Ingeborg
Gleichauf
Mujeres
filósofas en la historia
Ich
will verstehen. Geschichte der Philosophinnen
Traducción:
Kàtia Pago Cabanes
Icaria,
Barcelona, 2010
Mujer,
¡despierta! La campana que toca la razón resuena por todo el
universo; ¡conoce tus derechos! El reino poderoso de la naturaleza
ya no está rodeado de prejuicios, fanatismo, escepticismo y
mentiras. La antorcha de la verdad ha dispersado las nubes de la
estupidez y de la arrogancia… Parece que hay una mano divina que
esparce por todas partes la herencia del ser humano, la libertad.
Sólo la ley tiene derecho a poner límites a esta libertad cuando
degenera caprichosamente, pero debe ser igual para todo el mundo.
Olympe de Gouges,
epílogo a la Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana
Las
mujeres son siempre niños grandes, es decir, no se fijan nunca un
objetivo, sino que se dejan caer ahora aquí, ahora allá, pero no
contemplan objetivos importantes; esto último es tarea del hombre.
Immanuel
Kant,
en una clase del curso 1790-1791
en una clase del curso 1790-1791
Tal
como expone en la Introducción, la autora reivindica el
reconocimiento de las mujeres filósofas, habitualmente silenciadas
en pro del canon dominado por varones. Las mujeres han filosofado
desde los mismos comienzos de la historia del pensamiento occidental,
pero la tarea de recuperar su legado es dificultosa, porque,
precisamente debido al menosprecio sufrido, su producción se ha
perdido en muchos casos, obviamente en mayor medida cuanto más
retrocedemos en el tiempo. Otro efecto padecido por las mujeres que a
lo largo de los siglos se han lanzado a pensar por sí mismas
desafiando así el papel sumiso y pasivo exigido por la sociedad
patriarcal ha sido el de ver cómo esta se defendía de semejante
“osadía” ridiculizándolas, desprestigiándolas y arremetiendo
contra ellas de diversas maneras (en ocasiones hasta el castigo
físico con resultado de muerte, como en el caso de Hipatia).
Todo
lo anterior convierte en necesario un libro como este (y muchos más
que ojalá viniesen a solventar
la misma laguna cultural), en el cual se traza un recorrido desde la
Antigüedad hasta el presente enumerando algunas de las más
destacadas filósofas de las distintas
épocas, de cada una de las
cuales se presenta un breve perfil sobre
su vida y sus ideas. Gleichauf acompaña
el susodicho contenido con algunos breves comentarios, a modo tanto
de introducción como de conclusión a los diversos
capítulos, sobre los contextos históricos e intelectuales que
enmarcan a estas pensadoras, y aunque, obviamente, no son estas las
partes más interesantes del libro, se podría considerar que
resultan necesarias para otorgar al texto cierto hilo conductor. No
tanto así un prescindible capítulo final (Una
mirada al futuro) que recoge una
conclusión bastante ramplona, que no aporta nada relevante y que
incluso resulta de inclusión algo forzada.
Su
carácter enciclopédico no ayuda a que resulte un libro de lectura
especialmente amena, lo que no le resta ni un ápice de su valor como
una obra de consulta de la que resulta imprescindible disponer en
nuestra biblioteca junto a las restantes historias y manuales
plagados casi exclusivamente de nombres masculinos.
Quizás
se pueda echar en falta una mayor dedicación al análisis de
aspectos como la consideración social de la mujer en su relación
con la actividad intelectual, las condiciones a ese respecto con las
que se ha enfrentado a lo largo de la historia, etc. Aunque se apunta
algún comentario en ese sentido en más de un momento, y también
pueda el lector extraer sus propias conclusiones sobre ello a partir
de los perfiles biográficos presentados, el libro hubiera resultado
más completo e informativo, y también menos árido, de haber
adoptado la autora un enfoque semejante. Aunque quizás,
sencillamente, no era ese el libro que Gleichauf pretendía hacer.
A continuación, las mujeres de quienes habla, siguiendo los capítulos del libro:
I. Altamente veneradas y ridiculizadas: Mujeres filósofas en la Antigüedad
Teano de Crotona (siglo VI a.C.)
La miembro femenina más destacada de la escuela pitagórica, fiel seguidora de las ideas de su maestro (y al mismo tiempo esposo) y a quien se pueden atribuir las primeras investigaciones sobre el conocido como “número áureo” (antes de Euclides, a quien se suele adjudicar dicho mérito, en el inicio de la larga tradición de robos por parte de varones de logros científicos llevados a cabo por mujeres).
