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viernes, 1 de enero de 2021

PARAFRASEANDO A UN PRUSIANO

 
He encontrado últimamente por ahí a ciertos participantes en medios interneteros que andan proclamando (de manera, además, bastante agresiva, con nulos matices y con aún menos disposición al diálogo) una especie de muerte de la filosofía. Y el problema no reside en tal cosa en sí misma (legítima como lo es cualquier posición crítica), sino en el sinsentido de que lo hacen pretendiendo que con ello están defendiendo a capa y espada la trinchera de las ciencias (las cuales, por cierto, identifican tan sólo con las ciencias naturales, pareciendo ignorar que no son éstas las únicas). Servidor defiende por igual ambos modelos de saber, aunque los antes aludidos hayan llegado a sugerir la acusación de que, como ellos con la filosofía, uno desprecia las ciencias (ya sabes: si no estás conmigo, estás contra mí), y apuesta por, no ya la conveniencia, sino la necesidad e incluso la inevitabilidad de su recíproca cooperación. En consecuencia, no acabo de comprender que para defender una cosa haya de atacarse la otra. Es más, estoy convencido de que atacando a una se está en realidad atacando a ambas. Pobres de las ciencias; con semejantes amigos, ¿quién necesita enemigos?

Comprobada la pérdida de tiempo que supone intentar dialogar con quien se parapeta en el dogma, opto por responderles indirectamente desde aquí. Y sabedor de que, como suele decirse, a buen entendedor pocas palabras bastan, lo haré con una única frase, aunque posiblemente algún día desarrollemos más a fondo esta cuestión. Por lo tanto, parafraseando a cierto prusiano, manifestemos que:

La filosofía sin las ciencias es vacía; las ciencias sin la filosofía son ciegas.



MONTINARI: "LO QUE DIJO NIETZSCHE"





Mazzino Montinari
Lo que dijo Nietzsche
(Che cosa ha detto Nietzsche)
Traducción de Enrique Lynch
Año de publicación: 1999
Edición: Ediciones Salamandra, Barcelona, 2003



Montinari, filólogo, es uno de los autores más acreditados en los últimos tiempos para hablarnos de Nietzsche. Junto con Giorgio Colli, es el artífice de la edición crítica de las obras completas del alemán, siendo su cometido principal, en ese proyecto, el de ocuparse del análisis de sus manuscritos. El resultado de los veinte años de investigación empleados para esa tarea han dado a Montinari también como fruto el texto que aquí nos ocupa y otros como Sobre Nietzsche (1981) y Leer a Nietzsche (1982).

El libro se encuentra a medio camino entre la biografía y la exposición de las ideas de Nietzsche, aunque sin profundizar en demasía en ninguno de ambos aspectos. Resulta especialmente útil para disponer de una visión sintética de la evolución intelectual del pensador y del lugar de cada uno de sus textos en el conjunto de su obra.
Quizá su principal valor deriva del hecho de presentarse como uno de los primeros estudios sobre Nietzsche escritos bajo el imperativo de la objetividad y la honestidad intelectual, huyendo de los apasionamientos, la subjetividad, los estereotipos y los prejuicios falseadores a los que tradicionalmente habían estado sometidas su figura y su obra, tanto entre sus detractores como entre sus seguidores. De hecho, Montinari dedica buena parte de sus comentarios (véanse especialmente la introducción y el capítulo quinto) a denunciar esa tradición interpretativa de Nietzsche. El origen de la misma se halla en la imagen deformada de la vida y obra del filósofo que tras su muerte ofrece su hermana, la cual sería la fuente de la que beberían numerosos estudiosos desvirtuando sus juicios, generando falsos debates e impidiendo una valoración correcta del legado nietzscheano. La alternativa interpretativa de Montinari pretende una total objetividad al basarse en el análisis desapasionado de los propios manuscritos (Montinari también nos habla por extenso sobre las dificultades interpretativas y biográficas que presenta Nietzsche).
Sobre las investigaciones de Montinari acerca de Nietzsche, abundando en las cuestiones anteriores, y la postura personal de Montinari hacia su filosofía, encontramos cerrando el volumen un clarificador texto de otro experto en Nietzsche, Giuliano Campioni, discípulo de Montinari y continuador del proyecto editorial emprendido por éste y Colli.

