Hay tanta voluptuosidad en el trabajo de la mente, que puede alegrar toda una existencia o consolarnos de todas las miserias grandes o pequeñas que nos pinchan o hieren durante nuestro camino. No puedo callar que el placer de pensar, aunque independientemente de cualquier objeto, de cualquier premio, es uno de los más grandes de la vida. Las sensaciones nos llegan de todas partes y apenas llegan a nosotros se transforman en ideas. El movimiento empieza activo y ordenado y de todas partes un nuevo estremecimiento nos advierte que un nuevo mecanismo se ha puesto en movimiento. Aquí una idea, tropezando con un diente de la rueda que abre los archivos de la memoria, suscita por analogía una idea histórica; allí una combinación de juicios ha hecho brotar un rayo de luz o una centella. La luz que ilumina el gran taller se colorea de pronto con los colores del iris que se reflejan sobre todas las maquinarias y los obreros. Y todos estos accidentes de un taller, trabajados, se reflejan en el espejo de la conciencia, donde el yo mira y sonríe. No vayáis a creer que yo exagere o haga el poeta. No todos los que piensan con voluptuosidad agotan de la misma manera el placer que prueban, pero todos sienten que es un placer indefinible, que nunca acaba y siempre se renueva; que es acaso frío y calmo, pero que se puede amar como un placer del corazón.
"La razón no es todopoderosa. Es una trabajadora tenaz, tanteadora, cauta, crítica, implacable, deseosa de escuchar y discutir, arriesgada." (Karl R. Popper)
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lunes, 1 de julio de 2019
EL PLACER DE PENSAR
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