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martes, 1 de diciembre de 2020

HUMANIDAD EN EXTINCIÓN

 
Con la aparición del actual humán (adoptamos el término de nuestro querido Jesús Mosterín), hace unos 300.000 años, arrancó un proceso de diversificación que acabó dando lugar a la coexistencia sobre el planeta de miles de diferentes culturas. Sin embargo, esa riqueza comenzó a perderse con la expansión, a partir de la época de las grandes colonizaciones (desde el siglo XV), del hombre europeo (y ahora sí utilizamos "hombre" en el sentido de "varón", ¿o quién protagonizo, si no, semejante "gesta"?), que llevó consigo por doquier su aparente incapacidad para respetar y admitir al diferente. Convencido de la superioridad de su cultura, el occidental moderno, desde hace siglos, ha estado "haciendo el favor" a otros pueblos de trasladársela. En los casos en que los "salvajes" no admitían las "bondades" de esa cultura, no dudaba en imponérsela por la fuerza (como el padre que obliga a su hijo a hacer cosas que éste no desea porque no sabe lo que realmente le conviene). E incluso, en muchas ocasiones, recurriendo a la eliminación física de los miembros de las otras culturas. Ese fenómeno se ha venido produciendo hasta el día de hoy. 
 



Ahora bien, habría que preguntarse en qué medida puede ser considerada, no ya superior, sino incluso válida desde el punto de vista adaptativo, una cultura que, habiendo sustituido la necesidad natural de subsistencia por la ambición de crecimiento ilimitado, ha acabado convirtiendo en parte de su esencia la destrucción aparentemente imparable de los mismos recursos que han de permitir esa subsistencia. Toda cultura surge como un mecanismo de adaptación al medio que posibilita la supervivencia de la especie. La cultura occidental moderna no cumple esta condición: no conlleva la adaptación del humán al medio, sino la adaptación (violenta) del medio al humán, con lo cual no la supervivencia sino la extinción sería la meta que le corresponde. Una cultura suicida, una cultura fracasada...
 
 

 
Y, teniendo en cuenta que esa cultura es la que se ha extendido de manera mayoritaria a lo largo y ancho del planeta, la que ha subsumido en buena medida a la humanidad, el suicidio, la extinción, no lo serían sino de la propia humanidad en su conjunto. Como dijimos al comienzo, nuestra especie sólo tiene unos 300.000 años de edad, un periodo muy breve en la escala geológica. Se puede decir, con toda justicia, que somos unos recién llegados sobre el planeta (no hemos de olvidar que, por ejemplo, los dinosaurios reinaron en la Tierra durante 135 millones de años). Somos, por lo tanto, una especie demasiado joven como para que ya se pueda afirmar que el "experimento" evolutivo Homo sapiens ha triunfado; más bien se podría decir que aún estamos "a prueba". Y, en las condiciones actuales, nada indica que pudiéramos superar esa prueba. Quizás nuestra especie no sea sino uno más de los tanteos fracasados del desarrollo global de la evolución biológica, destinado a desaparecer como tantos otros desde el surgimiento de la vida sobre el planeta.

Frente a la cultura occidental moderna, las culturas aborígenes de los distintos continentes, aquellas que sí cumplen con los requisitos de lo que ha de ser una cultura, se han visto progresivamente desplazadas e incluso eliminadas. De algunas de ellas quedan tan sólo unas decenas de representantes. Estas variedades culturales son las que mejor podían permitir la pervivencia de nuestra especie a largo plazo, pues son las que permiten la integración del humán en el medio de manera adecuada, respetándolo y no explotándolo, buscando la simbiosis y no el dominio para el beneficio unilateral. Paradójicamente, son estas culturas de y para la supervivencia las que han sido aplastadas por la cultura suicida, como si ésta hubiera querido asegurarse de que había de quedar garantizada la consecución de nuestra autodestrucción.
 
 

 
Esto no pretende ser, desde luego, una reivindicación del mito del buen salvaje, pero sí un reconocimiento del fracaso, como mecanismo adaptativo, de un patrón de desarrollo cultural que, junto a indudables aportes positivos (la ciencia, el arte, la filosofía,...), ha traído consigo los factores que tarde o temprano acabarán con nuestra especie. Ello a menos que cambien muchas cosas, tantas y en tal magnitud que inevitablemente hemos de sentirnos pesimistas al respecto.

RIDLEY: "QUÉ NOS HACE HUMANOS"





Matt Ridley
Qué nos hace humanos
(Nature via nurture. Genes, experience and what makes us humans)
Traducción de Teresa Carretero e Irene Cifuentes
Año de publicación: 2003
Edición: Taurus, Madrid, 2004


El autor, Matt Ridley, es doctor en zoología por la Universidad de Oxford y periodista científico (The Economist, The Daily Telegraph). Especializado en las áreas de la genética y el evolucionismo.

