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martes, 28 de diciembre de 2021

¿ES USTED PROFESOR? PUES NO PIENSE, POR FAVOR, NO SEA QUE A SUS ALUMNOS LES DÉ POR IMITARLE Y... ¿DÓNDE IRÍAMOS A PARAR?

 

Mantenemos aquí la popperiana (valga el palabro) convicción de que absolutamente ninguna idea debe quedar a salvo de crítica. Solo el sometimiento a tal prueba y lo que de ella se deriva, es decir, la pervivencia de las ideas más válidas, es lo que nos puede permitir avanzar en el camino del conocimiento. Lo contrario: el dogmatismo, la sujeción al prejuicio, la opinión sin fundamentos sólidos... suponen el riesgo de inmovilizar al ser humano en concepciones erróneas (que en algún caso podrían no serlo, pero ¿cómo saberlo si les otorgamos el privilegio de considerarlas inmunes a la crítica?). Y esta no es una cuestión baladí, pues no hablamos de elucubraciones gratuitas propias de quien no tiene nada mejor que hacer. Nuestro conocimiento de la realidad es lo que nos permite adaptarnos a ella de la mejor manera posible para desarrollar nuestra vida, tanto colectiva como individual, del modo más apropiado y beneficioso. Aprovechamos para aclarar que todo lo que nos ocupa y preocupa aquí no lo hace porque constituya un mero entretenimiento intelectual, sino porque las consecuencias prácticas de dirimir ciertas cuestiones son esenciales para nuestra existencia.


Vamos a dejar que sea uno de nuestros referentes, Bertrand Russell, quien respalde lo dicho anteriormente, ya que ante sus palabras las nuestras están claramente de sobra.


Los enemigos de la libertad académica sostienen que hay que tomar en consideración otras condiciones aparte del conocimiento que tenga un hombre de su especialidad. Debe, según ellos, no expresar nunca una opinión contraria a la de los que detentan el poder. Este criterio ha sido vigorosamente defendido por los Estados totalitarios.
(...) Ese peligro no puede evitarlo la democracia por sí sola. Una democracia en la cual la mayoría ejerce sus poderes sin restricción puede ser tan tiránica como una dictadura. La tolerancia de las minorías es parte esencial de una prudente democracia, pero esa parte no se recuerda siempre lo bastante.
(...) Gran parte de esto sucede entre nosotros. La crítica se permite en un amplio campo, pero cuando se la considera realmente peligrosa, su autor es castigado en alguna forma.
(...) las opiniones deben ser formadas por el debate libre, no permitiendo que sólo se oiga a uno de los lados. Los gobiernos tiránicos, tanto antiguos como modernos, han mantenido el criterio contrario.
(...) La diferencia fundamental entre el criterio liberal y el que no lo es consiste en que el primero considera todas las cuestiones abiertas a la discusión y todas las opiniones sujetas a la duda en menor o mayor medida, mientras que el último sostiene por adelantado que ciertas opiniones son absolutamente indudables y que no deben permitirse los argumentos contra ellas. Lo curioso de esta opinión es la creencia de que, si se permitiese la investigación imparcial, llevaría a los hombres a la conclusión errónea, y que por lo tanto la ignorancia es la única salvaguardia del error. Este punto de vista no puede ser aceptado por ningún hombre que desee que la razón, en lugar del prejuicio, gobierne los actos humanos.
(...) El hombre o la mujer que va a desempeñar un puesto docente oficial no debe ser obligado a ostentar las opiniones de la mayoría, aunque, naturalmente, la mayoría de los maestros lo haría. La uniformidad de opiniones en los maestros no debe ser buscada, sino, de ser posible, evitada, ya que la diversidad de opinión entre los preceptores es esencial a cualquier educación sana. Ningún hombre puede pasar por educado cuando sólo ha oído hablar de un aspecto de las cuestiones que dividen al público. Una de las cosas más importantes que se debe enseñar en los establecimientos docentes de una democracia es el poder de sopesar argumentos, y el tener la mente abierta y preparada de antemano a aceptar el argumento que le parezca más razonable. En cuanto se impone una censura en las opiniones que los profesores pueden expresar, la educación deja de realizar sus fines y tiende a producir, en lugar de una nación de hombres, un rebaño de fanáticos.
 
 
Bertrand Russell - Wikipedia, la enciclopedia libre


Lo anterior está extractado del artículo La libertad y las universidades, el cual Russell redactó como consecuencia del hecho de que en 1940 le fuera prohibido impartir clases en la Universidad de Nueva York. ¿El motivo? Haber mostrado en su trayectoria intelectual que estaba dispuesto a poner en cuestión muchas ideas establecidas, en definitiva cumplir con su obligación como filósofo, y el temor a que contagiara sus ideas "subversivas" al alumnado. En realidad, la cuestión viene tan de antiguo que ya Sócrates fue condenado a muerte por, entre otros motivos, "corromper" a la juventud ateniense (hay quien ha querido ver en esa fórmula un sentido sexual, pero es más probable que aquí "corromper" equivalga a "hacer pensar", que en definitiva era el principal cometido de Sócrates, con las consecuencias políticas que ello podía tener).
 

domingo, 19 de diciembre de 2021

PENSAR POR MÍ MISMO... ¡QUÉ COSAS TAN RARAS ME PIDES!

Hoy me ha dado por recordar, quién sabe por qué (si es que ha de haber un porqué para estas cosas) una anécdota en particular de tantas que podría enumerar de entre las acaecidas a lo largo de las más de dos décadas que llevo dedicadas a la enseñanza (imagínense ustedes lo que dará eso para contar)

En cierta ocasión, a través del tutor de uno de los grupos a los que impartía la asignatura entonces existente con el nombre de Educación Ético-Cívica (que no sería sino la Ética de toda la vida, equivalente en contenidos a la actual Valores Éticos o a la próxima Valores Cívicos y Éticos de la LOMLOE… durante décadas el mismo perro con distintos collares), me llegaron ciertas impresiones del alumnado del susodicho grupo que no puedo dejar de considerar enormemente significativas.

Estos alumnos (la mayoría de ellos muy positivamente implicados con la actividad académica, dato que añado para evitar ciertas posibles malinterpretaciones de lo que voy a narrar) manifestaron que, aunque la asignatura les parecía interesante, no tenían ninguna queja acerca del trabajo del profesor, etc., se encontraban muy desconcertados por un aspecto en particular: que en ella se les animase a pensar por sí mismos. Obviamente, no lo expresaron de esa manera. Al parecer, lo que vinieron a decir fue que no tenían muy claro qué se esperaba de ellos, porque cuando exponían sus ideas en clase el profesor no les puntualizaba si lo que habían dicho "estaba bien o mal". Me centraré en esta última expresión, que al parecer se presentó como bastante literal, pero antes es conveniente que haga un par de aclaraciones. En primer lugar, decir que cuando comienzo un curso, de ésta o de cualquier otra asignatura, siempre me detengo de manera considerable en informar al alumnado de cuáles son los objetivos y el planteamiento de la misma; es decir, que el problema no se encuentra en este punto. En segundo lugar, pondré en antecedentes al lector acerca de lo que pudiera haber motivado a mi alumnado esas impresiones. En la asignatura de la que estamos hablando y en todas sus clónicas anteriores y posteriores, he exigido, por supuesto, la asimilación de determinados contenidos teóricos, pero al mismo tiempo también una reflexión personal sobre los mismos. Esto lo he hecho siempre a través de una serie de mecanismos que ahora no voy a detallar, pero el caso es que en un determinado momento el alumno ha tenido que expresar los resultados de dicha reflexión en un diálogo abierto con sus compañeros y el profesor (una puesta en común, me gusta llamarlo). En esa dinámica, el profesor se limita a ejercer de moderador. Bien, pues parece ser esto y no otra cosa lo que desconcertó a mi alumnado de aquel momento. Siempre he intentado dejarles claro, en este tipo de asignaturas, que mi objetivo no es el de enseñarles qué deben pensar acerca de lo que sea correcto o incorrecto (aunque, en cierto modo, el currículo oficial sí lo plantea así, pero yo nunca me he considerado un profesor de moral, como sí puedan serlo los docentes de la asignatura de Religión, sino de ética), sino el de enseñarles a reflexionar sobre ello. Por otra parte, me temo que los profesores de filosofía somos muy aficionados a valorar el sentido crítico y la autonomía de pensamiento.

Y con lo anterior llego a mi conclusión acerca de dónde se encuentra el problema: lo que al parecer mis alumnos echaban de menos era que les dijese si sus opiniones resultaban o no válidas (o "estaban bien o mal", recordemos que era la expresión exacta), esto es: que les dijera lo que tenían que pensar. Al parecer, les incomodaba (o quizás ni siquiera llegasen a comprender) que un profesor les animase a pensar por sí mismos, sin juzgar sus ideas, situando su propio punto de vista al mismo nivel de validez que el suyo. Añadamos a esto que ellos mismos también reconocieron ante su tutor, al mismo tiempo que se “quejaban" de lo anterior, que la asignatura les resultaba muy "nueva". Esto lleva a pensar que, quizás y por desgracia, se encontraban ante la primera ocasión en su trayectoria escolar en que no se les decía qué es lo correcto o incorrecto, lo que "está bien o mal" o, en definitiva, qué debían creer, pensar u opinar. Creo que, a partir de aquí, cada cual podrá ya sacar sus propias conclusiones.

