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sábado, 1 de agosto de 2020

"YEARS AND YEARS", UNA MIRADA AL ¿FUTURO?


Existen determinados productos audiovisuales que consiguen mover especialmente a la reflexión. De entre lo que hemos podido visionar en los últimos tiempos, la serie televisiva Years and Years se incluiría en esa categoría sin asomo de duda. Se trata de una miniserie de seis episodios de nacionalidad británica y creada por Russell T. Davies, coproducida por la BBC y HBO y estrenada en esta plataforma en el verano de 2019.




Comenzaremos exponiendo una brevísima sinopsis de su contenido. La narración arranca en 2019, el año del estreno de la serie, situándose por lo tanto en el mismo momento histórico vivido por el espectador. Ese contexto temporal será descrito en sus aspectos sociales y políticos mediante una serie de rápidas pinceladas en los primeros minutos del metraje. A continuación, se nos presenta a los protagonistas: la familia formada por los cuatro hermanos Lyon, las parejas e hijos de algunos de ellos y su abuela. Trabamos contacto con estos personajes coincidiendo con un importante acontecimiento: la llegada al mundo de un nuevo miembro de la familia, hijo de una de las hermanas Lyon. Otro de los hermanos, mientras sostiene en brazos al recién nacido, se cuestiona la conveniencia de traer nuevas vidas al mundo, teniendo en cuenta el estado actual de las cosas, y cierra su parlamento diciendo “si ahora está mal, cómo va a ser para ti dentro de treinta años, diez años, cinco años,...”. Como si tales palabras fuesen una invitación o una especie de conjuro, abren paso inmediatamente a una secuencia en la que, para mostrarnos el paso del tiempo, se encadenan de manera vertiginosa una serie de breves escenas que nos hacen pensar en un supuesto tráiler de una parte de la filmación que se nos hubiese escamoteado (interesante recurso narrativo, por cierto, que constituye una eficaz alternativa a la más tradicional y convencional elipsis). En dicha secuencia se resumen tanto algunos acontecimientos de la vida de los Lyon como, en paralelo, los principales hechos políticos y sociales que se producen a lo largo del planeta. Con ello, acabamos situándonos en 2024, momento en que se retoma la narración, la cual abarcará hasta el año 2029. Por lo tanto, lo que la serie nos va a mostrar es una anticipación de nuestro futuro inmediato a través de la mirada y las vivencias de los Lyon. Opinamos que narrativamente constituye un enorme acierto el empleo del drama familiar, que ya hemos visto en tantos seriales televisivos, como mecanismo para implicar emocionalmente al espectador y acercarle mediante ese subterfugio a los asuntos más macro que constituyen el auténtico meollo de la historia.

Así, veremos desfilar a lo largo de los diversos capítulos un buen número de fenómenos que ya conocemos pero de los que se muestra su probable evolución en los próximos años: el problema de los refugiados, la doctrina transhumanista, la normalización de la diversidad sexual, la integración en lo cotidiano de determinados avances tecnológicos, los efectos del desastre medioambiental, el peligro de una guerra nuclear, la confrontación entre EEUU y China como los nuevos grandes bloques políticos, las teorías conspiranoicas, el fenómeno de la resistencia bacteriana a los antibióticos (que pronto se convertirá en nuestro problema sanitario más grave), el problema de las fake news (plasmado particularmente en una de sus modalidades más avanzadas, que es la de los vídeos deepfake), ciberataques que afectan al suministro energético de la población, la privatización de las fuerzas de seguridad, las mafias de la inmigración clandestina, la precariedad laboral, y hasta una epidemia gripal transmitida al ser humano por otra especie animal y con miles de víctimas mortales (nos suena, ¿verdad?),... En definitiva, un completo y eficacísimo recorrido, en tan solo unas seis horas, por todo aquello que conforma en estos momentos, y previsiblemente en años venideros, el mundo en que vivimos. 