Bajo la premisa de que la vida de Nietzsche es su pensamiento en evolución, Montinari se centra a lo largo de los cuatro primeros capítulos en los comentarios sucesivos de las distintas obras de Nietzsche, agrupadas en distintas etapas. Pero al mismo tiempo presenta interesante información sobre las circunstancias vitales en que la creación de tales obras tiene lugar; es decir, expone la trayectoria biográfica de Nietzsche al hilo del desarrollo de su filosofía. Así, tras un primer capítulo -La juventud de Nietzsche (1844-1869)- en el que, como su propio título indica, se nos narran los antecedentes vitales e intelectuales del que acabaría siendo uno de los filósofos contemporáneos más relevantes, esenciales, en nuestra opinión, para comprender el porqué y el cómo de su pensamiento, en el segundo capítulo -Los años de Basilea (1869-1879)-, al mismo tiempo que se continua con la narración del contexto vital que las enmarcan, se comienzan a analizar las obras.
Así, Montinari nos habla sobre El nacimiento de la tragedia, primera manifestación de la afirmación de la vida por parte de su autor (“el impulso filosófico originario de Nietzsche surgió de su voluntad de decir sí a la vida, de cualquier modo y en cualquier circunstancia”). En esa medida, supone el alejamiento con respecto a Schopenhauer: frente al pesimismo negador de la vida de aquél, Nietzsche “quería justificar la vida entera tal como es”. Nietzsche encuentra la vía de aceptación de la vida en la estética, siendo esto lo que se manifiesta en el fenómeno de la tragedia griega (“penetrar en una metafísica del arte, pues (...) la existencia, el mundo, sólo se justifica en tanto que fenómeno estético”).
Llega a continuación Humano, demasiado humano, abandono declarado de las opiniones metafísico-estéticas (y, por tanto, condena del arte, antirromanticismo) de la obra anterior: “Así, mientras en la época de El nacimiento de la tragedia el mundo debía tener una justificación estética, ahora son las potencias estéticas de la humanidad las que más la alejan de la verdad. Esto no quiere decir que el mundo tenga otras justificaciones: parece que, en este momento, Nietzsche pensaba que el mundo carece de sentido. Una vez que ha caído la religión, junto con el arte, y ha quedado frustrada la necesidad metafísica (...), sólo queda la búsqueda del ideal de la sabiduría contemplativa, ésa que Nietzsche describía en la figura del espíritu libre”.
          Nietzsche lo cataloga como un libro para “espíritus libres”. Está dedicado a la crítica y abandono (y en tal sentido liberación para el espíritu) de todas las convicciones (religiosas, metafísicas, estéticas...) “que -como errores providenciales- han dado forma a la humanidad moderna. Su medio de regresar a las fases anteriores de la cultura es la historia, la observación psicológica. Su privilegio es justo el hecho de encontrarse en el límite y como en equilibrio entre el pasado, con la religión, el arte y la metafísica, y el futuro, que ahora pertenece al conocimiento científico. Desde esa nueva perspectiva, Nietzsche consideraba las ilusiones del pasado como etapas hacia la sabiduría, que es el ideal del espíritu libre”.
          Lo anterior conduce al retrato del pensador del futuro, un individuo de “vida contemplativa, que hoy -esto es, en la época moderna- ha caído en descrédito (...) Nietzsche habla a menudo (...) de la necesidad de revalorizar la vida contemplativa, la vida dedicada a la obtención de la sabiduría -Epicuro proporciona el modelo clásico de este ideal-, que es al mismo tiempo limitación consciente al mundo circunscrito de la experiencia -ciencia, historia, observación psicológica- y renuncia a la acción. Además, el espíritu libre no es productivo, es decir, no puede ser poeta ni artista, y estos hombres productivos no pueden ser espíritus libres por que sólo la religión o la metafísica, no la ciencia, pueden hacer que surjan la poesía y el arte. Por lo que se refiere a la acción, Nietzsche traza una especie de retrato utópico del pensador del futuro, en el cual debería fundirse el activismo europeo y americano con la capacidad asiática de contemplación del campesino ruso. Esta combinación conduciría necesariamente a la humanidad a la solución del enigma del mundo; mientras tanto, los espíritus libres tienen una función que cumplir; la de derribar todas las barreras que se opongan a una fusión de los hombres: religiones, estados, instintos monárquicos, ilusiones sobre la riqueza y la pobreza, prejuicios de raza, etc.”.
Se comentan también en este capítulo otras obras de esta etapa, que adoptan la misma línea que Humano, formando así una unidad dentro del conjunto de la obra de Nietzsche:
Consideración intempestiva IV, en la que el distanciamiento con respecto a Wagner constituye un anticipo y síntoma de la condena del arte presente en Humano. Montinari se detiene aquí en la ruptura y el enfrentamiento con Wagner (“temas que diez años después volveremos a encontrar en su libelo contra Wagner” - Montinari se refiere aquí al texto Nietzsche contra Wagner).
        Opiniones y sentencias, apéndice a Humano publicado posteriormente a aquél y que abunda en los planteamientos de dicha obra (“aversión hacia el pathos trágico y el idealismo moral”, “se desarrolla la campaña antirromántica iniciada en Humano, demasiado humano, -véase sobre todo el aforismo 221-, que sería, de ahí en adelante, un tema constante en la obra de Nietzsche”).
El caminante y su sombra, que nace como segundo (tras Opiniones y sentencias) y último apéndice de Humano, continuando con su temática e intención.