Un último apunte: al parecer no es solamente a mi alumnado a quien le incomoda que se le anime a pensar por sí mismo. Si tenemos en cuenta el modo en que las asignaturas de índole filosófica han ido siendo arrinconadas cada vez más en las últimas leyes orgánicas de educación, incluyendo la LOMLOE de próxima implantación, cualquiera diría que existe el objetivo de hacer desaparecer la posibilidad de que alguien anime a los escolares a reflexionar y a desarrollar sus propias ideas de manera fundamentada, o cualquiera diría que el hecho de que los futuros ciudadanos piensen por sí mismos también incomoda a nuestros legisladores.


https://sites.google.com/site/laescuelasinfilosofiaestavacia/_/rsrc/1385851705640/home/imagen/ESCUELA%20SIN%20FILOSOFIA.jpg

miércoles, 1 de diciembre de 2021

LÓPEZ: "EL DEVENIR 'MUJER' EN SIMONE DE BEAUVOIR"

 

                                                https://dosbigotes.es/wp-content/uploads/2019/11/El-devenir-mujer-en-Simone-de-Beauvoir.png

  

López, Silvia

El devenir “mujer” en Simone de Beauvoir

Dos Bigotes, Madrid, 2019
 

En este blog ya hemos reseñado más de un libro acerca de Simone de Beauvoir (aquí, aquí y aquí). Sin embargo, no siendo, como ya dijimos en otro momento, una pensadora acerca de la que dispongamos de una abundante bibliografía en español, al menos en la medida que correspondería a  quien consideramos una de las figuras más importantes de la filosofía del siglo XX, se agradece cualquier nueva oferta editorial que nos permita aproximarnos a su persona o sus ideas.

En este caso, se trata de un volumen perteneciente a la colección nacida en 2019 “LAS Imprescindibles” (en la muy recomendable editorial Dos Bigotes, especializada en temática LGTBI y feminismo), cada una de cuyas entregas se encuentra dedicada a una relevante autora del feminismo contemporáneo, y donde también han aparecido textos sobre Judith Butler o Kate Millett. Como se expresa en “El Manifiesto de LAS Imprescindibles”, que abre el volumen, la intención es dar a conocer las ideas fundamentales del feminismo contemporáneo en su pluralidad, con el fin de dotar de herramientas para una reflexión y un diálogo que ulteriormente puedan derivar en la praxis. Loable propósito que deseamos llegue a buen puerto ofreciendo una buena cantidad de nuevos libros con los que elaborar una biblioteca feminista de altura en lengua española.

Todos los títulos aparecidos hasta el momento se deben a la autoría de Silvia López (también directora de la colección), doctora en Ciencia Política y Derecho y especializada en pensamiento feminista contemporáneo y políticas de igualdad de género.

Vayamos ya a por el texto que nos ocupa. Esencialmente, se trata de una exposición de algunas de las principales ideas desarrolladas por Simone de Beauvoir en su obra capital El segundo sexo, la cual no necesita presentación. La particularidad de este libro frente a otros de su misma temática reside en que se adopta un enfoque centrado en la construcción cultural de la “mujer”, tal como refleja su mismo título. Así, se prescinde totalmente del contenido de algunas de las partes de la monumental obra de Beauvoir, como las referidas a los discursos legitimadores de la situación de subordinación de la mujer o al origen histórico-antropológico de tal situación. Se trata de elementos del aparato teórico presentado en El segundo sexo que, sin tener en absoluto un carácter secundario (al contrario, poseen una importancia fundamental dentro del conjunto de la obra), tampoco son estrictamente necesarios para comprender lo esencial de la respuesta que dará la filósofa a su pregunta-guía: ¿qué es una mujer? Por otra parte, hay que reconocer que esas partes de la obra de Beauvoir aquí obviadas pueden resultar un tanto obsoletas y de escaso interés para el lector no especialista, dada su coyunturalidad. El evolucionismo darwiniano, el psicoanálisis o el materialismo histórico carecen hoy de la presencia e influencia culturales enormes de que gozaban en los momentos en que se redactó El segundo sexo, del mismo modo que la interpretación que realiza Beauvoir de la situación de la mujer en la prehistoria (basada en los conocimientos que se poseían en su época, como no podía ser de otro modo) ha ido siendo superada por investigaciones posteriores. En conclusión, opinamos que la labor selectiva llevada a cabo por Silvia López resulta bastante acertada; como suele decirse, quien mucho abarca poco aprieta.

El libro arranca con un capítulo introductorio en que se exponen los objetivos de la investigación emprendida por Beauvoir en El segundo sexo, al mismo tiempo que se presentan algunos trazos de su biografía. Esta atención a su persona y a su trayectoria vital es algo que encontramos habitualmente en los estudios sobre la filósofa, por tratarse de un elemento hasta cierto punto inevitable en el caso de alguien en quien vida y pensamiento hallarían un elevado grado de imbricación.

Tras lo anterior, el volumen se estructura básicamente en dos partes, cada una de ellas integrada por un capítulo. La primera (“La mujer, objeto de estudio”) se ocupa del análisis que realiza Beauvoir de la categoría “mujer”, girando alrededor de conceptos centrales de su teoría como “alteridad”, “inmanencia/trascendencia” o la vivencia del cuerpo. El capítulo siguiente ( “La mujer, una historia de vida”) recoge el exhaustivo recorrido que realiza Beauvoir por la trayectoria vital de la mujer (es decir, por su proceso de socialización), cuyas distintas etapas e hitos (educación en la infancia, aparición de la menstruación, vivencia de la sexualidad, matrimonio y maternidad, madurez y vejez...) darán lugar a que la hembra humana devenga “mujer” en tanto producto cultural. Este capítulo incluye también las reflexiones que lleva a cabo Beauvoir acerca de las lesbianas y de las prostitutas y hetairas como otras formas de vivencia de la feminidad.

El libro se completa con un apartado de bibliografía comentada muy útil para quien desee abundar en la materia.

Finalmente, apuntaremos que otro de los rasgos definitorios y también positivos de este libro lo encontramos en las frecuentes referencias a la producción literaria de Beauvoir, que se nos muestra como plenamente coherente con sus ideas teóricas y sirve para ilustrar estas a través de sus personajes, tramas y situaciones. Por tanto, este libro nos recuerda que la filósofa fue también uno de los grandes nombres de las letras francesas. También destacaremos la claridad expositiva de López, la cual convierte la lectura en amena y accesible para cualquiera.

domingo, 7 de noviembre de 2021

ILUSIONARIO

 

                         

 

En más de una de las asignaturas que nos corresponde impartir (Psicología o Filosofía de 1º de Bachillerato) tratamos el asunto de la percepción. Cuando intentamos transmitir a nuestro alumnado que el cerebro humano se encuentra configurado para ello de una manera particular (como el de cualquier otra especie, cada una a su propio modo), solemos recurrir a las ilusiones ópticas. Este tipo de fenómeno, que siempre provoca curiosidad y fascinación, nos supone percibir erróneamente. Pero en realidad ello es, aunque pueda parecer paradójico, una prueba de que nuestra capacidad de percepción funciona correctamente, ya que es debido precisamente a ese buen funcionamiento que, de manera extraordinaria, pueda resultar burlada por determinados estímulos engañosos.

Existen múltiples libros, vídeos (echa un vistazo en YouTube) y sitios web donde podemos encontrar un buen repertorio de ilusiones ópticas, pero nos gusta particularmente el blog Ilusionario. En activo desde 2012 (aunque con una existencia anterior en otro formato, que fue en realidad como lo conocimos), su última entrada es de diciembre de 2020, aunque esperamos que eso no signifique que su autor, Juan Luis Roldán, lo haya abandonado definitivamente

Incluye todas las ilusiones habituales, así como entradas dedicadas a creadores gráficos que se han dedicado a producir este tipo de efectos, desde el clásico y conocidísimo Escher hasta otros actuales. En definitiva, un buen recurso para aprender un poco más sobre nosotros mismos al mismo tiempo que pasamos el rato de una manera interesante, o, como en mi caso, una estupenda fuente de material didáctico. Por ello, hemos decidido mencionarlo aquí, recomendándolo vivamente.

sábado, 6 de noviembre de 2021

CEBALLOS: "EL PENSAMIENTO CONSPIRANOICO"

 

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Ceballos, Noel

El pensamiento conspiranoico

Arpa, Barcelona, 2021

 