Podríamos detenernos a realizar un análisis en profundidad acerca de cómo son presentados todos y cada uno de los temas arriba enumerados, pero tal cosa excedería el objetivo de este texto. Como mero ejemplo de lo que podríamos comentar, me ceñiré a un tema en particular cuyo reflejo en la narración me ha parecido de lo más interesante de la serie, que es el de ese estilo populista de hacer política que se ha convertido en uno de los signos de nuestros tiempos. Dejando a un lado que en el primer capítulo se nos cuenta la reelección de Donald Trump en 2020 (nos restan pocos meses para averiguar si los guionistas han estado acertados o no), el mencionado fenómeno se encuentra encarnado en el personaje de Vivienne Rook (interpretado por la siempre eficiente Emma Thompson), cuya figura, palabras y acciones se encuentran construidos al milímetro para representar a la perfección y de modo completísimo el epítome de lo dicho. Nos encontramos con un personaje que, desde la posición inicial de resultar una absoluta desconocida para el público, comienza a conseguir una popularidad repentina mediante intervenciones en tertulias televisivas en las que lanza llamativas e incluso escandalosas afirmaciones que pronto se convertirán en virales a través de las redes sociales. Presume de no tener pelos en la lengua y de decir aquello que piensa cualquier ciudadano pero que nadie se atreve a manifestar por tratarse de ideas que desafían la inquisitorial corrección política. Obviamente, y por esto mismo, adoptará el papel de víctima al afirmar que debido a esa actitud valiente y rebelde pero sincera y auténtica es censurada por los medios. Muchos espectadores, al otro lado de sus pantallas, pensarán “por fin hay alguien que dice la verdad”, aunque esa verdad, en ocasiones, consista en auténticas barbaridades que atentan contra los valores más elementales. Mediante semejante estrategia, Rook irá ascendiendo progresivamente, de manera lenta pero constante, en su carrera política, hasta llegar finalmente al cargo de primera ministra. Podemos ver cómo convence y atrae a votantes de perfiles muy diferentes. De hecho, y de manera estratégicamente muy acertada, en ningún momento se presenta como situada en ninguna posición específica del espectro ideológico. El nombre de su partido, en un acierto de marketing, es totalmente neutro en este sentido: Cuatro Asteriscos (¿nombre inspirado quizás por el 5 Estrellas italiano?). Ella misma sugiere en algún momento que no es ni de derechas ni de izquierdas (afirmación que suele delatar perfectamente en qué posición se encuentra en realidad quien la pronuncia); de hecho, se le escucha defender tanto ideas progresistas como conservadoras, en una combinación que posiblemente en algún momento incurra en contradicciones, lo cual, por otra parte, no parece que importe gran cosa. Como tampoco importa que sus rivales, en pleno debate electoral, pongan en evidencia sus flagrantes falsedades o muestras de ignorancia. Su habilidad retórica le permitirá emplear algún truco que desvíe la atención del espectador, de modo que los votantes acaben apludiéndola fervorosamente olvidando que sólo dos minutos antes ha sido descubierta del modo más innegable como una farsante. Después de todo, y en eso consiste el actual fenómeno de la posverdad, el valor epistémico de la verdad se convierte en irrelevante. Ya no importa si algo es verdad o no, sino si merecería serlo en cuanto que sirva para confirmar mis creencias previas. En realidad, Rook y su partido carecen de un auténtico proyecto político sólido detrás de los lugares comunes y las apelaciones a la emoción relacionadas con el orgullo nacional y la sensación de indignación victimista de buena parte de la ciudadanía. La carrera de Vivienne Rook se verá finalmente truncada por el escándalo que se produce al llegar a conocimiento de la ciudadanía su genocida política de gestión de campos de refugiados (lo cual, por cierto, nos parece una idea excesivamente ingenua y optimista, posiblemente el único defecto de una guionización por lo demás impecable). Nos parece que todo lo descrito constituye un retrato tan completo y acertado del populismo político como el que podríamos encontrar en cualquier sesudo ensayo, si bien, en este caso, el verlo expuesto en una amena obra de ficción convierte a esta en un estupendo medio para mostrar al espectador una visión crítica sobre el fenómeno en cuestión que le incite a reflexionar sobre el mismo. 

En los últimos años hemos tenido la oportunidad de conocer más de un producto televisivo que intenta describirnos un futuro no demasiado alejado en el tiempo. Además de la serie de la que estamos hablando, podemos mencionar El cuento de la criada o Black Mirror, la cual consideramos especialmente emparentada con Years and Years, aunque, a diferencia de ésta, más centrada en lo tecnológico que en lo políticosocial. ¿Por qué nos interesan este tipo de ficciones? Nos atrevemos a sugerir una razón: intentamos comprendernos, que es lo mismo que comprender el momento en que nos encontramos y a dónde nos dirigimos. Incluso sin necesidad de perspectiva histórica, somos conscientes de que nos hallamos en un momento de inflexión, invadiéndonos la sensación de estar abandonando un determinado estadio para encontrarnos entrando en otro al que todavía no sabemos bien cómo enfrentarnos. No es casual que las primeras palabras que se escuchan al arrancar Years and Years sean “Os juro que ya no comprendo el mundo actualmente. Hace unos años todo tenía sentido”. Y tampoco resulta irrelevante que quien las pronuncie sea Vivienne Rook, buscando una vez más que el público se sienta identificado con ella, adoptando el papel de quien pretende dar voz al sentimiento de desorientación y de crisis de referentes que puede embargar a cualquier ciudadano común.

Indudablemente, Years and Years puede admitir la etiqueta de ficción de anticipación, pero dudamos si incluirla dentro del género distópico desde el momento en que en realidad no nos presenta, al modo de referentes del género como 1984 de Orwell o Un mundo feliz de Huxley, uno de nuestros futuros posibles pero en el que todavía no podemos reconocernos. Ante lo narrado en Years and Years, en ningún momento tenemos esa sensación de extrañeza y distanciamiento que nos pueden provocar otras ficciones como las mencionadas. Bien al contrario, reconocemos perfectamente el mundo que se nos muestra como el nuestro, aunque mucho de lo que acontece no lo hayamos vivido todavía. Y ello significa que la serie tiene éxito en lo que con toda seguridad pretende: retratar nuestras expectativas; mostrarnos, no un futuro posible, sino el que sabemos que muy probablemente vamos a vivir.

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