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domingo, 1 de marzo de 2020

¿ORGULLOSO DE SER ATEO? NO, EN ABSOLUTO






Aunque, por razones que no vienen al caso, ya no es así, servidor frecuentó antaño (hablamos, tal vez, de hace entre dos y tres lustros) los círculos ateos militantes, incluso llegando a ocupar cargo directivo en alguna asociación de tal índole. Mi interés por esta cuestión, que aún conservo aunque no con la misma intensidad, venía dado por mi interés más general por el problema de la racionalidad/irracionalidad del conocimiento, el cual sigue centrando mi actividad investigadora. El de la creencia religiosa parecíame un caso modélico de dicha irracionalidad y, en consecuencia, un objeto de reflexión merecedor de atención, como también me lo parecían y me lo siguen pareciendo otros fenómenos como los de las pseudociencias, las creencias en lo “paranormal” o, más novedosamente, el de la posverdad y los bulos en los media. Por tanto, mi pretérita etapa de “activismo ateo” (mantengo mi ateísmo, por supuesto, pero no tanto mi activismo al respecto) no fue sino una estación más de una trayectoria intelectual que, en su mayor parte, considero suficientemente coherente hasta el día de hoy. De ese periodo y experiencia, aparte del cariño con que recuerdo a algunas personas con las que traté entonces, aprendí una buena cantidad de cosas acerca de las maneras en que interpretamos nuestra realidad.

De entre todo ello, el fenómeno del que quiero hablar ahora, y que en su momento me llevó a no pocas discusiones con mis "correligionarios" (casi siempre, aun con alguna excepción, tan cordiales como enriquecedoras) es uno que pone de manifiesto algunas interesantes contradicciones. A poco que uno frecuente ese mundo de activismo o militancia atea del que estamos hablando, rápidamente se topará con ateos que, por el mero hecho de serlo, se consideran superiores a los creyentes (o “crédulos”, como en ocasiones se les llama en ese mundillo), y así lo manifiestan y exhiben con prepotencia, en algunos casos con una insistencia tan agotadora que acaba resultando sospechosa, ya que parece desvelar cierta inseguridad que acaba desmintiendo esa supuesta superioridad de la que presumen. No es infrecuente encontrar al ateo que no vacila en autocalificarse como un individuo más inteligente, más racional o incluso más valiente (ante la existencia y la inexistencia) que cualquier creyente. Me atrevería incluso a bautizar este fenómeno calificándolo como “mito del ateo superior". Y quien lo sostiene está cayendo en el error de no apreciar una serie de cuestiones que comentaremos a continuación. En ello existe además una contradicción, porque quien afirma tal cosa está incurriendo precisamente en la irracionalidad de cuya ausencia presume.

Para empezar, habría que tener presente que ser ateo significa, únicamente, no aceptar la hipótesis de la existencia de dioses. Nada más. Es una característica de la persona que no añade a ésta ningún otro rasgo y que es totalmente independiente de sus restantes características. Se puede ser ateo y de izquierdas o ateo y de derechas, ateo y letrado o ateo y analfabeto, ateo y escéptico o ateo y creyente en las pseudociencias y/o lo paranormal... Y ninguno de esos otros rasgos hace que el ateo sea ni más ni menos ateo. Los inevitables gregarismo y necesidad de identificación del ser humano conducen a que, muy a menudo, más de un ateo posea la expectativa de que otros que también se califican como tales compartan igualmente otras de sus ideas y posiciones ideológicas o intelectuales. Comprobar que no necesariamente es así provoca a estas personas una gran confusión, e incluso les lleva a concluir que ese otro individuo no puede ser un ateo "de verdad", puesto que no es el tipo de ateo que se espera y desea. De hecho, incluso los hay (a demasiados conocí en su momento) que se arrogan la misión personal de asignar a los demás el "carnet de auténtico ateo", como si el autoadjudicarse esa potestad les ayudara a reafirmarse en su propio ateísmo.