El siguiente capítulo -La filosofía de Zaratustra (1880-1884)- se corresponde con la etapa de madurez del pensamiento de Nietzsche.
Comienza hablándonos de Aurora. Tanto en esta obra como en las restantes del mismo periodo se manifiesta como tema de fondo la pasión del conocimiento, como continuidad lógica de lo establecido en el primer conjunto de obras: aquéllas están dedicadas al abandono de unas determinadas ideas para llegar así a la liberación del espíritu; una vez logrado esto, lo que parece plantearse Nietzsche es partir de ese punto (a modo de tabula rasa) hacia la construcción de un saber adecuado, lo cual considera como su tarea (véase Ecce homo) y a lo que otorga un valor por encima de cualquier otra cosa (“Si Humano, demasiado humano celebraba el advenimiento de la liberación del espíritu, Aurora es un himno a la pasión del conocimiento: entre los dos momentos hay afinidades y continuidades, pero mientras Humano era todavía el «monumento de una crisis» (...), es decir, la expresión del alejamiento respecto a los ideales decadentes y estetizantes (...), Aurora por su parte nos ofrece un Nietzsche (...) que ha descubierto cuál es su deber: «En nosotros, el conocimiento se ha convertido en pasión que no teme ningún sacrificio (...), ¡preferimos que la humanidad perezca a que retroceda el conocimiento!» (...) La serenidad del desencanto, típica de toda la producción ilustrada o volteriana de Nietzsche, deja paso al nuevo pathos”).
Dicha tarea se plasma en Aurora en la continuación de la actividad destructora de toda convicción (“(...) reposará en el lema del espíritu libre, que dice que «las convicciones son peores enemigas de la verdad que la mentira» (...). Nietzsche no tenía ninguna convicción, ningún proyecto reformador que imponer a sus contemporáneos (...). Ahora que había escapado de la prisión de las convicciones, no quería construir una nueva; al contrario, la destrucción de las convicciones se hizo más radical”).
La actividad destructora de toda convicción se centrará ahora en la crítica de la moral. En el análisis de Nietzsche, de cariz relativista, “los prejuicios morales” son convenciones de raíz histórica y psicológica -para su análisis crítico, Nietzsche se apoya en la lectura de obras de historia, etnología o zoología comparada- y carentes de todo fundamento racional, si bien “la moral (...) se ha ido impregnando poco a poco de razón (aforismo 1) y ha sometido incluso a aquellos capaces de poner en duda la racionalidad: los filósofos”. Del mismo modo que el mundo no tiene un significado metafísico, tampoco tiene un significado ético.
La gaya ciencia se plantearía en su proceso de preparación como una continuación de Aurora. Retoma el tema de la crítica de la moral y, por otro lado, preludia la obra posterior, presentando ya al personaje de Zaratustra y su filosofía de afirmación de la vida, que se comienza a anunciar aquí.
Y, finalmente, llega el celebrado Así habló Zaratustra, donde quedan retratadas algunas de las ideas fundamentales de su autor, como la voluntad de poder, el eterno retorno o el superhombre, “conceptos límite en el horizonte de una visión antimetafísica y antipesimista del mundo, tras la muerte de Dios”, “(...) conocimiento adquirido en los límites de lo racional”.

