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viernes, 21 de enero de 2022

LOMEÑA: "FILOSOFÍA A SORBOS"

 

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Andrés Lomeña

Filosofía a sorbos

Arcopress, 2020  

 

Nos encontramos aquí con una muestra más de ese género de la divulgación filosófica que tanto prolifera en los últimos años. Como en este blog ya hemos expuesto nuestro ambivalente parecer al respecto, nos abstendremos de volver a hacerlo aquí. En este caso nos encontramos con un libro cuyo autor es un profesor de filosofía (entendemos que en enseñanza secundaria) andaluz, y colaborador de la publicación digital The Huffington Post. Lo primero que nos encontramos es una portada y contraportada que juegan con los peores tópicos (porque a estas alturas ya se han convertido en tales) del marketing editorial de esa divulgación filosófica de la que hablábamos: la figura de Sócrates con un cubo de palomitas entre las piernas, su rostro con gafas de sol pixeladas… en fin, solo falta que lo presenten ataviado de rapero. Al parecer, acercar la filosofía al gran público equivale a tomarle por imbécil. Dejando a un lado la vergüenza ajena que suelen producir las decisiones de los editores de este tipo de libros en lo que se refiere a la presentación, vayamos al contenido. El problema es que tampoco en lo referido a ello han andado acertados los responsables. En portada nos encontramos con una leyenda que reza “un libro de texto atípico”, y no, no lo es. Un “libro de texto atípico” sería, por ejemplo, Antimanual de filosofía de Onfray, que consiste en una obra que, si bien desde la heterodoxia, un profesor de filosofía podría emplear con sus alumnos, pero aquí no encontramos nada similar. Difícilmente ninguno de los textos que conforman este libro podría ser presentado tal cual al alumnado (a pesar de que el mismo autor parece apoyar esa concepción en alguna medida en el epílogo del libro, así como aludiendo en segunda persona a sus propios alumnos en algunos de los textos; pero, desde nuestra experiencia personal, insistimos en que no acabamos de ver tal cosa); sino que en todo caso podrían ir dirigidos al profesorado de la materia. Lo que aquí tenemos es una gran cantidad de artículos breves (de un par de páginas en su mayoría) que recorren una variadísima temática y que bien podrían responder al formato de columna periodística o (más contemporáneamente) de entradas de un blog. Como hemos dicho, no son propiamente textos que un profesor de filosofía pudiera aprovechar como recurso didáctico para su alumnado. Lo que sí ofrecen, y ahí encontramos uno de sus valores, es una buena cantidad de ideas que ese profesor podría trasladar a sus clases.

Hemos de confesar que en los primeros momentos de enfrentarnos al libro tuvimos la tentación de realizar una lectura fragmentaria y superficial, al pensar que no merecía emplear nuestro tiempo en ello de manera más detenida y rigurosa (es tanto lo que tenemos por leer…). Sin embargo, transcurridas unas 50 páginas, acabamos encontrando el suficiente número de ideas interesantes como para que acabásemos cambiando de opinión a ese respecto. Además, nos llamó la atención que muchos de los conceptos expuestos y de las referencias empleadas (en la mayor parte de las páginas abundantísimas hasta lo abrumador) coincidiesen con lo que nosotros mismos solemos exponer en nuestras clases (el bagaje de recursos común de los profesores de filosofía de instituto, claro). Así, entre la identificación personal con el autor y lo atractivo del punto de vista expuesto al respecto de ciertas cuestiones, decidimos, al contrario de nuestra intención inicial, emplearnos a fondo en la lectura. Una lectura que ha de llevarse a cabo, eso sí, a pequeños “sorbos”, tal como expresa el título del libro y el mismo autor recomienda en la introducción. A ello invita lo ofrecido por estas páginas, constituido, como ya hemos dicho, por una gran cantidad de brevísimas píldoras de temática súmamente variada.

