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domingo, 1 de diciembre de 2019

HERRERO: "ELEMENTOS DEL PENSAMIENTO CRÍTICO"






Julio César Herrero
Elementos del pensamiento crítico
Madrid, Marcial Pons, 2018


El autor, periodista y doctor en Ciencias de la Información y especializado en comunicación y marketing político, presenta un extenso currículo tanto en el ámbito universitario como en los medios de comunicación. Ejerce como asesor político y colaborador en programas de radio y televisión, y su bagaje se deja notar en el enfoque y contenidos del libro, decantado en buena medida hacia la teoría de la argumentación (y en algunos momentos, casi, hacia la retórica).

En la "Presentación" e "Introducción" se defiende la importancia del pensamiento crítico y se pone de manifiesto su ausencia en el sistema educativo español (frente a otros, como el estadounidense, donde sí se encuentra presente). Este breve libro se presenta como una somera introducción al tema que invita a una mayor profundización.

Dispone de útiles apartados complementarios como un glosario, un índice temático y una bibliografía que consta, principalmente, de obras de carácter genérico e introductorio, la mayor parte de ellas en inglés aunque también algunas en español, incluyendo otras obras del autor.

Tras un primer capítulo que, inevitablemente, trata acerca de en qué consiste el pensamiento crítico, se suceden una serie de capítulos en los que, como anuncia el título del libro, se recogen algunos de los elementos a tener en cuenta a propósito del tema.

Así, el capítulo 2 ("La cuestión y el análisis de la cuestión") nos habla acerca de la delimitación del asunto sobre el que se argumenta: la importancia de este hecho, tipos de cuestiones, condiciones que se han de cumplir o efectos de que la cuestión no se encuentre adecuadamente definida.

En el capítulo 3 ("El argumento") encontramos una explicación acerca de en qué consiste un argumento y su estructura, cómo reconocer un argumento o las relaciones entre las premisas y la conclusión. 

El capítulo 4 ("Las evidencias") trata sobre qué son las evidencias, su papel en la argumentación y qué condiciones han de cumplir para su aceptación. Especialmente interesante resulta la exposición acerca de las fuentes (testimonios, expertos, encuestas, estudios científicos e Internet) y cómo valorarlas.

El capítulo 5 ("Las falacias") nos descubre en qué consiste una falacia, proponiendo una tipología de las mismas y presentando algunas de las más habituales, acompañadas de los correspondientes ejemplos (aunque hemos de decir que no son pocas las obras en que podemos encontrar una mejor exposición de este tema en particular).

El capítulo 6 ("El lenguaje") se centra en la importancia que un empleo adecuado del lenguaje posee para la argumentación. Se enumeran algunos requisitos de dicho uso adecuado (como, entre otros, precisión frente a ambigüedad) y algunos recursos retóricos. También se recogen algunas falacias relacionadas con el uso del lenguaje.

A lo largo de los capítulos 7 a 12 se exponen distintos tipos de argumentación. Para todos ellos se explica en qué consiste el argumento en cuestión, cómo juzgar su validez y las falacias a él asociadas. De tal manera, nos encontramos con los argumentos deductivo e inductivo (cap. 7), disyuntivo (cap. 8), hipotético (cap. 9), analógico (cap. 10), causal (cap. 11) y de generalización (cap. 12).

En el capítulo 13 ("La refutación") se nos explica en qué consiste la refutación de un argumento, cómo analizar un argumento en vistas a su refutación y qué estrategias se pueden emplear para ello.

Y, finalmente, en el capítulo 14 ("La estructura del razonamiento") se presenta una especie de síntesis de todos los elementos anteriormente tratados con el objeto de explicar cómo estructurar y desarrollar una estrategia argumentativa.