El capítulo cuarto  -El último Nietzsche (1885-1889)- hace referencia a la última etapa y arranca centrándose en el inconcluso proyecto de La voluntad de poder: “Tras la publicación de Zaratustra sus planes cambiaron. Primero pensó que había escrito la «parte positiva» de su filosofía y (...) ahora le quedaba por exponer la «parte negativa» (...) crítica de la moral, de la teoría del conocimiento de la estética, etc.”.
El primer resultado de tal labor es Más allá del bien y del mal, que, dice Montinari recogiendo las palabras del propio Nietzsche, “es el «preludio de una filosofía del porvenir» y, por otra parte, «afirma las mismas cosas que Zaratustra, sólo que de otra manera» (...) entonces también Zaratustra es un preludio y, en efecto, Nietzsche lo definió como el «vestíbulo» de su filosofía. Pero ¿dónde se encuentra su filosofía?”. Nietzsche concibe el proyecto de exponer de forma sistemática y completa sus conclusiones en una obra para la que maneja los títulos de La voluntad de poder, primero, y Transvaloración de todos los valores, más tarde. Montinari expone ahora de manera extensa y detallada la evolución de dicho proyecto, tal como se desprende del estudio directo de los apuntes manuscritos de Nietzsche, en los que aparecen sucesivos esbozos.
La conclusión de Montinari es que Nietzsche acabaría abandonando este proyecto, y los contenidos planeados para el mismo acabarían conformando El crepúsculo de los ídolos, que constituiría un compendio de su filosofía (“un resumen (...) de todas mis heterodoxias filosóficas más esenciales”- pág. 148), El Anticristo, que Nietzsche vendría a considerar como su obra concluyente en el lugar al que antes estaba destinado el proyecto La voluntad de poder. Lo anterior significa que el texto póstumo que con el título La voluntad de poder publicaría Elisabeth Nietzsche (y que se ha continuado reeditando hasta la actualidad) con la pretensión de constituir la obra cumbre inacabada de Nietzsche no sólo sería apócrifo en su contenido (recopilación de fragmentos inéditos realizada al albur de la hermana) sino también en su concepto, pues ya antes de su muerte el propio Nietzsche habría dado por cerrado su proyecto si bien transformándolo en otras obras.
Por otro lado, esta parte es también interesante porque reproduce el proceso de trabajo de investigación filológica llevado a cabo por Montinari, mostrando así en qué ha consistido éste y su valor para un conocimiento veraz de la obra de Nietzsche.
Otros temas tocados en este capítulo son la idea de transvaloración de los valores, la cuestión del nihilismo y otras obras como La genealogía de la moral Ecce homo.