El pensamiento conspiranoico (término que resulta de una contracción de “conspiración” y “paranoico”) quedaría definido (según la Fundéu, y tal como recoge el autor del libro que vamos a comentar) como la “tendencia a interpretar determinados acontecimientos como fruto de una conspiración”. No vamos a negar que las conspiraciones (políticas, económicas…) existen. El problema surge cuando, de manera prácticamente patológica por obsesiva y paranoica (de ahí la distinción entre la mera “conspiración”, en tanto algo que es legítimo considerar como verosímil, y la “conspiranoia”), absolutamente todo es interpretado como enmarcable en una conspiración, de manera que son establecidas conexiones entre lo aparentemente más dispar. Eventos supuestamente aislados resultan encajados en una compleja trama, tras la cual existen los intereses de una minoritaria y poderosa elite que ha construido el sistema socio-político-económico en que nos inscribimos según sus intereses particulares, lo cual se pretende ocultar al ciudadano de a pie. Y todo ello se afirma sin evidencias y ni siquiera indicios que justifiquen tal visión de las cosas. La mirada conspiranoica adapta los hechos a las expectativas del sujeto: en primer lugar se establece el marco interpretativo, y, a continuación, todo lo que acontezca será encajado en el mismo a modo de hipótesis “ad-hoc”; incluso, desde luego, las pruebas de que la conspiración en la que se cree no existe, porque, claro, cualquier cosa que se presente como prueba en contra de ello no sería sino una falacia generada por los mismos conspiradores con el fin de ocultar su actividad, y, por tanto, vira en una prueba de la existencia de la conspiración. Con ello, toda conspiranoia se convierte en una de esas teorías no falsables de las que hablara Popper. La conclusión de este modo de interpretar el mundo es la de que ciertos grupos de poder serían los responsables de la mayor parte de lo que le acontece a la humanidad, perpetuándose además a través de los siglos. Hallar semejante explicación de las cosas resulta tranquilizador para determinados individuos ante la alternativa de la ausencia de un sentido último de los acontecimientos. A fin de cuentas, no se trata sino de dotar de orden al mundo, como intenta cualquier religión. Hay que decir que esa inclinación hacia la búsqueda de un sentido y una causalidad en la realidad es algo absolutamente arraigado en el ser humano por meras razones adaptativas; el problema surge cuando desborda determinados límites (lo que da lugar a numerosos sesgos cognitivos; los cuales, por cierto, podríamos identificar sin dificultad como ingredientes del pensamiento conspiranoico… aunque todo esto ya nos daría para escribir nuestro propio ensayo). Además, el conspiranoico disfruta de la sensación de superioridad ante el común de la ciudadanía que le otorga el sentimiento de ser consciente de algo ignorado por una mayoría borreguil, lo cual le convierte en un rebelde ante el sistema. Con respecto a todo esto, nos encontramos en un momento crítico, ya que el reciente fenómeno de la posverdad ha resultado enormemente favorecedor para el pensamiento conspiranoico, hasta el punto de que, como afirma el autor de este libro, se ha producido “un auténtico cambio de paradigma: por primera vez, la conspiranoia no viaja de abajo arriba, sino que ahora empieza a ser instrumentalizada por líderes mundiales” (v. g. Donald Trump), y si a ello le unimos las posibilidades de difusión que otorga Internet, ni que decir tiene que el resultado es muy preocupante. Porque, además, la conspiranoia interpela a elementos muy sensibles en nosotros, por lo que no ha de sorprendernos más de la cuenta que sean tantos quienes sucumben a ella. Como dice  Ceballos: “la conspiranoia de cada época, por muy desfasada que pueda parecernos en ocasiones, suele revelar las claves menos evidentes del contexto histórico en que fue formulada. Es un compendio de miedos y ansiedades sociales, un constructo paranoico que da forma concreta a los monstruos (reales o imaginarios) de cada tiempo”.

Noel Ceballos es periodista especializado en cultura, con una amplia trayectoria en numerosos medios escritos y también en algunos audiovisuales. En su tratamiento del pensamiento conspiranoico que nos ofrece en este libro, no esperemos encontrar ningún análisis de orden sociológico, antropológico, psicológico o epistemológico. El fenómeno en cuestión da pie a todo ello, por supuesto (y sería interesantísimo profundizar en tales aspectos), pero no es ese el objetivo de El pensamiento conspiranoico. El punto de vista del autor es meramente el del periodista que decide ocuparse de un tema que, aparte de poseer otras dimensiones, también podemos limitarnos a contemplar a modo de elemento perteneciente a la cultura popular. Nada, por tanto, de sesudos análisis; aunque en más de un momento Ceballos sí apunta brevemente algunas interpretaciones teóricas. Y, por cierto, opinamos que abundar algo más en esto (aunque, como decíamos, no fuese el fin principal del autor) tampoco hubiera perjudicado al texto. Al contrario, le hubiera otorgado un mayor equilibrio al contrapesar la sensación de predominio de frivolidad y superficialidad que nos queda al completar la lectura. También hay que decir que, por lo anterior, resulta equívoco por parte del autor el titular la introducción como “Hacia una teoría de la mente conspiranoica” (dejando a un lado que, además, emplea mal el concepto “teoría de la mente”), generando así una expectativa que no va a cumplirse. Esperemos que, al menos, Ceballos no sea tan ingenuo (o pretencioso) como para creer que efectivamente ha construido tal teoría con este libro.

Ya hemos explicado lo que no es este libro; entonces, ¿qué es? Lo que principalmente hace Ceballos en sus páginas es enumerar y describir diversos casos de conspiranoia que se han dado a lo largo de la historia (aunque prescindiendo de la ordenación cronológica e incluso temática).

Así, a lo largo del texto, van desfilando, entre otros contenidos (muy numerosos, por lo que no los mencionaremos de manera exhaustiva)…

La creencia en que Bill Gates es el responsable en la sombra de la pandemia de COVID-19 iniciada en 2020, con el fin de promover una vacuna que serviría para introducir en sus víctimas un microchip que le permitiría ejercer el control de la población, a modo del clásico supervillano de ficción que tiene como objetivo dominar el mundo.

La aparición en el siglo XVIII de la teoría más tarde denominada “del Nuevo Orden Mundial”, la cual pervive hasta nuestros días, de la mano de diversos autores partidarios del Antiguo Régimen como modo de explicar la Revolución Francesa. Con ello se inauguraría un clásico de la conspiranoria: la idea de que quien realmente gobierna el mundo de manera oculta son sociedades secretas tales como los Illuminati o los masones, a los que pronto serían añadidos los judíos. Así, se genera un relato simplificador y maniqueo del “ellos” contra “nosotros”, según el cual todo lo negativo que acontece responde a la trama de un enemigo oculto, lo cual libera de la propia responsabilidad y la necesidad de autocrítica, e incluso del esfuerzo de analizar fenómenos complejos.

La figura y las actividades de Alex Jones, personalidad de la extrema derecha norteamericana que, desde 1999, dedica su página web InfoWars a difundir bulos de corte conspiranoico. Destacan su teoría de que Donald Trump hubiese sido sustituido por un clon, su obsesión por la llamada “agenda globalista”, consistente en la supuesta pretensión, por parte de los poderes económicos, de transformar el planeta entero en un régimen comunista, o la idea de que el gobierno norteamericano recurre de modo sistemático a los ataques de falsa bandera sobre la población civil de su propio país para promover sus intereses.

La trayectoria histórica a través de la cual se va construyendo el pensamiento conspiranoico antisemita, el cual encuentra su base y fuente de difusión en diversos textos publicados en la Europa del XIX, de los cuales es culmen el célebre Los protocolos de los sabios de Sión, el cual supuestamente registra el maligno plan de los judíos para acabar con los valores de Occidente y dominar el mundo.

El movimiento norteamericano de extrema derecha QAnon, que considera a Donald Trump (quien a su vez se referiría a ellos como “buenos patriotas”) como el salvador contra una trama en la que se mezcla el uso de la “falsa” pandemia de COVID-19 para ejercer el control de la población a través del implante de chips mediante la vacunación (delirio que ya hemos mencionado más arriba), con el tráfico de niños organizado por miembros del partido demócrata (Hillary Clinton o Barack Obama entre otros) con finalidades pederastas y satánicas.

La fiebre ufológica que arranca en EEUU a finales de la década de los 40, con fenómenos representativos como el caso Roswell o la leyenda urbana acerca del Área 51.

La idea de una “megacorporación” empresarial que gobierna el mundo, siempre en manos de grandes magnates, ya sean Rockefeller, Jeff Bezos o Mark Zuckerberg.

El terraplanismo o el negacionismo del cambio climático que considera a la activista Greta Thunberg una marioneta en manos de intereses superiores.

Las conspiraciones alrededor de magnicidios como el de Gadafi, Martin Luther King o, por supuesto (la joya de la corona para cualquier aficionado a especular sobre conspiraciones), J. F. Kennedy.

Y, si hablamos de cultura popular, no queremos dejar de referirnos a un capítulo final que recoge la mención y comentario de una buena cantidad de filmes que tratan acerca del tema de las conspiraciones, y que bien nos puede servir como lista de recomendaciones para ponernos al día en el género en cuestión. Lo cierto es que, como cinéfilos que somos, es una de las partes del libro que más nos han interesado.