A continuación, las mujeres de quienes habla, siguiendo los capítulos del libro:
I. Altamente veneradas y ridiculizadas: Mujeres filósofas en la Antigüedad
Teano de Crotona (siglo VI a.C.)
La miembro femenina más destacada de la escuela pitagórica, fiel seguidora de las ideas de su maestro (y al mismo tiempo esposo) y a quien se pueden atribuir las primeras investigaciones sobre el conocido como “número áureo” (antes de Euclides, a quien se suele adjudicar dicho mérito, en el inicio de la larga tradición de robos por parte de varones de logros científicos llevados a cabo por mujeres).
Aspasia (460-401 a.C.)
Vivió el esplendor cultural de la Atenas del siglo V a.C., y hasta Sócrates manifestó una profunda admiración por su inteligencia. Destacó ante todo en el arte de la retórica y, en la línea del mismo Sócrates, en el diálogo con ánimo pedagógico desarrollado en los espacios públicos, territorio tradicionalmente masculino y vetado a las mujeres, pero al que le permitía acceder su condición de hetaira.
Diotima (siglo V a.C.)
En El Banquete, uno de los más célebres diálogos de Platón, Sócrates nos informa acerca de esta mujer sabia, cuya existencia real (o al menos aquello que se dice que expuso) resultaría discutible, ya que el autor le atribuye un discurso sobre Eros y la belleza que en realidad expresa la misma teoría platónica de las Ideas.
Fintis (siglo V a.C.)
Las reflexiones de esta espartana, seguidora de la escuela pitagórica, fueron de carácter eminentemente ético, defendiendo la moderación. Expresó de manera explícita que hay cosas en las que no existe diferencia entre hombre y mujer, siendo una de ellas el filosofar.
Perictione (entre los siglos IV y III a.C.)
Ateniense. Centró su atención en las cuestiones metafísicas, mostrándonos así que desde los primeros tiempos de la filosofía ninguno de sus ámbitos de investigación fue ajeno al interés de las mujeres.
Hipatia (370-413)
Matemática y astrónoma neoplatónica, impartía clases en el históricamente célebre Museo de Alejandría, en un Egipto perteneciente al imperio romano en que el cristianismo ya había arribado al poder. Acabó siendo ejecutada por encarnar una peligrosa combinación: pagana, filósofa y, por supuesto, mujer.
II. “La estupidez se complace en sí misma”: Las filósofas cristianas de la Edad Media
Hildegard
von Bingen (1098-1179)
Primera mística alemana (aunque, de nuevo, ese mérito le sea atribuido habitualmente a un hombre: el maestro Eckart), además de compositora musical (otro terreno en que la mujer siempre se ha visto relegada). Logró para su orden monástica funciones hasta entonces reservadas a los monjes varones, como la de cantar en los oficios religiosos.
Primera mística alemana (aunque, de nuevo, ese mérito le sea atribuido habitualmente a un hombre: el maestro Eckart), además de compositora musical (otro terreno en que la mujer siempre se ha visto relegada). Logró para su orden monástica funciones hasta entonces reservadas a los monjes varones, como la de cantar en los oficios religiosos.
Mechthild von Magdeburg (1212-1238)
Otra mística, como lo son la mayoría de las protagonistas de este capítulo, si bien, personalmente, opinamos que este tipo de personajes no se corresponde con lo que hemos de considerar una filósofa. Su significatividad residiría, en todo caso, en el hecho de tratarse de mujeres que desarrollaron y expresaron por escrito un pensamiento propio (aunque, como decimos, alejado de lo que podríamos entender por “filosofía”).
Marguerite
Porète (1255-1310)
Y otra mística más, en este caso francesa. Acusada de herejía y prohibida su obra por postular un acercamiento directo del creyente a Dios prescindiendo de la intermediación de la Iglesia (tal como más tarde propondría el protestantismo).
Catalina
de Siena (1347-1380)
Monja dominica que se dedicó a la conversión de infieles y plasmó en su obra reflexiones de carácter moral.
Christine
de Pizan (1365-1429)
Por fin, la primera (y única) pensadora de este capítulo no perteneciente al ámbito eclesiástico. Con gran formación cultural gracias al empeño de su padre, fue escritora profesional y, además, de éxito, cosa extraordinaria para una mujer de su época. Es la autora de La ciudad de las damas (que no fue su única obra filosófica), considerado un texto destacado de protofeminismo.