Un último capítulo -Nietzsche y las “consecuencias”- trata sobre la recepción de la obra de Nietzsche tras su muerte (hasta la primera mitad del siglo XX), especialmente en referencia a las malinterpretaciones (ya a su favor, ya en su contra) como consecuencia de la manipulación de su legado que realiza su hermana (según Montinari, el Nietzsche deformado dominó hasta bien entrado el siglo XX y fue el que adoptaron incluso autores de prestigio como Thomas Mann). Se enumeran diversas polémicas suscitadas en la época, así como a literatos y pensadores en los que se rastrea su influencia y, finalmente, se habla de su adopción por el nazismo.
        Es en este último capítulo donde Montinari expresa de manera más explícita la intención subyacente a todo el texto de deshacer habituales equívocos sobre Nietzsche y su pensamiento para defender una visión de los mismos alejada de manipulaciones y malinterpretaciones tanto intencionadas como involuntarias. En esa línea, podemos cerrar este comentario haciendo referencia a sus reflexiones sobre lo que podríamos calificar como la manera adecuada de leer a Nietzsche Tomarlo al pie de la letra genera las posturas opuestas pero ambas erróneas que se dieron entre sus contemporáneos y durante la primera mitad del siglo XX: odio ante un loco o veneración ante un mesías. Frente a ello, Montinari retoma una afirmación de Overbeck: “Nietzsche es la persona en cuya proximidad he podido respirar con mayor libertad”. Dice Montinari: “Quien, al leer a Nietzsche, no sienta que respira con libertad debe mantenerse lejos de él para no convertirse en una caricatura, para no acabar siendo un devoto de Nietzsche”, “Peligro de leer a Nietzsche con entusiasmo. Nietzsche lo exige, pero si uno no lo tiene, o más bien si uno no consigue tenerlo exactamente como lo tuvo él, entonces acaba falsificándose a sí mismo y también a él”, “(...) ha ocurrido muchas veces desde entonces y siempre con gran perjuicio para el pensamiento de Nietzsche, que se ha visto acomodado a las más absurdas exigencias de lectores inmediatos o pasivos, es decir, desatentos. Lo que hace falta es una lectura activa de Nietzsche, una lectura que admita como un hecho la pasión por Nietzsche pero también su superación. La pasión por Nietzsche no puede ser el objetivo de nuestra lectura, sino solamente el comienzo necesario”.

FRITZE: "CONOCIMIENTO INVENTADO"

 
 



Ronald H. Fritze
Conocimiento inventado. Falacias históricas, ciencia amañada y pseudo-religiones 
(Invented Knowledge. False History, Fake Science and Pseudo-Religions)
Traducción de José Adrián Vitier
Madrid, Turner, 2010
 

Nos encontramos con otro libro situado en el género de la crítica desde el escepticismo científico a falsos saberes pseudocientíficos. Pero éste ofrece la particularidad de ocuparse del susodicho problema en el terreno de las ciencias sociales, en concreto de la pseudohistoria. Esto lo convierte en especialmente original e incluso en una contribución que ayuda a subsanar cierta laguna bibliográfica, pues la mayor parte de los textos de este estilo suele centrarse en el ámbito de las ciencias naturales (una excepción digna de mención es la obra de Shermer Por qué creemos en cosas raras, también reseñada en este blog, en la cual se dedica una extensa sección al tema de la pseudohistoria, con un tratamiento en bastante profundidad de casos como el del negacionismo del Holocausto, el cual, por cierto, no es recogido por Fritze en el texto que nos ocupa).