El libro se estructura en tres partes, cada una de ellas dedicada a un distinto tipo de “sorbo”, que el autor clasifica en función de los conocimientos previos que requieran del lector. Los “sorbos fríos” resultan accesibles a cualquiera, en tanto que tratan de asuntos más o menos cotidianos acerca de los cuales raramente alguien padecería desconocimiento: los bostezos, los tatuajes, el cáncer, los coches, el porno, la guerra, el suicidio, las drogas, el fútbol, las redes, los videojuegos… Los “sorbos templados” y los “sorbos calientes”, sin embargo, requerirían, para su plena comprensión y disfrute, del conocimiento previo de alguna referencia determinada. Según el autor, en el caso de los calientes es necesario el visionado de una película o un capítulo de una serie de televisión; efectivamente, todos ellos hacen referencia a tal tipo de materiales. Mientras que, de nuevo según el autor, los templados serían una especie de término medio entre las otras dos categorías; y también muchos de ellos aluden a ficciones fílmicas, aunque en este caso también a artistas musicales o filósofos. El listado es innumerable; como mero ejemplo, mencionaremos a Einstein, Bergson, Maimónides, Escoto, Kant, Lady Gaga, Alanis Morissette, Piratas del Caribe, Rick y Morty, Avatar, Juego de tronos, La vida de Pi, Gangs of New York... En general, se recurre sobremanera a la cultura popular, lo que indudablemente resulta una buena manera de despertar el interés del alumnado.

Confesamos que no hemos podido evitar realizar una lectura de este libro desde el punto de vista del profesor de filosofía, viendo en él, como decíamos más arriba, una fuente de inspiración en cuanto que presenta numerosas ideas trasladables a nuestras aulas. De hecho, Lomeña invita a sus colegas profesores a que “amplíen, recorten o reinterpreten sus páginas”. No obstante, es obvio que puede interesar a cualquier lector independientemente de lo anterior. La intención que anima al texto, recurriendo, como hemos visto, a lo cotidiano y cercano a la mayoría de los potenciales lectores, es la de mostrar al lego que la filosofía no es necesariamente algo árido, inaccesible, solo para especialistas, ajeno a la experiencia inmediata... Como dice el autor en el epílogo, el objetivo es conectar la filosofía con “el consumo cultural de las nuevas generaciones”, aunque nos parece que el planteamiento también es válido aplicado a otras generaciones anteriores. En definitiva, se trataría de acercar al gran público esta disciplina que Lomeña, en la introducción, califica no ya “en crisis” sino incluso “malherida” (como las más recientes reformas educativas en nuestro país nos permiten constatar). Este es el propósito habitual de la divulgación filosófica, si bien solo en contadas ocasiones se consigue, y posiblemente en esta sí. Merece la pena echarle un vistazo.

miércoles, 19 de enero de 2022

ECO: "CÓMO VIAJAR CON UN SALMÓN"

 

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Umberto Eco

Cómo viajar con un salmón

(Come viaggiare con un salmone)

Traducción: Helena Lozano Miralles

Año de publicación: 2018

Edición: Lumen, Barcelona, 2020

 

En lo que se refiere al autor, sobran las presentaciones (o deberían sobrar, y, si no, que cada cual haga sus deberes y se informe), por lo que dejaremos ese asunto aquí mismo.

Lo que quizás sí requiera cierta aclaración es la inclusión en nuestro espacio del comentario acerca de este libro. Y ello porque, hasta el momento, todo lo que hemos reseñado aquí ha pertenecido al género ensayístico referido a áreas más o menos afines a la filosofía (aunque entendiendo esto en un sentido muy laxo y amplio). En este texto encontramos, sin embargo, otra cosa. Se trata de una obra póstuma (Eco nos dejó desgraciadamente en 2016) que compendia una serie de artículos publicados previamente en prensa y fechados entre 1975 y 2014, aunque la mayor parte de ellos corresponden a la década de los 80 del siglo XX. Según la nota a la presente edición que abre el volumen, parte de ellos ya fueron publicados bajo el título Segundo diario mínimo (Lumen, 1994).

Se trata de un conjunto de textos muy breves (de entre tres y cinco páginas en su mayoría) que poseen como rasgo compartido el comentar críticamente, y desde la ironía o el sarcasmo, diversos aspectos de nuestra sociedad actual. Eco hace gala en estos textos de un humor muy fino, así como de una gran agudeza y lucidez en el análisis de los fenómenos que contempla. La lectura es sumamente ligera y en algún momento incluso consigue algo tan difícil en el caso de la literatura como provocar, más allá de la mera sonrisa, una carcajada sonora.

