VVAA (ed.: Jordi Ibáñez Fanés)
En la era de la posverdad
Calambur, Barcelona, 2017
Nos encontramos ante un volumen en el que se reúnen una diversidad de autores para ofrecer sus reflexiones acerca del fenómeno de la posverdad en un total de catorce breves textos. El hecho de que procedan de campos variados (filósofos, historiadores, politólogos, escritores, periodistas…) posibilita un abanico de perspectivas acerca de una cuestión que posee múltiples facetas e implicaciones, y el volumen resulta valioso en este sentido, aunque el resultado es algo desigual en cuanto al interés de las aportaciones de los distintos artículos. El libro ya tiene algunos años, pero todo lo que en él se expone sigue resultando perfectamente vigente, al tratarse de un problema que aún constituye un campo de investigación y reflexión absolutamente abierto.
Un tema repetido a lo largo del libro es el de la discusión acerca de la misma noción de “posverdad”, lo cual siempre surge de manera inevitable cuando de esto se habla: ¿cómo podemos definir este fenómeno?, ¿constituye algo realmente nuevo y de carácter suficientemente particular como para que se justifique el uso de ese término, o no se trata más que de la misma mentira, propaganda o manipulación que ha existido durante toda la historia rebautizada con una palabra de moda? La misma Introducción, firmada por el editor del libro, Jordi Ibáñez, ya se centra en este problema, y de él se ocuparán también, como tema principal de sus respectivos ensayos, Jordi Gracia (La posverdad no es mentira) o Marta Sanz (La mala calidad: educación, verdad, expresión, democracia), y muchos de los restantes autores se referirán también a ello en mayor menor medida.
Manuel Arias Maldonado (Informe sobre ciegos: genealogía de la posverdad) nos habla sobre diversos factores filosóficos, psicológicos y tecnológicos que operan al mismo tiempo como causas y fundamentos del fenómeno de la posverdad, así como acerca de aquellos aspectos del sistema democrático que lo convierten en propicio caldo de cultivo para la posverdad. Se trata de uno de los textos más interesantes del volumen, aglutinando en sus escasas páginas una buena cantidad de valiosas aportaciones al tema.
Joaquín Estefanía (La mentira os hará eficaces) presenta la posición de la economía neoclásica ante la crisis de 2007 como un ejemplo de posverdad en el terreno de esa ciencia, en un texto que, sin dejar de resultar de interés, a nuestro parecer fuerza un tanto la temática del libro.
Victoria Camps (Posverdad, la nueva sofística) parte de la referencia a la sofística para disertar acerca de los usos del lenguaje o los efectos de la mentira sobre la democracia.
Justo Serna (Fake News. Todo es falso salvo alguna cosa), en un texto que por momentos parece publicidad encubierta de uno de sus propios libros, opta por hablar de las fake news y de personajes como Trump y Berlusconi como paradigmas de emisores de falsedades en el terreno político. Ciertamente, no nos parece que aporte gran cosa al conjunto.
Joan Subirats (Política: evidencias, argumentos… y persuasión) se centra en el modo en que la posverdad, con su desprecio de los hechos, socava el mecanismo de la democracia, idealmente consistente en el debate racional a partir de datos de aceptación compartida.
El texto de Valentí Puig (Posverdades de siempre y más) aglutina, en su brevedad, una gran cantidad de ideas de interés. Comienza con una serie de rápidos apuntes acerca de cuestiones como la relación de la posverdad con lo emocional, su trasfondo posmoderno, el papel del conspiracionismo o una muy interesante observación acerca de su perjuicio sobre el pluralismo en base a sus efectos de fragmentación de las opiniones, polarización y radicalización. Tras ello, hace referencia a hechos históricos que podrían encuadrarse, avant la lettre, bajo la categoría de posverdad, tales como los relatos oficiales soviético y nazi, respectivamente, acerca de la toma del Palacio de Invierno o del incendio del Reichstag. Finalmente, se detiene en el análisis de clásicos del género distópico como 1984 y Un mundo feliz, para mostrarnos las concomitancias entre lo especulado en estas narraciones y el fenómeno de la posverdad, presentando la interesante idea de que la posverdad es un modo de ejercer una cierta tiranía sutil, no violenta, que se impone a las voluntades de los individuos, tal como sucede en las susodichas novelas.