En conclusión, se trata de una lectura sumamente amena y bastante informativa, muy buena como entretenimiento (lo cual, desde luego, no es poca cosa), pero que acaba dejándonos con la sensación de que no aporta mucho más de lo que podamos descubrir por nosotros mismos echando unas cuantas tardes ante la Wikipedia o algunas páginas web especializadas. Que Ceballos lo haya hecho por nosotros no llega a merecer los alrededor de 20 € que hay que pagar por el libro. A estas alturas, con lo que llevamos leído a lo largo de nuestra vida y con lo que nos queda pendiente de leer en los cada vez menos años que nos restan, agradecemos mayor enjundia.

lunes, 1 de noviembre de 2021

MITOLOGÍA Y CONSUELO



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Retazo de conversación ajena captada al vuelo en plena calle: "...las personas buenas se mueren porque Dios también necesita ángeles". No vamos a negar el carácter de poesía espontánea que posee esa afirmación; ni tampoco que la mitología suele resultar bella. Pero también podemos identificar en esas palabras un perfecto ejemplo de consuelo hallado en el delirio (y de acomodación personal de los principios de la teología, todo sea dicho).

viernes, 1 de octubre de 2021

UNA BUENA NOTICIA: EL "DICCIONARIO DE FILOSOFÍA" DE FERRATER MORA EN EDICIÓN DIGITAL


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Entre las obras de consulta a que recurrí en mis tiempos de estudiante universitario, primero, y de opositor, después, destacaron dos. Como manual histórico, la Historia de la Filosofía de Frederick Copleston, cuyos nueve volúmenes fui adquiriendo poco a poco, algunos de ellos en librerías de viejo (tal como me lo iba permitiendo mi precaria economía juvenil). Aunque posteriormente fui descubriendo otras historias que me gustaron más en algunos aspectos, y aunque inevitablemente requiera de actualización (la Copleston se cierra con el existencialismo de Sartre... y anda que no han pasado cosas desde entonces), sigo considerándola una obra de referencia que recomendaría sin dudar.

En segundo lugar, y si de diccionarios filosóficos se trata, siempre ha resultado imprescindible el de José Ferrater Mora. De este nunca he llegado a poseer de manera personal más que una edición abreviada en formato bolsillo (que mientras escribo esto reposa en una estantería a mi espalda), pero los cuatro volúmenes de su edición íntegra acabaron convirtiéndose en familiares durante numerosas consultas en bibliotecas públicas o universitarias o en los departamentos de Filosofía de institutos de secundaria que he ido recorriendo a lo largo de mi vida. La llegada de Internet como herramienta de acceso a la información hizo cada vez menos frecuente su uso, pero todavía, de cuando en cuando, recurro al viejo y fiable Ferrater.

De ahí mi alegría al descubrir recientemente que se ha elaborado la edición digital de esta obra (consultable solo mediante suscripción de pago, advierto). En la web diccionariodefilosofia.es podemos encontrar el resultado del ingente trabajo llevado a cabo originalmente por su autor, pero también se trata de una edición ampliada en la que se irán añadiendo nuevas entradas y actualizando aquellas de las ya existentes que lo requieran. En la sección “Prefacio a la edición digital” se explica con detalle la evolución del diccionario desde su concepción inicial hasta esta versión digitalizada, por lo que evitaremos repetir aquí tal información.

Esta iniciativa no solo es bienvenida porque permita disponer, con la comodidad que ofrece el formato digital, de un clásico de la bibliografía filosófica, sino también porque viene a llenar un importante hueco, pues, hasta este momento, no era posible encontrar en Internet un diccionario de filosofía en lengua española de la mínima calidad exigible, habiendo de recurrir a alternativas como la (recomendabilísima) Stanford Encyclopedia of Philosophy o la (no tan interesante como la anterior, por resultar bastante incompleta, al menos a día de hoy) Internet Encyclopedia of Philosophy.

VOLTAIRE: "CÁNDIDO Y OTROS CUENTOS"


    
           
 

Voltaire

Cándido y otros cuentos

Selección y nota preliminar: Paulino Garagorri

Traducción: Antonio Espina

Alianza Editorial, Madrid, 1990


Leer a Voltaire resulta uno de los ejercicios intelectuales más saludables que se puedan llevar a cabo. Y, además, una auténtica delicia cuando el objeto de la lectura son sus relatos filosóficos. Aunque cultivó una gran diversidad de géneros literarios, el mencionado destaca dentro del conjunto de su obra por su particular interés (que no por su abundancia, pues constituye una ínfima porción de su producción). Se trata de textos, en algunas ocasiones de menos de una decena de páginas y en otras con la extensión de una novela breve, en los que Voltaire emplea el formato de la narrativa de ficción para plasmar sus reflexiones acerca de asuntos de diverso cariz: social, político, teológico, antropológico, psicológico, metafísico,... Siempre con el talante crítico que le definía, adoptando principalmente un tono satírico y empleando el recurso de crear personajes peculiares que, colocados en determinadas situaciones, ofrecen al autor la oportunidad de poner en su boca las ideas que, con afán didáctico, desea transmitir al lector.

En otro lugar de este blog ya comentamos Cándido, sin duda el más célebre de los cuentos filosóficos de Voltaire, el cual aparece aquí recopilado junto con otros cuatro del total de veintiséis que produjera, con un criterio de selección que, en palabras de Paulino Garagorri, responsable de la edición, "elimina los de ambiente oriental y retiene los centrados en la sátira del mundo europeo con transposiciones menos fabulosas. Entre ellos figuran algunos de los más logrados y justamente famosos. La muestra ofrece así un más fácil acceso a la sensibilidad contemporánea y una condensación ideológica que potencia su intención crítica y sus pretensiones racionalizadoras".

En la nota preliminar que abre el volumen, Garagorri nos ofrece una introducción general a Voltaire y su obra, hablando de su papel en la construcción de las ideas ilustradas, ofreciendo un recorrido por su legado literario a través de los distintos géneros que cultivó, y situando al lector ante el género del cuento filosófico.

Y, tras lo anterior, encontramos los relatos que pasamos a comentar uno por uno.


Memnón o la sabiduría humana

Memnón decide un día ser "completamente cuerdo" (propósito que desde el primer momento el narrador califica como "extravagante" y de "locura"), lo cual equivale para él al logro de un completo dominio de las pasiones como vía para la felicidad. Pero a partir del momento de adoptar semejante intención, comienzan a sucederle una serie de desgracias en las que se produce, precisamente, lo completamente opuesto a lo proyectado por el personaje. Voltaire parece querer darnos a entender la imposibilidad de realizar lo que Memnón se ha propuesto, hasta el punto de que puede convertirse en contraproducente, pues "no es posible ser del todo inteligente, del todo sano, del todo poderoso, del todo feliz". La conclusión es que no es cierto, como ciertos filósofos pretenden, que "todo es como debe ser" (tanto esta referencia como la misma idea del personaje de controlar sus pasiones pueden remitirnos, por ejemplo y quizás entre otros que pudiera tener en mente el autor, a Spinoza), sino que el mundo y el ser humano son imperfectos e inevitablemente alejados de ideal ninguno. Como en otros de sus relatos, aquí se refleja un característico pesimismo de Voltaire con respecto a la condición humana.


Micromegas

Dos seres extraterrestres (el Micromegas que da título al cuento es uno de ellos), si bien procedentes de distintos mundos, traban contacto e intercambian impresiones sobre sus respectivas idiosincrasias y las de otros habitantes del universo que han conocido. A través de esta conversación, se refleja la idea de que todo individuo, sea cual sea el alcance de sus cualidades y dones (la finura de su sensibilidad, la duración de su vida,...) siempre va a considerarlo escaso y se va a sentir insatisfecho al respecto. Con ello, al mismo tiempo, se muestra la relatividad de los juicios de esta índole: lo que para unos sería muchísimo, para otros es una nadería inapreciable. Según con quién se nos compare, todos somos al mismo tiempo mucho y poco, grandes y pequeños (es de suponer que de ahí el paradójico nombre de Micromegas). Ambos personajes deciden, a continuación, emprender juntos un viaje a la Tierra. Su contacto con los terrestres, que sirve así al autor para disponer de un punto de vista externo sobre ciertos aspectos de lo humano (recurso habitual en Voltaire el del punto de vista objetivado a través de un personaje que resulta peculiar con respecto al común de la gente; personajes como Cándido, el Ingenuo,...), permite al narrador criticar tales aspectos, como la guerra, que resulta descrita como un acto absurdo, o las polémicas entre las distintas escuelas filosóficas. Esta última cuestión sirve a Voltaire al mismo tiempo para manifestar algunas de sus simpatías (Locke) y antipatías (Tomás de Aquino).


Historia de los viajes de Escarmentado

Escarmentado comienza a viajar desde muy joven y recorre todo el planeta. En todos los continentes y países, sin excepción, descubre que los hombres se muestran crueles debido al fanatismo, la intolerancia, los conflictos religiosos y políticos (todo indica que Voltaire sitúa la acción en el siglo XVI, con el telón de fondo de las guerras de religión que asolaron Francia en ese periodo)... A través de las vicisitudes sufridas por el protagonista, que se acumulan en la narración numerosas y rápidas, aparecen realidades históricas como la matanza de San Bartolomé, la Inquisición española o ciertos personajes que se convierten así en blancos de la crítica directa y explícita del autor. Tras salvar su vida y su libertad por los pelos en múltiples ocasiones, el protagonista, escarmentado como su propio nombre indica, decidirá recluirse en su hogar para llevar una existencia gris pero "la más grata que se puede aspirar en la vida humana". Final que, por cierto, coincide en buena medida con el de Cándido, y que remite a cierto ideal de la Antigüedad, recuperado en el Renacimiento (y encarnado, por ejemplo, por Montaigne), del retiro de la vida pública en beneficio del cultivo de la libertad interior.