Decíamos un poco más arriba que quizás proceda justificar la presencia aquí de este libro. En primer lugar, Eco es uno de los intelectuales y humanistas más relevantes del siglo XX, el cual trabajó en diversas áreas (semiótica, estética, comunicología, lingüística…) y no sabemos si estrictamente filósofo (porque cada vez tenemos menos claro en qué consiste tal cosa) pero indudablemente muy cercano a ello. La actitud y la mirada del pensador permean todos sus textos, no solo sus muy abundantes ensayos, sino también los narrativos (El nombre de la rosa, El cementerio de Praga…) o, como en este caso, los periodísticos. E incluso aunque sea, también como en este caso, desde el humor. Estamos dispuestos a defender a ultranza que el humor es una de las más potentes (y serias) herramientas de crítica y cuestionamiento. Y, a fin de cuentas, eso es la filosofía: crítica y cuestionamiento. A lo largo de los textos que aquí encontramos, Eco pone en la picota el mercado del arte, ciertas vivencias cotidianas, la burocracia, la publicidad, las nuevas tecnologías digitales, los medios de comunicación, la divulgación filosófica o el cine porno, entre muchas otras cosas. Y en todo momento consigue conducir al lector a un ejercicio de reflexión sin que este apenas sea consciente de ello, ya que, como decíamos, todo se camufla tras la aparente frivolidad de la humorada.

Como conclusión, solo podemos decir que se trata de una lectura enormemente disfrutable; sugerimos no dejarla escapar.

domingo, 2 de enero de 2022

MARTÍN: "POR SI LAS VOCES VUELVEN"

 

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Martín, Ángel

Por si las voces vuelven

Planeta, Barcelona, 2021

 

En la mayoría de años académicos que llevo ejerciendo la docencia me ha correspondido impartir la asignatura de Psicología, presente en el Bachillerato como optativa. Se trata de una materia que en la Comunidad Valenciana compete al departamento de Filosofía. Cuando yo cursé la carrera, en los dos primeros cursos existían asignaturas comunes para las licenciaturas de Filosofía, Psicología y Pedagogía, y mi temario de oposiciones incluía una buena cantidad de contenidos correspondientes a esa disciplina (como también a otras ciencias humanas como antropología cultural o sociología). Con todo lo anterior intento transmitir que, aunque me encuentro muy lejos de ser especialista en la materia, al menos me resulta familiar.

Y una de las cosas que siempre he intentado transmitir a mi alumnado en esta asignatura es que las disfunciones, trastornos o patologías mentales no son algo a estigmatizar (además de que, obviamente, los psicólogos no se ocupan únicamente de tal cosa, idea errónea que de por sí ya conduce a estigmatizar a quienes recurren a ellos). El trastorno mental ha constituido tradicionalmente un tema tabú. Pareciera que quien sufre una depresión, una esquizofrenia o un trastorno de ansiedad tuviera que avergonzarse de ello, como si la propia persona fuese culpable de su estado, cuando difícilmente se considera así en el caso de quien padece una enfermedad física. A ello se añade el hecho de que existe una falta de conciencia acerca de que se trata de un fenómeno más común de lo que se cree o se quiere creer. Llevando a cabo de nuevo el paralelismo con las patologías físicas: del mismo modo que es imposible encontrar a alguien que no haya sufrido en algún momento una de estas (aunque se trate de algo tan simple y común como un resfriado, una cefalea o un dolor muscular), lo mismo se da en el caso de las patologías mentales. ¿Quién no ha padecido a lo largo de su vida, de manera más o menos grave o leve, un episodio depresivo, de ansiedad, obsesivo, etc.? Suele ocurrir que la persona a quien le ha sucedido se considera un caso extraordinario, y por ello tiende a silenciarlo, cuando no sería así si descubriese cuantísima gente comparte su experiencia.

Sin embargo, parece que últimamente ha ido creciendo en nuestra sociedad cierta corriente de opinión que lucha contra semejante prejuicio, y a ello puede realizar una buena contribución el libro que nos ocupa. En primer lugar, porque se atreve a hablar de estas cuestiones sin el más mínimo tapujo; en segundo lugar, porque quien aquí se desnuda es un personaje popular y mediático, y en consecuencia alguien que va a atraer al gran público. De hecho, el ejemplar que hemos leído corresponde a su quinta edición, cosa que no creemos que se hubiera dado de ser otro el protagonista del libro. Hablamos de Ángel Martín, comediante de stand up y presentador de televisión.