La temática del libro es encuadrable en la categoría de genética de la conducta. 
    Como tesis principal, Ridley defiende que la conducta humana viene conformada por la confluencia de experiencia y herencia, a partir de la idea de que no son dos fuentes de influencia opuestas y enfrentadas, ya que los genes actúan en función de las condiciones del entorno (“nature via nurture”) en tanto que responden al ambiente activándose y desactivándose (este fenómeno biológico es explicado en el texto de manera muy clara y accesible). En consecuencia, se pone de manifiesto la carencia de sentido del clásico debate entre ambientalismo y genetismo, uno de los que más peso han tenido históricamente en diversas ciencias, tanto naturales como humanas, y la posibilidad de superarlo reformulando los términos en que se ha venido produciendo tradicionalmente, asentados en ideas erróneas que los más recientes descubrimientos científicos han venido a invalidar. 

“Creo que tanto la naturaleza o la herencia como el ambiente explican la conducta humana. (...) El descubrimiento de cómo influyen realmente los genes en la conducta humana, y cómo influye la conducta humana en los genes, está a punto de dar una forma completamente nueva al debate. Ya no se trata de la naturaleza frente al ambiente, sino de la naturaleza por vía del ambiente. (...) Los genes están concebidos para dejarse guiar por el entorno. (...) habrá que abandonar las ideas que acariciamos (...) nuestros genes no son maestros de títeres que tiran de las cuerdas de nuestra conducta, sino títeres a merced de nuestra conducta; (...) el instinto no es lo contrario del aprendizaje, (...) las influencias ambientales son a veces menos reversibles que las genéticas y (...) la naturaleza está diseñada para dar soporte al entorno. (...) cuanto más destapamos el genoma, más vulnerables a la experiencia resultan ser los genes.” (págs. 15-16).

“Los genes por sí mismos son pequeños determinantes implacables, que producen sin parar mensajes totalmente predecibles. Pero están muy lejos de tener unas acciones invariables, debido al modo en que sus promotores los activan o los desactivan, en respuesta a instrucciones externas. En lugar de eso, son mecanismos para extraer información del ambiente. Cada minuto, cada segundo, cambia el patrón de los genes que se están expresando en su cerebro, con frecuencia como respuesta directa o indirecta a lo que está pasando fuera del cuerpo. Los genes son los mecanismos de la experiencia.” (pág. 418)

Como estrategia expositiva para defender la tesis anterior, el autor recurre a un desarrollo en el que se entremezcla el recuento de experiencias y datos que la apoyan con un recorrido por los principales hitos históricos de la polémica ambientalismo-genetismo, de tal manera que se muestra cómo la tesis principal es apoyada por los datos empíricos al mismo tiempo que se ponen de manifiesto los errores de planteamiento de los principales representantes de uno y otro bando de la mencionada polémica.

Algunos de los temas tratados en el texto, en una relación no exhaustiva, son los siguientes:

-El descubrimiento de la secuencia completa del genoma humano en cuanto su impacto en el debate genetismo-ambientalismo.
-La comparativa ser humano-animal como vía para determinar la idiosincrasia humana: posiciones de diversos pensadores.
-La comparativa anterior concretada en la conducta sexual.
-La peculiaridad humana frente a otros primates desde el punto de vista de la genética.
-Los instintos. La teoría de W. James. El amor como instinto y sus bases biológicas.
-Apoyos experimentales a  la teoría de la interacción genes-ambiente.
-Lo innato y lo adquirido en las diferencias de sexo y género: rasgos biológicos, roles de género, orientación sexual, funciones y capacidades cerebrales y mentales.
-La posición innatista de Galton y sobre el mismo como inaugurador del debate naturaleza-entorno.
-Los estudios con gemelos y la aportación de sus resultados a la polémica naturaleza-entorno. Sobre la heredabilidad de diferentes rasgos: físicos, de personalidad, inteligencia,...
-Las investigaciones sobre las causas de la esquizofrenia. La pluricausalidad de los fenómenos mentales como un apoyo más a la teoría de la interacción genes-ambiente.
-La teoría evolutiva de Piaget.
-El nativismo de K. Lorenz. 
-La teoría de la impronta. Interpretación desde la misma de diversos fenómenos: la homosexualidad, la adquisición del lenguaje, la aversión al incesto.
-Las teorías deterministas del aprendizaje: Pavlov, Watson, el conductismo.
-F. Boas y la antropología cultural y su influencia en el debate herencia-ambiente. El aprendizaje cultural. La cultura en el proceso evolutivo.
-La sociobiología.
-Diversas consecuencias de la tesis defendida en el libro: sobre la relatividad de la influencia de la educación parental, sobre la influencia de los grupos de iguales, sobre la meritocracia, sobre el concepto de "raza", sobre la individualidad, sobre el libre albedrío.