Cándido o el optimismo

Para el comentario de este relato, remitimos a la entrada correspondiente de este blog ya citada arriba y que se encuentra aquí.


El hombre de los cuarenta escudos

Se trata de un relato algo extraño: quizás fallido, quizás con cierta calidad de borrador. Aunque mantiene la forma narrativa, la trama es inexistente, siendo el único hilo conductor la presencia a través de todo el relato del personaje cuyo apelativo le da título. A través de ciertas experiencias de éste y sobre todo de sus conversaciones con diversos personajes, Voltaire toca, como siempre de manera crítica, una gran variedad de temas: el sistema de cobro de impuestos en Francia, lo injusto de la desigual distribución de la riqueza, ciertas teorías científicas y filosóficas, los privilegios del clero, los castigos penales, los efectos sociales de las enfermedades venéreas y aun otros más.

 

Quisiéramos terminar este comentario con unas palabras de Paulino Garagorri en la nota preliminar al libro, las cuales pensamos que expresan a la perfección lo que nos ha de animar a acercarnos a estos relatos de Voltaire: "Sólo el día en que lo que en ellos se afronta críticamente -la superstición, el fanatismo, la intolerancia- no ofrezcan peligrosa influencia, podrán olvidarse sus ejemplares páginas".

REVISTAS DE FILOSOFÍA ONLINE

 

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Existen numerosas revistas de filosofía. Aquí hemos llevado a cabo una selección de algunas de las que consideramos más interesantes. Hemos adoptado como criterios que sean en español en la mayor parte de sus textos, que traten sobre filosofía en general (es decir, no especializándose en alguna rama de la disciplina, tendencia o autor) y que sus contenidos se encuentren disponibles en acceso abierto. No damos mayor información sobre cada una de ellas en esta entrada porque todo lo que puedas desear saber al respecto se encuentra en sus respectivas webs. Hemos comprobado que cada uno de los enlaces que enumeramos a continuación es válido en la fecha de publicación de esta entrada; obviamente, ignoramos si seguirá siendo así en el futuro para todos ellos. Esperamos que encuentres en estas publicaciones mucha información de tu interés.


Análisis. Revista de investigación filosófica (https://papiro.unizar.es/ojs/index.php/analisis/index).

Bajo Palabra (https://revistas.uam.es/bajopalabra/index).

Contrastes (http://www.revistas.uma.es/index.php/contrastes).

Crítica (http://critica.filosoficas.unam.mx/index.php/critica).

Cuaderno de Materiales (http://cuadernodemateriales.wordpress.com).

Daimon (http://revistas.um.es/daimon/index).

Diánoia (http://dianoia.filosoficas.unam.mx/index.php/dianoia/index).

Eikasía (http://revistadefilosofia.com/).

El Búho. Revista Electrónica de la Asociación Andaluza de Filosofía (https://elbuho.revistasaafi.es/).

Éndoxa (http://revistas.uned.es/index.php/endoxa/index).

Fragmentos de Filosofía (https://editorial.us.es/es/revistas/fragmentos-de-filosofia).

Haser (https://revistascientificas.us.es/index.php/HASER/).

Isegoría (http://isegoria.revistas.csic.es/index.php/isegoria/index).

Pasajes (https://roderic.uv.es/static/rev/45426.html).

Quaderns de Filosofia (https://ojs.uv.es/index.php/qfilosofia).

Thémata (https://revistascientificas.us.es/index.php/themata/).

 

miércoles, 1 de septiembre de 2021

BÉRIOT: "UN CAFÉ CON VOLTAIRE"


                                                Un café con Voltaire

 

Louis Bériot

Un café con Voltaire

(Un café avec Voltaire)

Traducción: Mar Vidal

Año de publicación: 2016

Edición: Arpa, Barcelona, 2017

  

Nos encontramos aquí con un texto perfecto para aproximarse a la figura y las ideas del gran pensador francés, y, por extensión, al clima cultural de su época.

El autor, escritor y periodista, cifra la motivación de este libro en su interés personal por Voltaire combinado con el valor para el presente que aprecia en el pensamiento del siglo XVIII.

La obra se desarrolla en la forma de una sucesión de diálogos entre Voltaire y algunas otras figuras clave del pensamiento de su época, los cuales se encuentran insertos en un hilo narrativo que aporta, al mismo tiempo, elementos biográficos del personaje principal.

En estos diálogos, algunos reales y otros inventados, según el autor, se reflejan las ideas de sus participantes, en ocasiones (de nuevo según el autor) en palabras extraídas de sus propios textos.

A continuación resumimos el contenido.

Cap. 1. El exilio inglés

La narración arranca situándonos en las circunstancias del exilio londinense de Voltaire en 1726, motivado por conflictos con la nobleza francesa. Voltaire aprovecha su estancia en Inglaterra para conseguir una cita con Newton, a quien desea conocer atraído por su fama.

Cap. 2. Voltaire en casa de Newton

Voltaire, acompañado por Alexander Pope y Jonathan Swift, se entrevista con un Newton a tan sólo escasas semanas de su muerte. El científico comparte con sus visitantes reflexiones acerca de sus descubrimientos, sobre cuestiones teológicas y su propia posición religiosa o sobre su interés por la alquimia. Durante parte del diálogo, Newton se ocupa de contrastar sus propias aportaciones con las de otro de los responsables de la visión moderna de la naturaleza, Descartes, lo que llevará a Voltaire a concluir que con Newton se produce la separación histórica entre ciencia y filosofía, que a partir de ese momento pasarán a ocuparse de objetos distintos mediante planteamientos metodológicos diferentes.

Cap. 3. De exilio en exilio

Fragmento biográfico en el que se narra el regreso a Francia del protagonista tras su exilio londinense, así como su actividad literaria y los problemas que la misma le reporta con la corte y la Iglesia, con las consecuencias de censura y de ocasionales huidas a otros países. Comienza su idilio con Émilie de Châtelet. También traba amistad con Jean-Antoinette Poisson (Madame de Pompadour), amante de Luis XV, lo que le supone protección ante la corte, un aumento de su influencia en el mundo cultural y la posibilidad de asentarse en París sin temor a persecuciones.

Cap. 4. Voltaire y Montesquieu. El enfrentamiento

El comienzo del capítulo nos sitúa en el ambiente de los salones. Voltaire tiene un encuentro con Montesquieu, con quien mantiene una relación de mutua animadversión y rivalidad. En su diálogo enfrentarán sus respectivos puntos de vista acerca de diversas cuestiones a modo de pulso en el plano intelectual. Tomando como referencia textos de Montesquieu como El espíritu de las leyes o Cartas persas, se suceden temas tales como la condición intelectual de la mujer (a propósito de Mme. de Châtelet y su obra como la divulgadora de Newton en francés que fue), Inglaterra, el carácter del pueblo francés, el mejor sistema de gobierno (centrándose especialmente en la discusión acerca de la monarquía)...

Cap. 5. Última cena en casa de la Pompadour

Con motivo de una cena organizada por Mme. de Pompadour, desfilan muchos de los personajes destacados de la cultura del momento, acerca de los que podemos leer las opiniones de Voltaire y la Pompadour y, más tarde, de ser testigos de sus propias intervenciones: Fontenelle, Rameau, Diderot, Rousseau, Boucher, Marivaux, Buffon, de nuevo Montesquieu... El capítulo se cierra con la despedida definitiva entre Mme. de Pompadour y Voltaire.

Cap. 6. Émilie y Voltaire. Últimos momentos

Tras un periodo final de distanciamiento entre Voltaire y Mme. de Châtelet, su amante, amiga y compañera intelectual durante dos décadas, ella muere a consecuencia de un parto. Antes de ello, departen acerca de Newton, sobre cuya obra ella se encuentra trabajando. Simultáneamente, asistimos al intercambio epistolar entre Voltaire y Federico II de Prusia, admirador del filósofo y que intenta convencerle para que le visite en su corte, cosa a la que finalmente accede el filósofo.

Cap. 7. Voltaire en la corte de Federico II

Voltaire se incorpora a la corte de Federico II, modelo de rey ilustrado que gusta de rodearse de intelectuales. Allí trata con otros como Maupertuis o La Mettrie. Las abundantes conversaciones entre Voltaire y Federico giran en torno a temas como la religión, el fanatismo, la verdad o la libertad. Finalmente, el filósofo pierde el favor del monarca y marcha de Alemania.