Sucede que en 2017 Martín padeció un brote psicótico que le llevó a ser hospitalizado. Al parecer, el episodio no duró más de unas semanas; suficiente, no obstante, como para marcar a una persona de por vida. Uno no puede ser el mismo después de pasar por semejante trance, tal como se plasma en el libro. Dos parecen ser las principales motivaciones que han llevado al autor a compartir su experiencia. En primer lugar, y tal como él mismo ha manifestado en entrevistas promocionales del libro, llevar a cabo esa contribución a desestigmatizar la enfermedad mental que consideramos, como decíamos arriba, tan necesaria. Pero también da la impresión de que se trata de un paso más en su proceso terapéutico.

En cualquier caso, lo que nos encontramos aquí es la narración de toda la vivencia experimentada por el autor: la aparición de voces en su mente, la interpretación de todo lo que le rodea como un conjunto de señales dirigidas hacia él y que otorgan al universo un significado hasta entonces desconocido, las conductas extrañas que acaban alertando a sus allegados, la estancia en el hospital, la recuperación, su reconstrucción posterior y lo que queda tras todo ello, que ya no es lo mismo que antes de que el periplo comenzase. La intención de Martín es la de conseguir transmitir al lector lo que él mismo percibía y sentía mientras estuvo “loco”, así como el modo en que ello le ha cambiado, tal como pone de manifiesto el recurso a la ruptura de la cuarta pared que lleva a cabo el narrador de manera constante. Sin embargo, diríamos que tal cosa no siempre se logra plenamente, sino tan solo de manera más o menos aproximada. En primer lugar, porque resulta extremadamente difícil introducirse en la mente de quien ha vivido una experiencia semejante (a menos, suponemos, que uno mismo también haya pasado por ello, lo que muy probablemente sea el caso de algunos lectores, los cuales extraerán de esta lectura algo sustancialmente diferente a lo que hayamos podido extraer nosotros). Y, en segundo lugar, porque, precisamente debido a esa dificultad, para conseguirlo es necesario un tipo de talento literario que aquí el autor no exhibe. Quede claro que no se lo vamos a exigir, ya que no es propiamente “ese tipo” de escritor (su experiencia como tal se ha centrado en su material de comedia, la labor como guionista televisivo… algo igualmente meritorio y admirable, por supuesto, pero que es ”otra cosa”) y dado que ya nos parece sobradamente valioso lo que nos ofrece con este libro. Pero no podemos dejar de lado en esta reseña nuestra opinión acerca de los aspectos formales del texto, en tanto que ha resultado inevitable que nos llamasen la atención. Como positivo, podemos destacar el tono coloquial y cercano, elemento que sí contribuye a lograr en el lector la empatía que se persigue. De hecho, no resulta difícil, para quien ha conocido al personaje en sus monólogos humorísticos o intervenciones en televisión, reconocer su estilo expresivo y hasta “escuchar” su voz a lo largo de la lectura (¿como él aquellas sus voces?… y no es que se trate de una ocurrencia nuestra, sino que él mismo lo sugiere en algún momento). Como contrapartida, nos ha disgustado, e incluso diría que nos ha llegado a irritar, un estilo telegráfico y acelerado que, aunque pueda ser eficaz según lo que se desee expresar en determinados momentos, de abusarse del mismo, como sucede, resulta agotador (de manera paradójica, en tanto que se podría pensar que lo que se pretende con ello es convertir la lectura en más ligera). No es que le pidamos que sea Proust, pero vaya… Baste decir que la mayor parte de los párrafos del texto están constituidos por ¡una sola oración! Si a ello le añadimos la aparición aquí y allá de emojis (aquí introduciría un emoji de estupor, pero desconozco cuál es) o de frases íntegramente en mayúsculas como, suponemos, recurso de enfatizaciónqueda la impresión de que el libro está escrito pensando en aquellas personas cuya fuente de lectura más habitual es Twitter, o quizás se trate de que un servidor ya se está haciendo viejo.

No quisiéramos cerrar esta reseña con lo dicho inmediatamente antes, pues ello podría dejar una impresión equivocada. Independientemente de su calidad literaria (que en absoluto deja de ser correcta, cuidado), el libro merece la pena muy mucho. Nos aproxima a una de las más particulares experiencias del ser humano, y constituye un acto de valentía que merece aún mayor alabanza por venir de un personaje popular. En él encontramos una lectura interesante y amena. Y, sobre todo, puede y debe servir como un granito de arena más en la necesaria y urgente labor de destruir el tabú sobre la enfermedad mental que tradicionalmente ha venido existiendo.