En la "Introducción" se comienza presentando el problema de las creencias pseudohistóricas y de su difusión, apoyándose en los ejemplos de algunos casos diferentes a los que serán después analizados en profundidad en el libro. Y se ensaya una definición de "pseudohistoria" mediante la enumeración de una serie de rasgos que la diferenciarían de la auténtica ciencia histórica, incluso cuando ésta pueda presentar teorías erróneas. Es decir, se pretende clarificar que de lo que se trata no es de algo tan legítimo como hipótesis científicas que puedan acabar resultando falsadas, sino de un fenómeno que ni siquiera puede considerarse que cumpla los requisitos del auténtico conocimiento científico, especialmente en tanto que consiste en especular gratuitamente desde la ignorancia premeditada de la evidencia disponible (o de la ausencia de ella, que para el caso es lo mismo). Por ello, y en relación con esto, el autor pone especial cuidado en distinguir, aquí y en otros momentos del texto (al hilo de algunos de los casos concretos que se tratan) entre lo que sería auténtica pseudohistoria y la mera historiografía errónea. Ésta última incurre en hipótesis que acabarán demostrándose fallidas, pero no deja de poseer un espíritu científico correcto que si no consigue conducir a buenas conclusiones no es sino por el estado deficitario de los conocimientos de su época o por la carencia de apropiados recursos para la aplicación de la metodología apropiada.

También en esta parte inicial del libro encontramos algunas digresiones interesantes acerca de ciertos aspectos del fenómeno como las claves de su éxito popular y editorial o el estilo argumentativo de los pseudohistoriadores.

En los últimos párrafos de la "Introducción" el autor explica y justifica la selección de casos que ha elegido tratar en el libro. Tras ello, en cada uno de los sucesivos capítulos el autor va a presentar un caso representativo de pseudohistoria, lo que nos permitirá apreciar los elementos comunmontinaries que subyacen a todos ellos y que por tanto caracterizan este tipo de fenómeno. Por ejemplo, el hecho de que suelan ser utilizados como justificación de determinadas ideologías cuyas afirmaciones pretenden ser legitimadas recurriendo a un "pasado histórico" ficticio construido ad hoc. Para cada uno de los casos expuestos, se describirán las distintas manifestaciones de la creencia pseudohistórica en cuestión, haciendo ver al lector al mismo tiempo su falta de fundamento empírico. Todo ello, por cierto, con tal profusión de referencias y datos que, aunque admirable, en ocasiones puede llegar a resultar apabullante (lo cual incluso puede lastrar en algunas páginas el ritmo de la lectura), pero que también aporta el necesario rigor a lo expuesto por Fritze.

Cap. 1. La Atlántida: madre de la pseudohistoria

Se presenta la leyenda de la Atlántida como posiblemente el primero y desde luego el más paradigmático caso de especulación pseudohistórica. Y también el de más largo recorrido, pues tras aparecer mencionada en la obra de Platón, que de ese modo daría pie a la leyenda, desde la antigüedad hasta el presente seguirían surgiendo defensores de la historicidad de la Atlántida, destacándose el hecho de que, a lo largo de la modernidad, tales teorías se centrarían en la pretensión de ponerla en relación con el nuevo continente americano, como sucedería con Francis Bacon y su obra La Nueva Atlántida.

En el XIX aparecería la obra de Ignatius Donnelly La Atlántida: el mundo antediluviano, la cual constituiría un hito en un doble aspecto. En primer lugar, porque se convertiría en la base de las creencias contemporáneas sobre la Atlántida, ofreciendo la caracterización de la misma que resultaría adoptada de manera habitual por la cultura popular. Y en segundo lugar porque se puede considerar la primera manifestación plenamente pseudohistórica sobre este tema, ya que mientras los autores anteriores basarían sus hipótesis en el estado incompleto o errado del conocimiento de sus respectivas épocas, en el momento en que aparece el texto de Donnelly ya se dispone de suficiente evidencia en contra de la hipótesis de la historicidad de la Atlántida.

Entre los siglos XIX y XX, la creencia en la Atlántida se manifestaría en una vertiente relacionada con el misticismo ocultista, a través de personajes como H. P. Blavatsky (una de las fundadoras de la Teosofía) o Edgar Cayce, entre algunos otros que se mencionan en el texto.

