Juan José Millás y Juan Luis Arsuaga
La conciencia contada por un sapiens a un neandertal
Alfaguara, Barcelona, 2024
Tenemos aquí la tercera entrega (y última, según aseguran los autores) de la exitosa serie La… contada por un sapiens a un neandertal. Antes que nada, hemos de congratularnos de que libros como estos, en los que la divulgación científica seria y rigurosa se combina con una excelente calidad literaria (no podía ser menos en ninguno de ambos aspectos, siendo sus artífices quienes son) gocen de tan buena recepción por el público.
Los dos anteriores volúmenes, sobre la vida y la muerte ya fueron reseñados en este blog (aquí y aquí). En el caso del primero, en su momento manifestamos nuestro ferviente entusiasmo y decíamos quedar a la espera de la segunda parte que los autores prometían. En el caso del segundo, aunque también lo leímos con enorme placer, no nos pareció que lograse igualar la brillantez del anterior, y cerrábamos nuestro comentario deseando que los autores no cediesen a la tentación de exprimir el producto hasta acabar agotándolo. Inteligentemente, han decidido poner aquí el punto final. Una vez completada la lectura de la trilogía, podemos ya afirmar que cada una de las entregas de la serie nos ha gustado algo menos que la anterior. En el aspecto literario, ha existido una progresiva mengua de los momentos brillantes e ingeniosos, que en el primer título eran constantes. En el aspecto científico, da la sensación de que la enjundia también ha sido cada vez menor. Con este tercer volumen, nos queda la sensación de que Arsuaga no le ha descubierto a Millás (por tanto, al lector) ni una ínfima parte de que lo que se nos ofreció anteriormente (de nuevo, sobre todo en la primera entrega). Aunque, por otra parte, uno de los mejores momentos de la saga lo encontramos en el capítulo final de este libro, con su magistralmente vívida descripción de una visita a la catedral de Burgos y el sentir crepuscular de la despedida de los dos compañeros de viaje intelectual, como si Millás hubiera decidido regalarnos con una traca final memorable. Por otra parte, el juego de “sapiens y neandertal” (y con él la peculiar y divertida relación entre los protagonistas) queda aquí ya muy diluido (solo se rememora a través de tres o cuatro vagas alusiones) y, al no volver a introducir al lector en el mismo, quienes se enfrenten a este volumen sin conocer los anteriores difícilmente lo apreciarán. No obstante, no queremos dejar la impresión de que nuestra valoración global es negativa; quizás solo se trate de que el primer volumen de la serie ya había dejado el listón tremendamente alto.
Refiriéndonos ya al contenido, hemos de decir que el título no es del todo fiel al mismo, pues la temática tratada no se centra tanto en la conciencia de manera específica (de la que también se habla, desde luego) como se ocupa de la vida mental en diversos aspectos y del cerebro como sustrato físico de la misma. Así, se recorren cuestiones como el debate sobre el dualismo mente-cerebro, el problema del libre albedrío, la comparación cerebro-ordenador (que, aunque habitual, Arsuaga rechaza), las funciones de las distintas estructuras del cerebro, en qué consiste la inteligencia y su presencia en distintas especies, la inteligencia social, la identidad personal o “yo”… Especialmente interesante nos ha resultado el interrogante (al que no se da respuesta) acerca del porqué de la autoconciencia, ya que aparentemente se trata de un fenómeno sin utilidad adaptativa ninguna (lo cierto es que nunca lo habíamos pensado… y me temo que a partir de ahora no tendremos más remedio que hacerlo). También en algún momento el texto se sale de modo algo discordante de la temática, como en un capítulo sobre la sexualidad y la reproducción humanas o la discusión en otro acerca del papel del altruismo como factor evolutivo, que parece que hubieran tenido su auténtico encaje en el primer título de la serie más que en este.
Ante todos estos asuntos, los dos personajes representarán posiciones contrapuestas, reflejando el clásico choque entre las “dos culturas” (tal como las retratara Snow) en un juego literario de roles estereotipados: el racional científico Arsuaga frente al emocional humanista Millás. El primero, materialista y biologicista; el segundo, psicologista. Mientras Arsuaga rechaza desde una perspectiva reduccionista la distinción entre cerebro y mente, Millás no comprende que su compañero se niegue a reconocer la segunda como una entidad diferenciada y sustantiva.
No quiero concluir sin volver a aclarar que, a pesar de algunos de los comentarios expresados en párrafos anteriores, consideramos muy recomendables tanto este libro en particular como la trilogía de que forma parte. En ella encontramos un formato de exposición que ha resultado ser un genial hallazgo por parte de sus artífices y que vamos a atesorar en nuestras estanterías como una de las más agradables experiencias lectoras de que hemos podido gozar en los últimos tiempos. Ahora que ya han llegado al final de su camino conjunto, podemos decir… gracias, Millás; gracias, Arsuaga.