Cap. 8. ECRLINF (aplastar a la Infame)

Tras pasar unos años en Ginebra (momento de la narración que incluye un breve encuentro con Casanova), Voltaire, ya en su sesentena, compra una propiedad en Francia donde se asentará definitivamente. Es la época en que intercede a favor de la Enciclopedia, así como de abundante producción literaria, con piezas como Cándido, y epistolar. Pero lo más destacado es su campaña en el caso de la ejecución por motivos religiosos de Jean Calas, que le llevará a la redacción de su Tratado sobre la tolerancia y a la adopción desde ese momento y en adelante de una postura militante contra la Iglesia (o la Infame, como la llama el mismo Voltaire).

Cap. 9. Voltaire y Rousseau. Irreconciliables

Voltaire recibe la visita de Rousseau, quien acude a pedirle alojamiento al retornar de su exilio en Prusia. Se produce un extenso diálogo entre los dos personajes en el que se ponen de manifiesto las profundas diferencias entre ambos, cuyas ideas resultan opuestas en casi todo momento. En el susodicho diálogo se tocan algunos de los temas del pensamiento rousseauniano, como la crítica a la civilización frente a la exaltación de la naturaleza, surge la mención al panfleto contra Rousseau que Voltaire publicara anónimamente, o Voltaire hace profesión de teísmo, entre otros contenidos.

Cap. 10. Ferney. Un modelo

Se nos retrata el momento vital de un Voltaire de ya ochenta años, agasajado por sus compañeros intelectuales (aparecen Condorcet o D'Alembert, así como alusiones a Diderot y su Enciclopedia o a Châtelet), célebre y admirado por el pueblo debido a su compromiso como defensor de causas como la de Calas y otras similares y benefactor de la región donde se localiza su propiedad, de cuya prosperidad es impulsor.

Cap. 11. Voltaire en casa de Buffon, naturalmente

Voltaire es invitado por el naturalista a pasar una jornada con él, quien le muestra sus lugares de vivienda y trabajo. Con referencias a la obra de Buffon Historia natural, se tocan temas como las eras geológicas, el evolucionismo biológico aplicado al ser humano o la conducta y vida mental de los animales irracionales. En este punto, Voltaire, vegetariano y crítico con la visión cartesiana del animal como máquina, se enfrenta a Buffon y su defensa de la utilización de los animales en provecho del conocimiento científico.

Cap. 12. Adiós a Ferney

Voltaire marcha de su propiedad en Ferney para volver a París tras tres décadas de que tal cosa no le estuviera permitida por orden real. Es despedido por los lugareños en loor de multitudes. Igualmente, a su llegada a París es recibido con expectación.

Cap. 13. Voltaire y Diderot, por fin

Se nos retratan los últimos momentos de la vida de Voltaire, en una decadencia física por su ya avanzada edad que hace temer su muerte en cualquier momento. Al mismo tiempo, se nos muestra como ya es considerado un personaje absolutamente respetado y admirado, tanto como por su obra como por su activismo social, lo cual queda plasmado en el capítulo por diversos acontecimientos: multitudes que le ovacionan cuando se desplaza por las calles, una cola de visitantes ante su residencia, los honores que se le brindan en la Academia de Ciencias, la aclamación del público que asiste a sus representaciones teatrales,...

Por otra, parte, en este capítulo aparecen nuevos personajes que dialogan con Voltaire. Diderot acude a su casa, tras mucho tiempo eludiéndole y rechazando sus invitaciones, tal como se menciona en algún momento de capítulos anteriores, a pesar de la colaboración y defensa de la Enciclopedia que en su momento llevara a cabo Voltaire. Tras que Diderot le exprese su admiración por sus logros, dialogan acerca de temas como Catalina de Rusia, la elaboración de la Enciclopedia, el ateísmo de Diderot, que es discutido por Voltaire desde su postura teísta, o el suicidio. También hay una aparición y diálogo con Benjamin Franklin.

Cap. 14. Y la luz del siglo se propagó

Recoge la muerte de Voltaire y sus circunstancias, seguido de un epílogo en que se narran los honores que recibieron sus restos.

 

Nota final: Por cierto, es sabido que Voltaire fue un impenitente adicto al café. De ahí el título del libro.


GARCÍA DAUDER Y PÉREZ SEDEÑO: "LAS MENTIRAS CIENTÍFICAS SOBRE LAS MUJERES"

                                        

 

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García Dauder, S. y Pérez Sedeño, E.

Las ‘mentiras’ científicas sobre las mujeres

Los Libros de la Catarata, Madrid, 2017



Nos encontramos ante un libro que conjuga dos asuntos que nos interesan de manera especial: el conocimiento científico y la problemática de género. Por lo que en su momento resultó inevitable que nos llamase la atención en uno de nuestros habituales paseos ante los expositores de las novedades de ensayo de la librería de turno. Y, como tantas otras de nuestras adquisiciones bibliográficas, fue a cobijarse en la estantería correspondiente hasta que, aproximadamente tres años y medio después (no es tanto para lo que les toca esperar a muchos de los volúmenes que vamos recolectando en espera del momento propicio), le hemos hincado el diente y podemos comentar algo al respecto. Vamos allá.

Lo primero que quisiéramos hacer es una enmienda al título del libro, siempre desde el respeto y la modestia. Si bien el entrecomillado recoge la palabra “mentiras”, pensamos que más bien debería trasladarse a la palabra “ciencia”. Porque muchas de las cosas que se exponen y critican en el texto son, efectivamente y sin matices, falsedades (o distorsiones, prejuicios, sesgos, ignorancia, silencios…); pero lo que no resulta tan claro es que se hayan emitido desde la auténtica ciencia, al menos teniendo en cuenta los valores que procede exigir a este modo de interpretar el mundo (aun reconociendo que, si pensamos en semejante ideal, no podemos negar que tal “auténtica ciencia” se da en muy contadas ocasiones). En realidad, lo que aquí encontramos es, en algunos de los casos, pseudociencia; y en otros, la mayoría de los que recoge el libro, ciencia oficial, sí, pero en ciertas formas de manifestarse que son consecuencia de encontrarse atravesada por sesgos de género de los que difícilmente podría librarse algo que no deja de ser un producto más de una cultura patriarcal, lo que la convierte en “mala ciencia”. 

Introducción

Se expone el objetivo principal de la obra, asi como una sinopsis de los capítulos que la componen. Resulta especialmente interesante la intención “pedagógica” que manifiestan las autoras, que consideran que lo expuesto en el libro puede contribuir a sensibilizar ante los sesgos de género en el trabajo científico y, por tanto, también impulsar el esfuerzo por evitarlos. 

Capítulo 1. Falsedades científicas

Este capítulo se ocupa de algunas afirmaciones realizadas desde el terreno de la ciencia que, sin encontrarse suficientemente sustentadas por la evidencia, han servido para justificar la posición subordinada de la mujer en la sociedad patriarcal. Tales ideas pretenden que dicha posición se encuentra justificada por una naturaleza particular de la mujer diferenciada de la del varón, y por lo tanto no depende de factores educacionales o ambientales en general.

La primera teoría que haría semejante tipo de afirmaciones en el ámbito de las ciencias naturales sería el darwinismo: desde la convicción del mismo Darwin acerca de la mujer como naturalmente inferior al hombre desde el punto de vista evolutivo, hasta los teóricos de la sociobiología que han recurrido al concepto de conducta adaptativa para justificar fenómenos como la promiscuidad masculina o el abuso sexual.

Otra tendencia común ha sido la de intentar demostrar empíricamente ciertas diferencias intelectuales entre los sexos, sosteniendo además que se fundamentan en lo biológico. Como ejemplo de ello, el texto se centra en los estudios que han pretendido mostrar la menor capacidad de la mujer para el razonamiento matemático, justificando con ello su exclusión de ciertas áreas académicas y profesionales. Las autoras se extienden en desmontar con detalle tales afirmaciones para mostrar que esas diferencias no existen tal como se describen, o que las que sí puedan darse son resultado de factores ambientales, o incluso que no tendrían por qué poseer las implicaciones educativas y sociales que se pretende. Es más, se expone la clarificadora idea de que el interés por estudiar supuestas diferencias de este tipo entre varones y mujeres, categorizando los cerebros humanos en dos clases únicas y distintas, ya delata por sí mismo un prejuicio patriarcal. 

Capítulo 2. Los silencios y las invisibilizaciones de las mujeres en la ciencia

Si el capítulo anterior ha mostrado que el sesgo androcéntrico produce conocimiento falso, en este se verá cómo también puede dar lugar a no conocimiento, es decir, a una invisibilización de lo femenino en el terreno de la ciencia, y ello en diferentes sentidos (tan diferentes que pensamos que quizás hubiera sido preferible desglosar el contenido de este capítulo en varios).

Esa invisibilización puede significar, en primer lugar, que la investigación científica no atienda a problemas que afectan de modo específico a la mujer, como los anticonceptivos masculinos, ciertas facetas de su sexualidad o aspectos de su anatomía que van más allá de la mera función reproductiva a la que parece querer reducirla la sociedad. Ello ayudado por la estrategia paternalista, deslegitimadora y silenciadora de negar la competencia y la validez epistémica del punto de vista de la propia mujer sobre lo que le atañe de modo directo.