Es éste un libro que puede resultar de interés para quien se acerque por primera vez al pensamiento crítico o la teoría de la argumentación, pero no, desde luego, para quien ya conozca mínimamente este campo. En cualquier caso, cumple su función introductoria, que parece ser la única que pretende, presentando un amplio y variado número de cuestiones en cada una de las cuales el lector podrá profundizar posteriormente a través de otras obras. No obstante, no nos ha terminado de parecer acertado el modo en que explica algunos conceptos, ni tampoco ciertos aspectos de su estructura expositiva. Podríamos decir que se trata de un no despreciable primer paso para acceder a la temática de que se ocupa, pero a olvidar en cuanto la persona interesada se haya adentrado en dicha temática con la ayuda de otras obras de mayor calidad.

BAUDET: "ERRORES CIENTÍFICOS IMPERDONABLES"






Jean C. Baudet
Errores científicos imperdonables
(Curieuses histoires de la Science)
Traducción de Eva Jiménez Juliá
Barcelona, Ediciones Robinbook, 2013


La ciencia no es un modelo de conocimiento perfecto. ¿Cómo podría si los mismos mecanismos cognoscitivos de quienes la producen, los seres humanos, son enormemente imperfectos? Ahora bien, tampoco presume de serlo, y es en ese autorreconocimiento de su imperfección donde juega su gran baza, pues gracias a semejante conciencia de sus límites se convierte en el mejor modo de conocimiento de que disponemos. Y ello porque tal cosa hace posibles los mecanismos de permanente revisabilidad que constituyen uno de sus rasgos característicos. Por ello, el atender a los numerosos errores (o, si existe intencionalidad, simplemente fraudes) que se producen en su seno resulta, aunque pueda parecer paradójico, una de las mejores maneras de destacar las bondades de la ciencia. Porque lo que con ello se consigue es demostrar que el pensamiento científico nos ofrece la garantía de que, tarde o temprano, lo erróneo acaba siendo descubierto y depurado, posibilitando así el avance, por muy lleno de tropiezos que resulte, hacia una cada vez mejor explicación del mundo.

Precisamente por lo anterior, Baudet construye este libro como un recorrido por las pifias más destacadas de la historia de la ciencia, algunas escandalosas y espectaculares, otras más discretas. Lo hace en orden cronológico, partiendo de los albores del pensamiento racional en la cultura occidental y llegando hasta las últimas décadas del siglo XX, aprovechando también para registrar, al hilo de los errores a los que se otorga el protagonismo, algunos de los principales “aciertos” e hitos en el desarrollo del pensamiento científico (la aparición de los primeros intentos de explicación natural con los presocráticos, la revolución científica del Renacimiento, el nacimiento de la química, grandes descubrimientos como los rayos X o la fisión nuclear,...). En algunos momentos salpica su relato, al hilo de los acontecimientos que se exponen, con algunas observaciones de orden epistemológico, metodológico, histórico-sociológico,... si bien lo hace en muy contadas ocasiones y siempre de manera breve, de manera que el 90% de las páginas se encuentra ocupado por la mera narración de los casos presentados. Donde más se concentra ese aspecto del texto es en una introducción y un epílogo (aún muy someros) en los que la idea fundamental que se pretende transmitir es la que hemos recogido en las primeras líneas de esta reseña. Con ello, nos encontramos no tanto ante un libro que quepa en el género de la filosofía de la ciencia como ante un interesante, ameno y abundante anecdotario que recorrer con curiosidad y, en ocasiones, asombro. Lo cual no obsta para que nos sirva  perfectamente para darnos pie a algunas reflexiones teóricas o nos pueda ser útil como fuente para añadir a nuestro repertorio esos casos particulares con los que ilustrar dichas reflexiones. 