A mi parecer, nadie es superior de manera absoluta o global a otro tan sólo por el hecho de ser ateo (o creyente). Un ateo, por el mero hecho de serlo, no tiene por qué ser alguien con mayor altura moral o intelectual que un creyente, pero no son pocos los que sostienen que sí, y además que es así de manera necesaria. Yo sostengo que no, principalmente porque, como ya he dicho, y es lo que muchos no entienden o no quieren aceptar, ser ateo es un rasgo personal totalmente independiente de cualesquiera otros que se posean. Otro asunto muy diferente es si aislamos ese rasgo y lo juzgamos en sí mismo y no a la persona que lo sustenta: ¿es el ateísmo más acertado intelectualmente que la creencia religiosa? Sí. ¿Es una moralidad que no se siga de la creencia religiosa preferible a la que sí lo hace? Sí (concibo que una moralidad es preferible a otra en función, entre otras cosas, de su solidez y fiabilidad. Confío muy poco en una moralidad religiosa desde el momento en que es totalmente heterónoma, sujetándose no a la autonomía del propio juicio sino a una autoridad externa, exactamente igual que la moralidad infantil).

Por lo tanto, "ser ateo" no significa más que eso: ser ateo; sin que ello tenga necesariamente que afectar a otras facetas de la persona (aunque, en realidad, suela hacerlo). En efecto, es más racional, más inteligente, más valiente e incluso más moral ser ateo que no serlo, pero eso no me convierte, necesariamente, en una persona, en general, para todo y de modo absoluto, más racional, más inteligente, más valiente o más moral.

La creencia (sí, creencia) en esa supuesta superioridad con respecto a los creyentes religiosos que apuntábamos al inicio nace de la incomprensión del hecho descrito en los párrafos anteriores. Podemos decir que el ateísmo, como posición intelectual, resulta más racional que la creencia religiosa, pero pretender a partir de esto que la persona que lo sostiene sea, en sí misma, necesariamente más racional constituye un salto lógico injustificable. Ser ateo, como dijimos, significa tan sólo ser ateo. Se puede, por ejemplo, ser ateo y al mismo tiempo tremendamente irracional en otras facetas. Y, repito, eso no te convierte en un falso ateo, a menos que pretendamos dar a este concepto un significado personal y restringido, que es en lo que muchos ateos incurren de hecho, cayendo en barrena en la falacia del "verdadero escocés".

Finalmente, no pocos ateos deberían comprender que no está justificado reprochar, desde la pretendida superioridad, a un creyente el mero hecho de serlo. La creencia religiosa es algo puramente emocional y, como tal, no está sujeta a la voluntad del sujeto: el creyente jamás lo es porque decida serlo. Y, si lo pensamos bien, tampoco el ateo lo es habitualmente (¿nunca, más bien?) como fruto de una decisión consciente y voluntaria. No me siento capacitado para disertar sobre los mecanismos psicológicos que existan detrás de este fenómeno, pero sí estoy bastante convencido de que un creyente no puede tomar, de manera voluntaria, la decisión de dejar de serlo, o a la inversa. ¿Puede alguien decir "a partir de mañana dejo de creer en Dios" de la misma manera que puede decir "a partir de mañana empiezo a ir al gimnasio"? Evidentemente, determinados factores llevarán al creyente a serlo o al ateo a no serlo, pero no me parece que ni una cosa ni la otra dependan de la libre elección.

¿Existe entonces algún motivo para sentirse orgulloso de ser ateo? A menudo se utiliza "orgulloso" como equivalente a "no sentirse avergonzado", y la (en muchos casos loable) intención de tal manifestación de "orgullo" es mostrar que no existen razones para la vergüenza, pero no es a eso, obviamente, a lo que aquí nos estamos refiriendo. Atengámonos a lo que significa realmente estar orgulloso de algo. Según el DRAE, "orgullo" es "arrogancia, vanidad, exceso de estimación propia". Y me temo que es eso precisamente de lo que padecen mucho ateos, alardeando de su condición de tales como algo que les sitúa de manera absoluta por encima de los demás. Y eso es lo que aquí no compartimos e incluso nos provoca rechazo. Yo puedo decir que me siento satisfecho de ser ateo, porque lo considero la postura intelectual e incluso moralmente correcta, pero no que me sienta exactamente "orgulloso". Principalmente, porque no me considero superior a nadie tan sólo por esa característica. Pero también porque entiendo que no se trata ni mucho menos de un mérito por mi parte. Más bien es algo que me ha venido dado, como ser blanco, varón o español, cosas de las que tampoco me siento ni tengo por qué sentirme (ni yo ni nadie) orgulloso.

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