III. El descubrimiento del mundo interior: La época del Renacimiento
Tullia
d’Aragona (nacida circa 1509)
Poeta y filósofa romana inscrita en la tradición platónica. Siguiendo la estela de la Diotima de El Banquete, su principal obra filosófica es un diálogo (platónica también en esto) acerca de la belleza y el amor. Estuvo muy presente en la vida pública, como no se esperaba que lo estuviese una mujer; quizás como castigo por ello acabó siendo desacreditada a través de acusaciones de bruja y prostituta.
Isabel
de Villena (1430-1490)
Religiosa que formó parte activa del mundillo literario de la Valencia del siglo XV. En su obra doctrinal Vita Christi, dirigida a las monjas de su convento, reivindica la figura femenina y le asigna virtudes no reconocidas por la misoginia propia de su época (con un propósito que hoy llamaríamos de empoderamiento).
Teresa
de Ávila (1515-1582)
También conocida como santa Teresa de Jesús, es la mística más destacada de la historia de España. Como Isabel de Villena, también trató en sus escritos acerca de la condición y la vida de las mujeres. Como tantas otras, también pagó el atrevimiento de pensar y escribir siendo mujer recibiendo el castigo del patriarcado, en este caso procesada por la Inquisición.
Marie
Le Jars de Gournay (1565-1645)
Conocida fundamentalmente por su relación con Montaigne, del que fue admiradora, amiga y discípula en los últimos años de la vida de aquel. Mujer de cultura extensa y en muy diversas áreas (al más puro estilo renacentista), salonnier y autora de obras como Sobre la igualdad de hombres y mujeres o Quejas de las mujeres, cuyos títulos ya lo dicen todo. Otra que tiene la osadía de no cumplir con el rol de sumisión que la sociedad exige a la mujer, lo que le vale la sanción patriarcal de rigor: todavía en el siglo XX el célebre y reconocidísimo historiador Alain Decaux no tiene ningún reparo en describirla como fea, solterona, bruja y (literalmente) sucia; vamos, la típica retahíla de descalificaciones tan manidas por la más rancia y cerril misoginia.
IV. Un conocimiento claro y distinto: El siglo XVII
Margaret
Cavendish (1623-1673)
Inglesa exiliada en Francia por motivos políticos, la ausencia de hijos y el apoyo de su marido (que, admirador de su pensamiento, publicó sus obras completas de manera póstuma) le permitieron formarse en ciencia y filosofía, llegando a ser la primera mujer participante en una reunión de la academia de ciencias naturales Royal Society. Autora de varios textos de lo que entonces se conocía como filosofía natural, en su obra argumenta contra el dualismo cartesiano e insta al ser humano a sentirse humilde ante la naturaleza, constituyéndose así en pionera de la ética ecológica.
Anne
Finch Conway (1631-1679)
Interesada por la ciencia, como la anterior, organizaba encuentros filosóficos en su residencia. En el único manuscrito que de ella se ha conservado se manifiestan otras coincidencias con Cavendish, como la posición crítica hacia el cartesianismo o una concepción de la naturaleza lejos del mecanicismo extendido en su época.
Mary
Astell (1666/8-1731)
Independiente por orfandad desde los dieciocho años, convierte su casa en un punto de encuentro para los círculos intelectuales de Londres. Es seguidora del empirismo de Locke, y defiende que hombre y mujer se encuentran dotados de razón en la misma medida y en consecuencia ambos han de recibir formación.
Juana
Inés de la Cruz (1651-1695)
Religiosa mexicana amante del saber desde su infancia e impulsada a la vida monástica en busca de la tranquilidad necesaria para el trabajo intelectual. Interesada por las más diversas disciplinas, la más importante para ella era la filosofía, aunque también estudió teología, ciencias o música, desde la convicción de que la formación es un gran bien que debería ser accesible a cualquier persona.
V. El placer de conocer: La época de la Ilustración
Gabrielle
Émilie de Breteuil (1706-1749)
Más conocida históricamente como Madame de Châtelet, se trata de uno de los personajes femeninos más relevantes del mundillo ilustrado francés (como Madame de Staël, de la que hablaremos más adelante): de amplia formación desde su infancia gracias a su padre, destacada salonnier, amante de Voltaire, divulgadora del trabajo de Newton en la Europa continental gracias a su traducción del latín al francés, acompañada de comentarios explicativos, de los Principia, autora tanto de tratados de física como de investigaciones acerca de una posible fundamentación racional de la felicidad y defensora de su autonomía y valor propio como mujer.