Así pues, a lo largo de sus páginas aparecen algunas ideas de aquellos meritorios pensadores de la Antigüedad o el Medievo que, en ausencia de posibilidades en cuanto a trabajo experimental, no tenían más remedio que confiar de manera exclusiva en sus procesos de razonamiento, lo que daría lugar a teorías que hoy nos pueden sonar tan descabelladas como ingenuas pero que, sin embargo, lastrarían el pensamiento científico durante siglos. Hablamos de cosas como la teoría humoral de la medicina hipocrática o la de los cuatro elementos (agua, aire, tierra y fuego) como componentes de todo el mundo material. O pre-ciencias como la alquimia o las investigaciones de Paracelso, ambas gérmenes de la posterior química auténticamente científica y posiblemente peaje histórico que hubo que pasar necesariamente para llegar a ésta.

Encontramos también casos más espectaculares y llamativos, en algunos ocasiones desde la truculencia, como ciertas experiencias en el siglo XVII con transfusiones sanguíneas a partir de la convicción de que cualquier enfermedad podía curarse sustituyendo por completo la sangre del sujeto, los trágicos usos y abusos de la terapia de la lobotomía, o el surgimiento a partir de observaciones erróneas, en el XIX, de la falsa idea sobre la existencia de canales artificiales en la superficie de Marte, auténtico origen del mito moderno de los marcianos (antes de ello se especulaba, sobre todo, con los selenitas). Y no han faltado los intentos de resucitar cadáveres "científicamente", en este caso mediante descargas eléctricas basándose en el galvanismo, una de tantas de esas modas pseudocientíficas que abundaron en un siglo XIX fascinado por los avances de la ciencia y la tecnología y que encontraban su hogar natural en igual medida en laboratorios y ferias de atracciones.

Por supuesto, también existen casos que, más que entrar en la categoría del error, parecen bordear sospechosamente la frontera del fraude o caen directamente en él (nos abstendremos de airear nuestra opinión acerca de cuál es cuál), como las investigaciones de Blondlot sobre los inexistentes rayos N, el célebre hombre de Piltdown que despistó a los paleontólogos durante décadas, los experimentos de Benveniste sobre la memoria del agua, gran baza de la teoría homeopática, o el fenómeno de la fusión fría, defendido desde finales del siglo XX por algunos científicos pero que nunca ha conseguido confirmación experimental definitiva.

En el polo opuesto a lo anterior situaríamos algunos errores que han surgido a lo largo de investigaciones perfectamente apropiadas tanto en objetivos como en procedimientos pero que resultan inevitables como pequeños baches a superar en el camino hecho de tanteos que es el proceso del descubrimiento científico, por lo que difícilmente admitiríamos en este caso la etiqueta de "imperdonables" que los editores españoles han escogido para el título del libro. Aunque se trate de momentos a considerar, sin duda, si se quiere obtener una visión completa de la historia de la ciencia y especialmente de sus caminos equivocados pero enmendados. Nos referimos a cosas que pueden resultar tan banales y cotidianas en el devenir del trabajo científico como falsos positivos en el descubrimiento de nuevos elementos químicos, hipótesis refutadas sobre la estructura molecular de un hidrocarburo, la formulación de leyes equivocadas sobre supuestas relaciones numéricas regulares entre las distancias planetarias o los errores en las primeras elaboraciones de la tabla periódica de elementos.

Y qué decir de los casos de interferencia de intereses ideológicos y políticos, como el de los trabajos de Michurin y Lysenko, que darían lugar a una biología soviética alternativa a las "desviaciones burguesas" de las teorías de Mendel y Darwin. O los estudios contemporáneos sobre el CI y su utilización tendenciosa desde diferentes posiciones políticas.

Y no pueden faltar las meteduras de pata de las grandes mentes científicas de la historia, perfecta ilustración del tópico "nadie es perfecto": Kepler y su inspiración en la doctrina platónica de los poliedros regulares para afirmar que las órbitas de los cuerpos del sistema solar han de seguir la forma perfecta del círculo, Descartes y su idea de que los movimientos planetarios son motivados por torbellinos que se producen en el seno del éter que llena el espacio celeste o Einstein sacándose de la manga y encajando a la fuerza en sus ecuaciones la conocida como "constante cosmológica" para así "arreglar" los huecos explicativos de su teoría de la relatividad.