Fritze completa su recorrido por las distintas expresiones de la leyenda recogiendo su representación en la cultura popular, tal como se ha dado en determinadas creaciones cinematográficas, televisivas o literarias.

Cap. 2. ¿Quién llegó primero? La pseudohistoria del descubrimiento y la colonización de la América antigua

Las abundantes hipótesis pseudohistóricas acerca de la América precolombina. Poseen dos vertientes: las referidas a quiénes fueron los primeros pobladores del continente y las referidas a supuestos visitantes y colonizadores procedentes del Viejo Mundo que "descubrieran" América antes que Colón.

Las atribuciones del descubrimiento de América a otros distintos de Colón comienzan ya en la época de éste. A veces se encuentran movidas por intereses que responden al orgullo nacional o étnico y otras por la mera inclinación a la especulación extravagante. Así, se ha pretendido atribuir el mérito a algún personaje anónimo que hubiera facilitado a Colón la información necesaria para hallar el continente (el Piloto Desconocido), navegantes venecianos, los antiguos galos, el príncipe galés Madoc (acompañada esta teoría por la muy difundida creencia en la existencia de indios de ascendencia galesa), exploradores escandinavos, pueblos de diversas zonas de África o una flota de Alejandro Magno.

En cuando a las ideas pseudocientíficas acerca de los primeros pobladores del continente americano, se alimentan del hecho de que en el campo de la ciencia legítima no exista un consenso acerca de la cuestión. Un caso destacado ha sido el del cráneo de Kennewick, con implicaciones judiciales y políticas de altura alrededor del enfrentamiento del colectivo de los indios norteamericanos contra quienes han reclamado la categoría de pobladores originales del continente para pueblos de procedencias tan diversas como Escandinavia o la Polinesia. También han sido presentados como candidatos a ese papel fenicios y cartagineses, los antiguos hebreos (estableciéndose relaciones con los relatos bíblicos y con derivaciones en el mormonismo), troyanos, hindúes y chinos.
Mención aparte se dedica al caso de Gavin Menzies y su libro de 2002 1421: The Year China Discovered America. En él se desarrolla la hipótesis de que la China de la dinastía Ming visitara y colonizara la América precolombina. Se trata de uno de los mayores best-sellers en el género de la pseudohistoria, con la correspondiente polémica en los medios de comunicación y entre los especialistas.

Cap. 3. Gente del fango, hijos de Satán e Identidad Cristiana: cosmogonías racistas, primera parte

Tanto este capítulo como el siguiente se ocupan de teorías pseudohistóricas que han sido utilizadas para fundamentar las ideologías racistas de ciertos movimientos sociopolíticos organizados. Dichas teorías ofrecen una explicación del origen del ser humano y de las distintas razas que justifica la creencia en la supremacía de una determinada raza sobre otras, y el sometimiento e incluso el exterminio de esas razas que son consideradas como inferiores y malvadas.

Se trata aquí del grupo supremacista blanco estadounidense Unidad Cristiana: su aparición, historia y objetivos. Sus fundamentos teóricos se encuentran en la pseudohistoria, al consistir en determinadas interpretaciones muy particulares y heterodoxas del Antiguo Testamento. El antecedente de esas ideas reside en el "angloisraelismo", teoría surgida en el siglo XVIII y que sostiene que los anglosajones son los descendientes directos de los pueblos israelitas de la Biblia, elegidos por Dios. A ello se sumarían otras teorías, como la de que ese pueblo elegido constituiría la estirpe de Adán, mientras las restantes razas serían descendientes de otros seres que Dios creó antes que a Adán, inferiores y esencialmente malignos. Especialmente destacado dentro de su ideario es su antisemitismo, basado en la idea de que los judíos son descendientes de Satán y, por tanto, la herramienta para el mal en el mundo.