Olympe
de Gouges (1748-1793)
Asidua de los salones parisinos, donde se relaciona con toda la intelligentsia ilustrada, vivió de cerca la Revolución Francesa, durante la que redactó numerosos textos de crítica y reformismo social. Es uno de los nombres destacados en la historia del pensamiento feminista. Pensaba que la Revolución no había traído para las mujeres la justicia deseable, excluyéndolas de la realización de los ideales ilustrados de libertad, igualdad y progreso, por lo que decidió replicar a la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano con su propia Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana. Fue guillotinada por su defensa de los girondinos.
Mary
Wollstonecraft (1759-1797)
Esposa del pensador precursor del anarquismo Willliam Godwin (y madre de Mary Shelley, la célebre autora de Frankenstein), defensora de la Revolución Francesa y otra figura esencial de la historia del feminismo. De hecho, con su Vindicación de los derechos de la mujer, es la artífice del que a menudo ha sido considerado el primer ensayo feminista propiamente dicho.
Johanna
Charlotte Unzer (1725-1782)
También en la Ilustración alemana hubo mujeres. De formación autodidacta y aclamada poeta, en lo que se refiere a la filosofía realizó principalmente una labor divulgativa. Con gran talento pedagógico, hacía accesibles los conceptos más abstractos empleando elementos de la experiencia cotidiana, y puso su empeño especialmente en aproximar a la mujer a un saber para el que la sociedad no la consideraba tan apta como al hombre. Muestra de ello es su obra Compendio de sabiduría universal para la mujer.
Harriet
Hardy Taylor-Mill (1807-1858)
Con un entorno familiar nada favorable a ello, puesto que se la destinaba exclusivamente al matrimonio, consiguió instruirse. La oportunidad que necesitaba para poder dedicarse a la tarea intelectual la obtuvo al casarse con el célebre filósofo utilitarista John Stuart Mill, de convicciones feministas. A menudo trabajaron en colaboración, influyéndose mutuamente en sus respectivos pensamientos, e impulsando ambos la idea de la emancipación de la mujer.
VI. La filosofía es la belleza del pensamiento: El Romanticismo
Bettine
von Arnim (1785-1859)
Esta alemana que vivió toda la primera mitad del siglo XIX se instruyó gracias a la biblioteca de su abuela, en cuya casa tambien comienza a relacionarse con artistas e intelectuales del momento (Beethoven o Goethe, entre otros). Prototipo de la pensadora romántica, rechaza el intelecto y la erudición frente a la pasión, así como defiende la individualidad. Destacó como defensora de causas sociales relacionadas con la pobreza o las condiciones de los trabajadores en la incipiente sociedad capitalista, así como criticó la pena de muerte o el sistema de prisiones, todo ello desde una óptica socialista.
Karoline
von Günderrode (1780-1806)
Unida a la anterior por una profunda amistad, ambas solían mantener intensas conversaciones filosóficas. Como romántica de pro, se suicidó por amor antes de alcanzar la treintena. Antes de eso, publicó obras literarias bajo pseudónimo masculino (obras que fueron criticadas de manera más negativa cuando se descubrió que tras ellas se encontraba una mujer), estudió a fondo el idealismo alemán de Fichte o Hegel y testimonió una turbulenta vida emocional.
Rahel
Varnhagen (1771-1833)
Como sucedió a otras mujeres presentes en este libro, su familia consideró que a su condición femenina no le correspondía recibir una formación intelectual, no obstante lo cual consiguió cierta instrucción, sintiendo inclinación por la filosofía. Considerándose a sí misma como especialmente dotada para el trato social, abrió más de un salón a lo largo de su vida como vía para compartir sus inquietudes (ese era el recurso común en su época para muchas mujeres a las que, como tales, les estaba limitado su acceso al espacio público), frecuentando así a personalidades culturales y políticas, entre quienes se encontraron Heinrich Heine o Friedrich Schlegel. También plasmó sus pensamientos, si bien no en ningún tratado sistemático, sí en diarios y cartas.
Germaine
de Staël (1766-1817)
Habitualmente también conocida como Madame de Staël, es otro de los personajes femeninos relevantes del pensamiento francés del siglo XVIII. Hija de una salonnnier y apoyada por su padre desde muy joven en su vocación literaria, acabó siendo autora de novelas filosóficas en las que expresaba ideas políticas y sociales progresistas que le valieron el exilio por decisión del mismo Napoleón. Así fue que en sus últimos años acabó abriendo en Alemania un salón que visitarían Goethe o Schiller.