Nora Catelli (Posverdad y ficción), desde el punto de vista de la teoría literaria o incluso de la teoría del arte en general, trata acerca de las relaciones entre la posverdad y la dimensión ficcional consustancial al ser humano.
Andreu Jaume (El escándalo de la posverdad) vuelve una vez más a la misma noción de posverdad y la sitúa en relación con la situación sociopolítica de nuestro mundo actual, apoyándose a lo largo de su desarrollo en una gran cantidad de autores clásicos tanto de la literatura como de la filosofía.
Domingo Ródenas de Moya (La verdad en la estacada) se centra en un asunto habitual al hablar de este tema, y ya apuntado más brevemente en alguno de los textos anteriores del libro, como es el de la relación entre el fenómeno de la posverdad y el pensamiento posmoderno, en tanto este ha llevado a cabo un socavamiento de la noción de verdad que ha terminado permeando la mentalidad de nuestra época y, en consecuencia, facilitando el camino a la posverdad.
César Rendueles (¿Posverdad o retorno de la política?) defiende la tesis de que lo que llamamos “posverdad” no es algo nuevo, sino que todo lo que conlleva se encuentra inscrito en el genoma de la mentalidad y la política neoliberales desde su arranque en la década de los setenta del siglo XX. De hecho, critica el mismo uso de ese concepto, pues considera que, al no reconocer lo anterior, supone una idealización de ese neoliberalismo y una condena a toda reacción al mismo como mero populismo, cuando no todos los proyectos que se le oponen son equiparables ni se pueden juzgar del mismo modo (¿o acaso pueden meterse en el mismo saco el movimiento 15M y el trumpismo?). Uno de los momentos que más nos han llamado la atención de este capítulo es una cita de Mussolini en la que el dictador italiano pone en relación relativismo y fascismo, y donde resuenan, en unas palabras pronunciadas en la primera mitad del siglo XX, muchos de los elementos que solemos asociar con la noción de posverdad, considerada tan actual.
Remedios Zafra (Redes y posverdad), sin duda una de las pensadoras más interesantes del momento presente, se centra, de modo acorde con el tipo de temáticas que le suelen ocupar, en el efecto del entorno digital en nuestra visión de la realidad, lo que da como resultado otro de los textos más sustanciosos del libro. La sobreabundancia y la hiperceleridad de la información, lo difuso de los límites de lo ficticio en lo que respecta a lo mostrado a través de las pantallas, la búsqueda de popularidad en las redes, el ciberespacio como un lugar poco apropiado para el diálogo detenido y razonado desde la pluralidad... serían el perfecto caldo de cultivo para todo aquello que alimenta la posverdad: ausencia de reflexión detenida, apelación a lo emocional, transmutación de la información en propaganda o de la realidad en apariencia, ausencia de sentido crítico, manipulación y homogeneización de las opiniones… Todo lo cual son condiciones que favorecen, por desgracia, a quienes ya sabemos, tal como expresa Zafra en la siguiente cita:
«Como respuesta al desvelamiento de un sistema corrupto y en crisis, en muchas partes del mundo han germinado no pocos intentos de revolución ciudadana dispuesta a habitar las contradicciones y la complejidad de lo nuevo. Pero en tanto requieren y reivindican “diferencia y pensamiento”, el sistema veloz y excedentario no lo pone fácil. Sí lo facilita, sin embargo, a otros movimientos que surgen al mismo tiempo (muy distintos, no cabe confundirlos, ni polarizarlos), simplificadores de mundo pero potentes en su demagogia, favorecidos por la velocidad y la saturación. Movimientos en muchos casos de corte fascista. Ya se sabe, se valen de la frustración y se apropian de la voz del pueblo, son racistas, machistas y homófobos, temen lo nuevo y alimentan y azuzan obsesivamente la idea de complot; cosifican a la ciudadanía en lugar de empoderarla para pensar el cambio…» (pág. 190).
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