata (Hillary Clinton o Barack Obama entre otros) con finalidades pederastas y satánicas.
La fiebre ufológica que arranca en EEUU a finales de la década de los 40, con fenómenos representativos como el caso Roswell o la leyenda urbana acerca del Área 51.
La idea de una “megacorporación” empresarial que gobierna el mundo, siempre en manos de grandes magnates, ya sean Rockefeller, Jeff Bezos o Mark Zuckerberg.
El terraplanismo o el negacionismo del cambio climático que considera a la activista Greta Thunberg una marioneta en manos de intereses superiores.
Las conspiraciones alrededor de magnicidios como el de Gadafi, Martin Luther King o, por supuesto (la joya de la corona para cualquier aficionado a especular sobre conspiraciones), J. F. Kennedy.
Y, si hablamos de cultura popular, no queremos dejar de referirnos a un capítulo final que recoge la mención y comentario de una buena cantidad de filmes que tratan acerca del tema de las conspiraciones, y que bien nos puede servir como lista de recomendaciones para ponernos al día en el género en cuestión. Lo cierto es que, como cinéfilos que somos, es una de las partes del libro que más nos han interesado.
En conclusión, se trata de una lectura sumamente amena y bastante informativa, muy buena como entretenimiento (lo cual, desde luego, no es poca cosa), pero que acaba dejándonos con la sensación de que no aporta mucho más de lo que podamos descubrir por nosotros mismos echando unas cuantas tardes ante la Wikipedia o algunas páginas web especializadas. Que Ceballos lo haya hecho por nosotros no llega a merecer los alrededor de 20 € que hay que pagar por el libro. A estas alturas, con lo que llevamos leído a lo largo de nuestra vida y con lo que nos queda pendiente de leer en los cada vez menos años que nos restan, agradecemos mayor enjundia.