He encontrado últimamente por ahí a ciertos participantes en medios interneteros que andan proclamando (de manera, además, bastante agresiva, con nulos matices y con aún menos disposición al diálogo) una especie de muerte de la filosofía. Y el problema no reside en tal cosa en sí misma (legítima como lo es cualquier posición crítica), sino en el sinsentido de que lo hacen pretendiendo que con ello están defendiendo a capa y espada la trinchera de las ciencias (las cuales, por cierto, identifican tan sólo con las ciencias naturales, pareciendo ignorar que no son éstas las únicas). Servidor defiende por igual ambos modelos de saber, aunque los antes aludidos hayan llegado a sugerir la acusación de que, como ellos con la filosofía, uno desprecia las ciencias (ya sabes: si no estás conmigo, estás contra mí), y apuesta por, no ya la conveniencia, sino la necesidad e incluso la inevitabilidad de su recíproca cooperación. En consecuencia, no acabo de comprender que para defender una cosa haya de atacarse la otra. Es más, estoy convencido de que atacando a una se está en realidad atacando a ambas. Pobres de las ciencias; con semejantes amigos, ¿quién necesita enemigos?
Comprobada la pérdida de tiempo que supone intentar dialogar con quien se parapeta en el dogma, opto por responderles indirectamente desde aquí. Y sabedor de que, como suele decirse, a buen entendedor pocas palabras bastan, lo haré con una única frase, aunque posiblemente algún día desarrollemos más a fondo esta cuestión. Por lo tanto, parafraseando a cierto prusiano, manifestemos que:
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.