VII. Mirar hacia el interior y alrededor de uno mismo: El siglo XIX y el fin de siglo
No
es casual que sean los dos últimos capítulos los más ricos en
nombres, pues no es sino hasta el siglo XIX que la mujer occidental
empieza a obtener algunos resultados (aún muy limitados, desde
luego) en su reclamación del reconocimiento de ciertos derechos,
entre ellos, el de recibir una educación equiparable a la que hasta
entonces había estado reservada para el género masculino, o el de
comenzar a introducirse en un espacio público que hasta entonces le
estaba vetado. Es el momento del nacimiento del movimiento feminista
organizado.
Hedwig
Dohm (1831-1919)
Habiéndole procurado su familia escasa instrucción intelectual, la buscó por sí misma (una tónica habitual para tantas mujeres, como estamos viendo en este libro). Su pensamiento giró en torno a lo ético-político, centrándose en la cuestión de la emancipación de la mujer. El reconocimiento de la igualdad de capacidades intelectuales de hombre y mujer, el derecho al voto de la mujer, la educación igualitaria y la posibilidadd de intervención de la mujer en la esfera política fueron sus preocupaciones.
Concepción
Arenal (1820-1893)
Que tuviese que disfrazarse de hombre para asistir como oyente a clases universitarias (en España, a las mujeres les estuvo prohibido acceder a la universidad hasta 1888) o para participar en tertulias políticas y literarias ya lo dice todo. Pionera del feminismo en España, se ocupó de la problemática de la emancipación de la mujer, pero también, desde un punto de vista progresista y reformista, de otros problemas sociales como el de la situación de las prisiones.
Helene
Stöcker (1869-1943)
Ella sí pudo disfrutar de formación universitaria, doctorándose tras estudiar filosofía, economía y literatura. Nietzscheana convencida, adoptó la teoría de la transmutación de los valores para defender la libertad de la mujer frente a ataduras tradicionales como las impuestas por la religión.
Leonore
Kühn (1878-1955)
Otra doctorada en filosofía, como la anterior. Su interés principal recae en la noción de individuo, elude todo enfoque metafísico y simpatiza con el nacionalsocialismo.
Helene
von Druskowitz (1856-1918)
El hecho de que sea la tercera doctorada sucesiva que nos encontramos nos ha de llevar a apreciar que en este momento histórico existe por fin un avance sustancial con respecto a aquellos tiempos en que las mujeres habían de instruirse de manera autodidacta y en contra de las imposiciones sociales, como hemos visto en tantos casos anteriormente enumerados. También fascinada inicialmente por Nietzsche, a quien trató personalmente, pronto adoptó una postura muy crítica hacia él. Como también hacia la religión y hacia la condición masculina como tal. Padeció serios trastornos mentales.
Hedwig
Bender (1854-1928)
Maestra de escuela y pintora, sus inclinaciones filosóficas la decantan hacia el pensamiento de Kant, sobre cuya teoría del conocimiento trabajó durante años, y del cual discrepa, sin embargo, al defender la metafísica como auténtica ciencia. Se interesó por la relación y colaboración de la filosofía con las ciencias empíricas. También fue activista en el feminismo, defendiendo en particular el derecho de la mujer a la actividad laboral.
Rosa
Mayreder (1858-1938)
Centrada en la ética y en la cuestión feminista, de cuyo movimiento fue militante muy activa y que también constituyó el tema principal de su obra escrita, en la que desarrollará ciertas ideas acerca de la noción de género que anticipan algo de lo que más tarde encontraremos en Simone de Beauvoir.
Harriet
Martineau (1802-1876)
Su rasgo distintivo fue el de exponer sus ideas filosóficas a través del género periodístico, siendo autora de miles de artículos a lo largo de su carrera. Interesada especialmente por problemáticas sociales como la esclavitud o la relación entre educación y criminalidad.
Mary
Whiton Calkins (1863-1930)
Profesora de filosofía y psicología durante más de cuarenta años, primera mujer en presidir la American Philosophical Association y autora de un texto introductorio a la filosofía de gran popularidad en su época. Su principal interés residiría en el tema del yo y sus implicaciones éticas.
VIII. Pensar y actuar: La filosofía del siglo XX
Hedwig
Conrad-Martius (1888-1966)
Estimulada hacia el estudio y la filosofía por su padre, vería frustrado su objetivo de ocupar una cátedra debido a los convulsos tiempos que le tocó vivir (la Primera Guerra Mundial, la posguerra alemana y el auge del nazismo), aunque sí publicó numerosos tratados de filosofía y se dedicó a la docencia universitaria. Se alineó en la fenomenología de Husserl, de quien recibió clases, y, desde esa perspectiva teórica, se interesó por el problema del tiempo.