Para cerrar nuestro comentario, no podemos dejar de hacer notar que el presente es un libro claramente emparentado con uno de nuestros favoritos y también reseñado en este blog: Las mentiras de la ciencia de Di Trocchio. Aunque indudablemente éste último goza de mucha mayor calidad en general y de mayor profundidad e inteligencia en el tratamiento teórico del tema, en particular.

G. DE LA CUEVA: "UN PASEO POR LA VIDA DE SIMONE DE BEAUVOIR"





Carmen G. de la Cueva
Un paseo por la vida de Simone de Beauvoir
Ilustrado por Malota
Lumen, Barcelona, 2018

   
“Para escribir la primera condición es que la realidad haya dejado de darse por sentada; solo entonces una es capaz de verla y hacerla ver.”
(Simone de Beauvoir) 

Conocer a Simone de Beauvoir y su pensamiento no es algo baladí, aunque haya quien pueda creerlo. Recuerdo que cuando este nombre fue incluido en el programa de autores del examen de Filosofía que forma parte de la prueba de acceso a la universidad en la Comunidad Valenciana (aproximadamente en 2009, si no recuerdo mal), escuché a un compañero profesor de esta materia criticar la decisión argumentando que respondía meramente a la pretensión de satisfacer la exigencia de corrección política cubriendo la cuota femenina, ya que Beauvoir no había aportado nada de suficiente enjundia como para considerarla merecedora de codearse con Platón, Descartes o Nietzsche en el susodicho programa de autores (todos varones hasta ese momento, como lo son quienes ocupan los manuales al uso de historia de la filosofía). Sin entrar a valorar la primera parte de la objeción, discrepo totalmente de la segunda. Y ello porque estamos hablando de quien desveló plenamente las implicaciones del concepto de género (si bien ella nunca emplearía ese término), anticipado en el campo de la antropología por Margaret Mead en los años treinta del siglo XX y definido explícitamente por la psicología un par de décadas después. Pero quien realizaría el primer análisis en profundidad (y referencia ineludible para cualquier otro que pueda haber venido después) de este fenómeno y, sobre todo, sacaría a la luz su efecto en la construcción de la categoría “mujer”, fue Simone de Beauvoir. Teniendo en cuenta que dicho efecto ha tenido como consecuencia que la mitad de la humanidad se haya encontrado relegada y subordinada a la otra mitad desde el principio de los tiempos y hasta el día de hoy, no parece que semejante aportación teórica se pueda considerar precisamente algo de relevancia menor en la historia del pensamiento. Y, posiblemente, el hecho de que haya quien lo considere así no sea sino una evidencia más a favor de la teoría de Beauvoir, a fin de cuentas nada más que una mujer. El “segundo sexo”, por tanto, ocupando el lugar secundario que le correspondería en el canon de la historiografía filosófica. En un determinado momento del libro que nos ocupa, su autora nos remite a una reflexión de Sarah Bakewell, otra estudiosa de la filósofa, referida precisamente a esto. Según Bakewell, Beauvoir lleva a cabo una hazaña equiparable a las de Darwin, Freud o Marx, autores que, como sabemos, desvelaron aspectos de la condición humana que habrían obligado a una radical reevaluación de la misma. ¿Por qué, entonces, nunca ha sido alineada junto a otros “filósofos de la sospecha”? Tal vez, precisamente, por no tratarse de un “filósofo” sino de una “filósofa”.

Teniendo en cuenta, por lo tanto, el más que justificable interés de aproximarse a Simone de Beauvoir, el hecho de que la bibliografía en español acerca de ella no sea precisamente abundante aporta un valor añadido a este volumen que cuenta también con otros méritos. Nos encontramos ante un texto biográfico, pero muy lejos de una de esas sesudas biografías densas y cargadas de datos objetivos. Tampoco expone, al hilo de la narración de los acontecimientos vitales de la pensadora, sus principales ideas, siquiera de un modo somero (como en numerosas ocasiones sucede en las biografías de filósofos). Lo que nos encontramos aquí es más bien la pretensión de llevar a cabo un retrato de la protagonista a partir de las circunstancias de su existencia. El eludir las exigencias más academicistas también conduce a que el libro adolezca de algunas deficiencias, como la ausencia de las referencias bibliográficas de rigor en los momentos (escasos, por otra parte) en que la autora cita las propias palabras de la biografiada, las cuales hubiéramos agradecido por su utilidad.