De manera paralela y complementaria a la principal línea de desarrollo de la obra, se trata el tema de la utopía (a modo de apéndice al final de algunos capítulos):

“Uno de los pecados habituales patentes en el debate naturaleza-entorno ha sido el utopismo, la idea de que existe un modelo ideal de sociedad que puede derivarse de una teoría de la naturaleza humana. Muchos de los que creían comprender la naturaleza humana se aprestaron a convertir descripción en prescripción y trazaron un modelo de sociedad perfecta. Ésta es una práctica común tanto entre los partidarios de la naturaleza como entre los partidarios del entorno. Con todo, la única lección que se extrae del sueño utópico es que todas las utopías son pésimas. Todos los intentos de crear una sociedad en referencia a una concepción estrecha de la naturaleza humana, bien sobre el papel o en las calles, acaba produciendo algo mucho peor. Me propongo acabar cada capítulo burlándome de la utopía que implica llevar cualquier teoría demasiado lejos.” (pág. 120).

Y se comentan, como tales utopías resultantes de adoptar las posiciones del innatismo o del ambientalismo extremos:

-La República platónica.
-La sociedad eugenésica de Galton.
-El mundo feliz de Huxley.
-El nazismo y el apoyo teórico de K. Lorenz al mismo.
-Skinner y su Walden Dos.
-Los comunalismos.

Imprescindible para la actualización de conocimientos sobre el área de que se ocupa y susceptible de tener como lector tanto al público en general, a modo de obra de divulgación, como al especialista. Resulta un texto muy clarificador, que rompe con algunos de los tópicos más asentados en el debate científico y filosófico y lo hace por la vía más fiable para ello: a partir de los datos empíricos, sin contar con los cuales cualquier especulación se realiza inevitablemente en el vacío. De igual interés desde el punto de vista de las ciencias naturales, de las ciencias humanas o de la filosofía. 

Este libro ha visto dos ediciones en nuestro país, la de Taurus que se encuentra referenciada al comienzo de este artículo y otra en formato bolsillo realizada por Punto de Lectura en 2005. La última está actualmente descatalogada, pero la primera se puede encontrar con relativa facilidad.

Sitio web de Matt Ridley: http://www.rationaloptimist.com/


SÁNCHEZ: "SIMONE DE BEAUVOIR. DEL SEXO AL GÉNERO"



 

Cristina Sánchez Muñoz 

Simone de Beauvoir. Del sexo al género 

Shackleton Books, 2019

 

Tal como dijimos en una entrada anterior, a propósito del libro Un paseo por la vida de Simone de Beauvoir, de Carmen G. de la Cueva, la bibliografía en español sobre esta pensadora no resulta tan abundante como sería de desear. Por ello recibimos con agrado este breve texto que constituye una buena introducción a una de las más destacadas representantes de la filosofía existencialista. Posee ese valor introductorio a que nos hemos referido por dos razones. En primer lugar, porque aúna de manera muy equilibrada el tratamiento de diversos aspectos cuyo conjunto ofrece una buena panorámica de todo aquello que es necesario conocer para aproximarse a Beauvoir: su peripecia vital, su pensamiento, su obra (si bien centrándose en la ensayística para dejar de lado la narrativa) y su lugar dentro de la trayectoria del feminismo y de las teorías sobre el género. En segundo lugar, porque, aunque pueda servir muy bien, por lo antes dicho, para una primera aproximación al personaje y sus ideas, no tanto si lo que se desea es profundizar mínimamente en ello, para lo cual el lector deberá dirigirse a otras obras.

Así, a lo largo de los sucesivos capítulos, la autora (especialista en Arendt y en feminismo contemporáneo) va desgranando de manera entremezclada datos biográficos e ideas teóricas, centrándose básicamente en lo expuesto en El segundo sexo, la obra cumbre de Beauvoir, aunque también también se ocupe, de modo más breve, de sus otros ensayos. Es de destacar el modo sencillo y accesible en que son presentadas las ideas de Beauvoir, y, sobre todo, el hincapie que se hace en el trasfondo teórico existencialista de su obra. A menudo, Simone de Beauvoir es vista fundamentalmente como una pensadora feminista, cuando en realidad, al menos en la época de la redacción de El segundo sexo (su conciencia y militancia feministas llegarían años después), no es sino una filósofa existencialista que decide aplicar a un determinado fenómeno, en este caso el de la condición de la mujer, la metodología de investigación propugnada por esta escuela de pensamiento. El existencialismo francés está siendo construido en esos mismos momentos por Sartre y ella misma, que no deja de realizar aportaciones propias y originales. De hecho, El segundo sexo sería una de las primeras investigaciones fenomenológico-existencialistas publicadas, y nos atreveríamos a decir que una de las más destacadas, por su exhaustividad y la calidad de su desarrollo. Semejantes significado y valor, tanto de la obra como de su autora, para la historia de la filosofía, parecen haber quedado eclipsados ante su influencia en el pensamiento feminista (no menos importante, desde luego).

Otro elemento de especial interés de este libro reside en un tramo final dedicado al diálogo con el pensamiento de Beauvoir por parte de planteamientos teóricos posteriores como son el feminismo de la diferencia o la teoría queer.

Concluyamos diciendo que este sería el libro que recomendaríamos, por las razones que mencionamos al comienzo de este comentario, a quien, desde el desconocimiento, desease aproximarse por vez primera a uno de los personajes fundamentales de la historia del pensamiento occidental.