Edith
Stein (1891-1942)
Fue amiga de la anterior y su condiscípula bajo el magisterio de Husserl, con quien se doctoró y de quien acabó convirtiéndose en ayudante. No obstante, dado que este mismo frenaba su carrera al emplearla poco más que para la labor de secretaria, acabó abandonándole para desarrollar sus propias investigaciones. Tras haberse convertido del judaísmo al catolicismo, sintió la vocación religiosa e ingresó en un convento, donde continuó profundizando en sus temas filosóficos de interés, aunque ahora poniéndolos en relación con lo teológico. Acabó sus días en las cámaras de gas de Auschwitz.
Simone
Weil (1909-1943)
Austera, extremadamente autoexigente, siempre circunspecta y con arranques de misticismo, no obstante lo que más destaca de su figura es su compromiso político, con el que trasladaba a la práctica sus ideas filosóficas, y que la llevó desde un inicial contacto con el trabajo fabril y el sindicalismo hasta la lucha en la Guerra Civil española como miembro de la Columna Durruti y más tarde en la Resistencia francesa. En su obra reflexionó acerca de la condición obrera y la posibilidad de una revolución social, poniendo todo ello en relación con la idea de Dios.
Hannah
Arendt (1906-1975)
Alumna en primer lugar de Heidegger, con quien mantuvo una relación amorosa, y después de Jaspers, su propio pensamiento resultó muy influenciado por el existencialismo de ambos. Su vivencia de la Alemania nazi como judía (acabaría exiliándose a Estados Unidos) la hizo evolucionar hacia la teoría política, centrando sus reflexiones en temas como el totalitarismo, la política nazi de exterminio o la realización humana del mal.
Simone
de Beauvoir (1908-1986)
Huyendo desde adolescente del papel asignado a la mujer por la sociedad de su tiempo, decidió dedicar su vida al cultivo intelectual y al ejercicio de una autonomía personal plena. Fue pareja durante toda su vida de Jean-Paul Sartre, padre del existencialismo francés, corriente de pensamiento en la que ella misma se alineó. Su obra cumbre, El segundo sexo, constituye el pilar teórico del feminismo contemporáneo con su análisis de la noción de “género”.
Gertrude
Elizabeth Margaret Anscombe (1919-2001)
Se caracterizó por ser profundamente católica, aunque desde una perspectiva crítica que le permitía defender la contracepción y la responsabilidad individual de la mujer al respecto (siendo al mismo tiempo activista antiaborto). También destaca por su relación con el célebre filósofo Ludwig Wittgenstein, del que fue discípula directa, legataria de su testamento y traductora de su obra tras su muerte.
Agnes
Heller (1929-2019, aún viva en el momento de publicación de este
libro)
Como Arendt, se consideraría a sí misma ante todo una teórica política. Aunque marxista primero y después socialdemócrata, su postura crítica hacia el comunismo de cariz soviético la llevaría a emigrar desde Hungría a Estados Unidos, donde se dedicó a la docencia de la filosofía. En su obra destaca como tema de investigación el de la vida cotidiana.
Sarah
Kofman (1934-1994)
Vivió como niña judía la experiencia traumática del París ocupado por los nazis y de la muerte de su padre en Auschwitz, experiencias que intentó superar sumergiéndose en el estudio de la filosofía hasta que llegó a la posición de profesora universitaria. Cercana al posmodernismo, en su obra se ocupó de autores como Derrida, de la que fue alumna y colaboradora, Nietzsche o Freud.
Martha
C. Nussbaum (1947)
Esta estadounidense centra sus intereses en la concepción de la filosofía como guía para una vida buena o feliz, en el sentido que le otorgaban los antiguos (de hecho, comenzó estudiando filología clásica antes que filosofía). Otro de sus temas es el de la expresión literaria de la filosofía.
María
Zambrano (1904-1991)
Se trata de una de las pensadoras de habla hispana más importantes, discípula de grandes nombres de la filosofía española como Ortega y Gasset, Zubiri o García Morente, y una más del amplio elenco de intelectuales exiliados que motivó la dictadura franquista. Inscrita en una posición antirracionalista desde una síntesis de corrientes como la fenomenología, el existencialismo o el vitalismo, e incluso aproximándose al misticismo, desarrolló el concepto de “razón poética”.
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