Cap. 4. Científicos locos, diablos blancos y La Nación del Islam: cosmogonías racistas, segunda parte

Un fenómeno de igual cariz que Identidad Cristiana sería La Nación del Islam, en su caso defendiendo la superioridad de la raza negra. Surge en EEUU como reacción ante la discriminación sufrida por la población negra, y de la mano de su inicial líder, Wallace D. Fard, del cual todo indica que se trataba de un farsante que empleó semejante montaje como treta para su enriquecimiento personal. No obstante, al responder a expectativas y necesidades reivindicativas genuinas de la comunidad afroamericana, consiguió en ésta gran arraigo y expansión, generando en su seno líderes como Malcolm X y perviviendo como agrupación hasta el presente.

Sus fundamentos teóricos, construidos por el mismo Fard, constituyen una mezcolanza de elementos del Islam con apenas ninguna fidelidad al Islam original, inspiraciones en la cultura popular del siglo XX que incluyen elementos de ciencia ficción, y teorías pseudohistóricas acerca del origen del ser humano. Éstas justificaban una racismo antiblanco desde la idea de que el pueblo negro es la creación original de Dios, mientras que la raza blanca resulta de una degeneración creada para traer el mal y la opresión sobre los negros.

Cap. 5. Pseudohistoria epidémica o pseudohistoriadores confabulados

Dedicado a una serie de autores de la segunda mitad del siglo XX que, por su éxito, se han convertido en referencias en el terreno de la pseudohistoria, tanto para el gran público como para los inmersos de manera más especializada en lo que el autor denomina a lo largo de todo el libro "entorno cúltico" de la pseudohistoria.

Se trata de manera protagonista a Velikovsky, Hapgood, Däniken, Sitchin y Hancock, y de modo tangencial y al hilo de lo desarrollado acerca de los anteriores, a algunos otros como Flem-Ath. Al existir entre estos autores, en muchos casos, cierta convergencia en cuanto a los temas que tratan, se detectarían determinadas influencias y continuidad entre algunos de ellos, de modo que entre todos habrían construido un acervo de creencias que ha encontrado ciertos arraigo y difusión en la cultura contemporánea. Igualmente, se narra el enfrentamiento a estas teorías desde instancias científicas oficiales que se produjo en el caso de algunos de estos autores.

Los mencionados han recorrido temáticas que se centran, fundamentalmente, en acontecimientos sucedidos en el pasado remoto de la prehistoria o la antigüedad de las primeras civilizaciones y que, supuestamente, serían ignorados por la ciencia oficial: catástrofes planetarias, desplazamientos de la corteza terrestre, cronologías alternativas de la historia antigua, visitas de extraterrestres en la antigüedad, civilizaciones desaparecidas de la Edad del Hielo, religiones secretas milenarias,...

Cap. 6. Profesores a la greña: la controversia en torno a "Atenea Negra"

Acerca de las ideas expuestas en el libro de Martin Bernal Atenea negra (1987). En él propone una hipótesis alternativa a la oficial acerca de los orígenes de la civilización griega y, en consecuencia, de la occidental en general. Según Bernal, sus raíces se encuentran en la cultura africana a través de los egipcios. Sin embargo, la historiografía oficial habría silenciado este hecho desde el siglo XIX por motivos racistas, antisemitas y eurocentristas (presentando lo que Bernal llama el Modelo Ario). Las ideas de Bernal han generado un amplio e intenso debate en el mundo académico, en el cual, según sus detractores, sus ideas ya han sido totalmente descalificadas debido a sus errores metodológicos y a su ausencia de evidencia. La polémica al respecto queda alimentada por las implicaciones tanto epistemológicas como político-ideológicas de la propuesta de Bernal. En lo epistemológico, se ha erigido en adalid de la posición posmodernista y relativista; en lo político, se ha alimentado de las reivindicaciones afrocentristas.

En definitiva, un libro muy interesante, especialmente por tratar una temática no suficientemente atendida en la bibliografía habitual sobre pseudociencias.