Por otra parte, si queremos terminar de definir el carácter de este texto, resulta necesario reseñar la peculiaridad de que su autora, a lo largo de todo el libro, vaya salpicando la narración de la trayectoria vital de Beauvoir con alusiones a su propia experiencia con la obra y la figura de la filósofa, constatando lo que ha significado para ella en su formación como persona y como feminista (lo cual se refleja especialmente en el Epílogo). Con lo que aquí no sólo asistimos a la vida de Beauvoir, sino también a un testimonio del efecto e influencia que haya podido ejercer en tantas mujeres.

La narración arranca con la infancia y adolescencia de la protagonista, cuyo entorno familiar nos es presentado. Ya desde los primeros momentos de su vida se manifiesta una pasión por la literatura que se constituirá en seña de identidad de Beauvoir durante toda su existencia, produciéndose incluso ciertos tanteos infantiles con la escritura, la cual acabará convirtiéndose para ella en una auténtica opción vital (“Cuanto deseaba era «una pluma, papel y saber cómo emplearlos»”). También resulta interesante su vivencia de la condición femenina en estos primeros años, la cual anticipa las que serán las directrices vitales de la Beauvoir adulta, concordantes a su vez con los postulados de sus teorías. Así, desde temprana edad se presenta en ella el deseo de huir del modelo tradicional de mujer relegada al ámbito doméstico, en beneficio de la posibilidad de decidir sobre su propio destino con el fin de construirse una vida propia alrededor de la tarea intelectual. Semejante ambición acabaría cumpliéndose, aunque quizás no hubiese sido así si en un primer momento las circunstancias de su situación familiar (en el aspecto económico, en particular) no la hubieran encaminado hacia los estudios y el ejercicio de una profesión en lugar del previsible destino matrimonial.

Al mismo tiempo que continúan las experiencias primerizas en la creación literaria, se despierta su vocación filosófica, arrancando así la etapa de estudios universitarios. Será en este periodo cuando comenzará su relación con Jean-Paul Sartre, en ese momento un joven universitario, el cual llegaría a ser el padre del existencialismo francés. Se crearía entre ambos un profundo vínculo tanto sentimental como intelectual que se prolongaría durante el resto de sus vidas. Una relación muy peculiar, de carácter abierto, a menudo mantenida desde la distancia, y en la que su "amor necesario" se vería complementado por numerosos "amores contingentes" tanto por una parte como por la otra, e incluso compartidos en alguna ocasión. 

Nos han resultado especialmente deliciosas las páginas en que se recrea la vida en París de una Simone que disfruta con fruición de la independencia ansiada desde años ha, con su tiempo repartido entre la lectura, los cafés y la labor como docente de filosofía. O dedicado, en este caso durante su estancia en Marsella, a cultivar su vocación de flâneuse (en nuestra opinión, una acción reivindicativa feminista en sí misma, teniendo en cuenta los impedimentos que tradicionalmente ha encontrado la mujer para desenvolverse en el espacio público con la libertad y las garantías de seguridad de que disfrutaría cualquier varón). Lamentablemente, todo ello no tardaría en verse turbado por la vivencia de los acontecimientos de la II Guerra Mundial vistos desde el París ocupado.