Otro tipo de fenómeno, distinto del anterior, al que se puede aplicar la etiqueta de “invisibilización”, ha sido la que tradicionalmente y a lo largo de toda la historia han padecido las mujeres científicas y su trabajo. Se presta especial atención al conocido como “efecto Matilda”, por el cual las aportaciones de las científicas les son arrebatadas por los hombres con los que han colaborado o han compartido campo de investigación, eclipsando así el mérito y la presencia de aquellas. Se enumera una abundante retahíla de casos que ejemplifican este fenómeno.

La paleantropología ha sido un campo en que la invisibilización de la mujer se ha hecho especialmente patente, al aplicarse un claro sesgo androcéntrico a la historia evolutiva del ser humano, infravalorando su papel en las sociedades primitivas. Sin embargo, a partir de los años setenta del siglo XX, los trabajos de una serie de primatólogas sirvieron para reevaluar y poner en cuestión el supuesto papel pasivo y dependiente de las hembras (mostrando, por otra parte, que la investigación científica no es algo absolutamente neutro, ya que el punto de vista que se aplique puede determinar tanto los problemas que se planteen como las respuestas a las que se llegue). Tales conclusiones se considerarían trasladables al caso del ser humano, sirviendo así para corregir las teorías utilizadas hasta ese momento para justificar apelando a razones “naturales” la posición subordinada de la mujer. Por otra parte, recientes investigaciones han servido para restar importancia a la caza y el consumo de carne en la vida de las especies homínidas, contribuyendo también, de esa manera, a poner en cuestión el papel protagonista y esencial que se le adjudicaba al varón, supuesto principal artífice de esa actividad. Estudios acerca de culturas de cazadores-recolectores contemporáneas confirman todo lo anterior.

Otra área en que la mujer ha quedado claramente invisibilizada de modo habitual ha sido la de la medicina, donde ha existido un androcentrismo que se ha manifestado de múltiples maneras. Por ejemplo, no teniendo en cuenta su sintomatología particular en determinadas enfermedades (como las cardiopatías), lo cual tiene como consecuencia el infradiagnóstico y los tratamientos deficientes. O en su ausencia en ensayos clínicos, lo cual conduce a que se les extrapolen los resultados hallados con hombres ignorando su especificidad metabólica y sus posibles respuestas diferenciales. Un caso que se presenta como paradigmático de lo anterior es el de la investigación sobre el VIH/SIDA, acerca del que se ofrece información especialmente detallada.
    A 2021, en plena pandemia de COVID-19, podemos referirnos también a las críticas que se están dirigiendo al hecho de que los ensayos clínicos de las vacunas contra la enfermedad en cuestión no hayan tenido en cuenta la variable del sexo, dándose la circunstancia de que el 80 % de casos de efectos secundarios adversos se han dado en mujeres, además con una aparente incidencia en desarreglos del ciclo menstrual. Es decir, lo denunciado por las autoras en este capítulo sigue siendo un problema de plena vigencia. 

Capítulo 3. Los secretos o lo que la ciencia oculta sobre las mujeres

Este capítulo nos habla acerca de determinados aspectos de lo femenino que se han mantenido en el terreno de lo ignorado como efecto del sesgo androcéntrico de la investigación científica (y lo cierto es que en esto no encontramos una diferencia significativa con, al menos, algunas de las cuestiones incluidas en el capítulo anterior, que bien podrían haber sido tratadas en este, lo que nos lleva a abundar en nuestro comentario de más arriba acerca de que quizás hubiese sido preferible una estructuración diferente de los contenidos).

En primer lugar, ciertos aspectos de la sexualidad femenina han sido o bien escasamente investigados o investigados de manera poco objetiva debido a determinados intereses y prejuicios. Uno de ellos sería  el de sostener una estricta dualidad de sexos basándose en la genitalidad, y negando así que, debido al efecto de distintos tipos de variables (anatómicas, sí, pero también hormonales, cromosómicas,…) pueda decirse que existen no solo dos sino todo un continuo de diferentes sexos. Con ello, para las autores, también el concepto de “sexo” (y no solo el de “género”), sería un constructo científicosocial. Por otra parte, en la determinación de las ideas acerca de la sexualidad femenina también ha poseído un peso fundamental el hecho de negarle cualquier otra función que no sea la reproductiva, como es la del placer. Un ejemplo de consecuencia de todo lo anterior lo encontramos en las investigaciones y las teorías que se han producido acerca de asuntos como el de la eyaculación femenina o la presencia y función de un órgano prostático en las mujeres.

En el caso de la píldora anticonceptiva y otros tratamientos hormonales similares convergen una gran cantidad de faltas y errores en que suele incurrir la biomedicina con respecto a las mujeres (algunos ya mencionados): su escasa presencia en los ensayos clínicos o deficiencias importantes en los mismos cuando se ocupan de aquellos problemas de salud que afecta exclusivamente a las mujeres, la reducción de la sexualidad femenina a lo reproductivo o la influencia de los intereses de la industria farmacéutica, que lleva tanto a patologizar determinados fenómenos para fomentar su medicalización como a la omisión de efectos adversos de determinados fármacos. En este punto se presenta una interesante crítica a la clásica valoración, incluso por parte del feminismo, de la aparición de la píldora anticonceptiva en los años sesenta del siglo XX como algo que favoreció de manera clave la liberación sexual femenina al permitir el control de la mujer sobre su capacidad reproductiva. Según las autoras, lo anterior es un argumento tramposo que oculta sesgos patriarcales, ya que no se exige al varón una igual responsabilidad en la contracepción o se ignoran efectos adversos como, sin ir más lejos, la disminución de la líbido.

El punto de vista patriarcal se encuentra, asimismo, tras las investigaciones sobre la menstruación, que se han enfocado prioritariamente pensando en cómo afecta a instancias externas más que a la propia mujer (por ejemplo, en cuanto a costes laborales o, de nuevo, por el beneficio de la industria farmacéutica). Otro tanto si hablamos de la menopausia, proceso natural que es injustificadamente patologizado (en parte, una vez más, por considerar a la mujer esencialmente como un ser reproductor) y ni investigado ni tratado de modo apropiado.

El capítulo se cierra recogiendo la polémica acerca de la vacuna del virus del papiloma humano, cuyos detractores no consideran suficientemente justificada su administración masiva, aduciendo que parece responder más a determinados intereses particulares que a un auténtico problema de salud pública y a una evidencia científica suficiente. 

Capítulo 4. Invenciones científicas sobre las mujeres

El capítulo comienza describiendo un problema que afecta a toda la población: el de la invención o promoción de enfermedades, que conduce a los fenómenos de patologización injustificada de determinados estados o conductas, sobrediagnóstico e hipermedicación, a menudo en respuesta a intereses de la industria farmacéutica con la complicidad de profesionales sanitarios y medios de comunicación. Pero, obviamente, inmediatamente se centra en cómo ello afecta de manera particular a las mujeres. En su caso, y desde una mirada patriarcal, se han inventado enfermedades conceptualizando como tales facetas de la feminidad como eventos fisiológicos naturales, malestares derivados de su realidad personal o social o determinadas vivencias tales como las relacionadas con lo reproductivo o lo sexual. De manera general, tal cosa ha supuesto medicalizar determinados aspectos de la vida y la experiencia particulares de la mujer en base a ciertos sesgos de género. Además, en muchos casos, lo categorizado como “enfermedad” no han sido sino comportamientos de la mujer no aceptados desde la norma patriarcal y cuyas terapias han servido como dispositivo de control y de mantenimiento en el rol asignado.

Así sucedería, sobre todo en el siglo XIX (aunque se sigue detectando en alguna medida en el actual Manual diagnóstico y estadístico de trastornos mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría), con “enfermedades mentales” como la histeria o ciertas neurosis o depresiones. O en la actualidad con el llamado “síndrome premenstrual”.

Entre los contenidos de este capítulo, resulta muy interesante una exposición de varias páginas en la que se lleva a cabo un recorrido por el modo en que las sucesivas ediciones del DSM de la APA (que ya hemos mencionado hace unas líneas) han patologizado determinadas experiencias o conductas sexuales (y no solo en lo que afecta de manera específica a la mujer).

El caso de este tipo más reciente (entre finales del siglo XX y comienzos del XXI) ha sido el de la llamada “disfunción sexual femenina” (DSF). Tras la medicalización de la sexualidad masculina y el éxito comercial de Viagra que trae consigo, la industria farmacéutica, en connivencia con la academia, se plantea el objetivo de extender ese mercado a la mujer. Aquí se produce lo opuesto de la ocultación de conocimiento sobre la próstata y la eyaculación femeninas que se narra en el capítulo 3. Si en aquel caso se pretende ignorar de modo interesado determinadas semejanzas fisiológicas entre ambos sexos, en este se aplica un modelo masculino a la sexualidad femenina sin evidencia que lo justifique (estos opuestos tipos de sesgos serán analizados con detalle en el último capítulo del libro). Así, como narran las autoras, algunos urólogos y sexólogos comienzan a desarrollar una campaña de invención de un problema (la DSF) a medida del producto farmacéutico que se quiere promocionar. Un importante efecto negativo de esto sería que serviría para invisibilizar y por tanto dejar de tratar los auténticos factores no médicos, sociales o personales, del malestar sexual de las mujeres, tal como ha puesto de manifiesto todo un movimiento crítico que se activó al respecto de este asunto. Además (y lo que sigue son efectos negativos que también atañen a la medicalización de la sexualidad masculina), se promueve una norma de sexualidad “correcta” (heterosexual, genital y falocéntrica) y se omite una vez más (ya lo mencionamos a propósito de los contenidos del capítulo 3) el continuo de variantes que existen en lo sexual más allá del constructo cultural de la dualidad masculino/femenino. 

Capítulo 5. Sesgos de género en la práctica científica e investigadora

Si en los restantes capítulos se han visto diversos casos resultantes del efecto de sesgos de género en el trabajo científico, en este tales sesgos son presentados de modo más sistemático poniéndose en relación con los distintos momentos del proceso de investigación, y reiterándose muchos de los ejemplos ya expuestos anteriormente.

En primer lugar, y recorriendo todo el proceso investigador, encontramos dos sesgos opuestos entre sí. Uno de ellos, el consistente en considerar a la mujer como esencialmente diferente del varón (diferencia que normalmente conlleva inferioridad o carencia de cualidades), el “Otro” de este, tal como expresaría Beauvoir. El segundo, el que conduce a ignorar las diferencias entre varones y mujeres, adoptando la perspectiva androcéntrica que sitúa lo masculino como referente universal. Se trata de dos visiones extremas, ambas de las cuales traen consigo efectos negativos en el terreno médico, ya vistos en momentos anteriores del libro. El primero de los susodichos sesgos provoca fenómenos como reducir la salud de las mujeres a lo sexual-reproductivo, patologizar procesos fisiológicos o psicológicos normales en ellas o el trato diferenciado hacia varones y mujeres con respecto a los mismos problemas. Además, lleva a naturalizar y esencializar las desigualdades de género, además de ignorar la variabilidad dentro de cada sexo/género, la interseccionalidad de esta variable con otras (clase social, etnia…) o las identidades que no responden a semejante esquema dualista. Por otra parte, el segundo de estos sesgos impide atender a las particularidades de las mujeres en cuanto a sintomatología, tratamientos, etc. Aunque ya hace muchas páginas que el libro se ha ido centrando cada vez más en el terreno de la medicina, aquí también se alude al efecto de estos sesgos en áreas como la psicología o la sociología.

Atendiendo, como decíamos más arriba, a las sucesivas fases del proceso de investigación, ya en su momento inicial se introduce un sesgo en la identificación y/o selección de los problemas a investigar, dado que se atiende de modo prioritario a aquellos que responden a los intereses y valores del grupo hegemónico de los varones, presentado como neutro y universal.
    También se detecta un sesgo claro en los modelos teóricos que suelen emplearse, referido al supuesto de un dualismo en cuanto a sexo/género que ignora tanto un abanico de identidades intermedias como la interseccionalidad con otras variables (edad, etnia, clase social…).
    Los sesgos anteriores siguen haciéndose patentes en los sucesivos momentos del proceso investigador, como el planteamiento de hipótesis, la definición de variables, el diseño experimental, las muestras empleadas, la influencia de la situación experimental sobre el sujeto, las expectativas o prejuicios del investigador, la recogida y análisis de datos, la interpretación de resultados, su publicación e incluso su recepción, valoración y difusión. 

Consideraciones finales

El libro se cierra con una reflexión y discusión acerca de la influencia de los valores en el trabajo científico, el cual se pretende idealmente como algo neutro y absolutamente objetivo. Surgen las preguntas acerca de hasta qué punto es posible depurar tal influencia a través de lo metodológico, con el objetivo de evitar la “mala ciencia” a que se daría lugar (tal como pretende la epistemología tradicional), o si más bien se ha de asumir que se trata de algo inevitable y propio de la ciencia como tal, no teniendo sentido, por tanto, distinguir entre buena y mala ciencia (en una posición afín al constructivismo social de la ciencia propio de la visión posmoderna). La conclusión de las autoras resulta, a nuestro parecer, algo confusa, pues dicen decantarse hacia la segunda alternativa, lo cual anularía, creemos, la posibilidad de criticar y corregir esos sesgos de género que se han denunciado a lo largo de toda la obra. No obstante, las autoras no parecen apreciarlo así en absoluto, sino que, al contrario, defienden la asunción de esa posición como la vía para eliminar los sesgos de género, no quedando muy claros los mecanismos que proponen para ello. Confuso, como decíamos. Nos queda la impresión final de que se incurre en ciertas incoherencias y batiburrillos conceptuales muy propios del subjetivismo relativista, o quizás no hemos comprendido del todo lo que se intenta transmitir en estas últimas páginas.

No obstante, podemos perfectamente obviar la susodicha tesis final para quedarnos con lo desarrollado en el resto del libro: un buen compendio de todo el abanico de problemas y perjuicios que genera la mala ciencia en cuanto afecta de modo específico a las mujeres, sirviendo además en muchos casos como uno más de los factores legitimadores de la vision androcéntrica y patriarcal. Quizás podríamos reprochar cierto desequilibrio en la referencia a distintas áreas científicas: aunque haya partes dedicadas a la biología, la paleantropología, la psicología/psiquiatría o las matemáticas, y algunas alusiones a la sociología, queda la impresión global de que centra la mayor parte de sus ejemplos en la medicina, cuando a buen seguro que hay muchas más cosas que decir sobre este asunto en lo que se refiere a las diversas ciencias sociales. Como aspecto muy positivo, hemos de destacar el constante y abundantísimo recurso a estudios y datos cualitativos con que las autoras respaldan su exposición.


VIGENCIA DE KANT

Mi texto preferido de Kant es, sin duda y por mucho, ¿Qué es la Ilustración? Publicado en 1784, resulta perfectamente vigente en nuestros días y seguirá siéndolo mientras, por desgracia, no cambien muchas cosas. Aquí vamos a compartir un extracto del mismo. Sin más comentarios, ya que las palabras que siguen hablan por sí mismas.
 
 
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La Ilustración es la salida del hombre de su minoría de edad. Él mismo es culpable de ella. La minoría de edad estriba en la incapacidad de servirse del propio entendimiento, sin la dirección de otro. Uno mismo es culpable de esta minoría de edad cuando la causa de ella no yace en un defecto del entendimiento, sino en la falta de decisión y ánimo para servirse con independencia de él, sin la conducción de otro. ¡Sapere aude! ¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento! He aquí la divisa de la Ilustración.

La mayoría de los hombres, a pesar de que la naturaleza los ha librado desde tiempo atrás de conducción ajena (naturaliter maiorennes), permanecen con gusto bajo ella a lo largo de la vida, debido a la pereza y la cobardía. Por eso les es muy fácil a los otros erigirse en tutores. ¡Es tan cómodo ser menor de edad! Si tengo un libro que piensa por mí, un pastor que reemplaza mi conciencia moral, un médico que juzga acerca de mi dieta, y así sucesivamente, no necesitaré del propio esfuerzo. Con sólo poder pagar, no tengo necesidad de pensar: otro tomará mi puesto en tan fastidiosa tarea. Como la mayoría de los hombres (y entre ellos la totalidad del bello sexo) tienen por muy peligroso el paso a la mayoría de edad, fuera de ser penoso, aquellos tutores ya se han cuidado muy amablemente de tomar sobre sí semejante superintendencia. Después de haber atontado sus reses domesticadas, de modo que estas pacíficas criaturas no osan dar un solo paso fuera de las andaderas en que están metidas, les mostraron el riesgo que las amenaza si intentan marchar solas. Lo cierto es que ese riesgo no es tan grande, pues después de algunas caídas habrían aprendido a caminar; pero los ejemplos de esos accidentes por lo común producen timidez y espanto, y alejan todo ulterior intento de rehacer semejante experiencia.

Por tanto, a cada hombre individual le es difícil salir de la minoría de edad, casi convertida en naturaleza suya; inclusive, le ha cobrado afición. Por el momento es realmente incapaz de servirse del propio entendimiento, porque jamás se le deja hacer dicho ensayo. Los grillos que atan a la persistente minoría de edad están dados por reglamentos y fórmulas: instrumentos mecánicos de un uso racional, o mejor de un abuso de sus dotes naturales. Por no estar habituado a los movimientos libres, quien se desprenda de esos grillos quizá diera un inseguro salto por encima de alguna estrechísima zanja. Por eso, sólo son pocos los que, por esfuerzo del propio espíritu, logran salir de la minoría de edad y andar, sin embargo, con seguro paso.

(...) Sin embargo, para esa ilustración sólo se exige libertad y, por cierto, la más inofensiva de todas las que llevan tal nombre, a saber, la libertad de hacer un uso público de la propia razón, en cualquier dominio. Pero oigo exclamar por doquier: ¡no razones! El oficial dice: ¡no razones, adiéstrate! El financista: ¡no razones y paga! El pastor: ¡no razones, ten fe!