Tras la guerra, a finales de la decáda de los 40, su estancia de unos meses en Estados Unidos, donde acudiría a ofrecer una serie de conferencias, le permitiría conocer un mundo muy distinto del europeo, y que le resultaría tan fascinante, al menos en el caso particular de Nueva York, que llegaría nada menos que a rivalizar con su queridísimo París. Este viaje también le aportaría la segunda relación amorosa más importante de su vida, mantenida con el escritor Nelson Algren.

Y así acabaría llegando el gran hito en la trayectoria intelectual de Beauvoir, la obra que la hace merecedora de formar parte de la primera fila de los pensadores de la historia: El segundo sexo. Tras enumerar algunos de los avatares de su redacción y edición, el texto se detiene, especialmente, en la repercusión obtenida por su publicación, en la que destacan las reacciones negativas. Desautorizado, vilipendiado o simplemente incomprendido,… calificado como “abyecto” o “corrupto”,… atacado por un espectro tan amplio que abarcaría desde Albert Camus hasta el Vaticano, el libro de Beauvoir demostraría, precisamente por esas mismas virulentas reacciones a la defensiva, haber puesto el dedo en la llaga del patriarcado de la manera más certera posible. Y no deja de resultar un interesante añadido la narración que ofrece G. de la Cueva del periplo editorial en España de El segundo sexo, censura incluida.

No obstante, aunque la obra anteriormente mencionada sea con diferencia aquella con la que más se identifica el nombre de nuestra protagonista, su producción no se limita a la misma, ya que desarrollaría toda una trayectoria literaria, tanto ensayística como novelística. En esta segunda faceta, aunque conocería momentos desiguales, alcanzaría su consagración en 1954 con la obra Los mandarines, ganadora del premio Goncourt, el más prestigioso galardón literario de Francia.

Resulta llamativo que uno de los pilares teóricos del movimiento feminista desde la segunda mitad del siglo XX no se considerase tal hasta bien avanzada su vida. Sólo a partir de 1970, ya con más de sesenta años, Beauvoir comienza a colaborar con un activismo feminista que la reclama como madre ideológica (se relata en particular su intervención en las movilizaciones por el derecho al aborto en Francia). Es más: no es sino hasta esos momentos que se produce su declaración explícita como feminista, y no solo como la socialista que hasta ese momento había constituido su única identidad ideológica: “Ahora, entiendo por feminismo el hecho de luchar por reivindicaciones propiamente femeninas, paralelamente a la lucha de clases, y me considero feminista”. Y ello, repetimos, quien ya dos décadas antes había sentado las más sólidas bases teóricas de que ha dispuesto jamás el feminismo.

Como dijimos al comienzo, no disponemos de tanta bibliografía en español acerca de Simone de Beauvoir como para despreciar la ocasión de prestar atención a este título, el cual, además, goza de la cualidad de resultar una lectura extremadamente amena y ligera. Por ello, se presenta como muy adecuado a modo de introducción a la filósofa para un público no circunscrito al especialista. Para ser perfecto en este sentido, tan solo le faltaría incluir algún apunte acerca de las ideas de la protagonista, aunque fuese lo mínimo para terminar de despertar en el lector las ganas de aproximarse a su obra. En cualquier caso, si se desea continuar profundizando, puede servir de gran ayuda la muy bien seleccionada bibliografía que se incluye.

Y no podemos cerrar esta reseña sin hacer mención de los aspectos formales de la edición: tapa dura, papel de buen gramaje y abundantes y muy bonitas ilustraciones de Mar Hernández (Malota). Y, como propina, un mapa de París señalando los lugares importantes en la vida de nuestra filósofa, que bien puedes utilizar para organizarte un “tour Beauvoir” en tu próxima visita a esa ciudad (yo, personalmente, pienso hacerlo; o, al menos, saborear una de esas carísimas cervezas parisinas en la terraza de Le Deux Magots, uno de los cafés favoritos de Simone). Todo ello conforma un bonito objeto para el bibliófilo, de los que da gusto tener entre las manos y ante la vista, ayudándonos a recordar que hay ocasiones en que un archivo pdf no puede ser en absoluto lo mismo.